[GCI-ICG] Cisjordania, Gaza, Jerusalén… La burguesía prepara en respuesta a la lucha del proletariado la masacre [1988]

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Fuente: Grupo Comunista Internacionalista (GCI), Comunismo n°24, marzo 1988, pp.34-42

Todas las fracciones burguesas mundiales, desde la OLP a Regan pasando por los Estados de Israel, de Siria, de Egipto y Cía., pretenden hacer de las luchas en Gaza, Cisjordania, Jerusalén, etc., un problema estrictamente “palestino”. El ruido de los tanques, el garrote y la tortura, los discursos y las “conversaciones de paz” se hacen en nombre del “derecho o no” a “la autodeterminación del pueblo palestino”.

Pero cuando en Gaza, en Cisjordania, en el Líbano o en otras partes, cuando en los campos de concentración en los que tan generosamente (!) han amontonado a los llamados “refugiados palestinos” (que en realidad se trata de parias venidos de Palestina, Siria, Irak,… Afganistán o incluso Pakistán), el grito de lucha se hace incontenible, cuando la sublevación contra las espantosas condiciones de vida que le son impuestas se hace mundialmente inocultable, de lo que se trata no es ni más ni menos que de la vieja lucha de clases, de una clase que si bien ahí la condición de proletaria es aún más exacerbada (apátrida, sin ninguna otra cosa que su pellejo para vender, etc.) es exactamente la misma clase mundial que se encuentra en todos los campos de concentración del mundo capitalista, desde los campos de la muerte, las prisiones, los establos denominados tan pomposamente “hogares para trabajadores inmigrados”, como las favelas, las villas miserias, las barriadas,… o más simplemente esas prisiones del trabajo denominadas: fábrica, minas, empresas,…

Desde hace siglos Palestina ha sido una zona de atracción de capitales y de una gran importancia estratégica; la historia de esta franja de tierra, arrinconada entre el mar y el desierto, codiciada por fracciones burguesas del mundo entero, pasó por diferentes momentos de conquista y guerras de rapiña realizadas sobre las espaldas de los proletarios encorvados por el trabajo, o arrodillados en las trincheras, y luego de los cuales tratados, pactas y compañía… venían a ratificar las relaciones de fuerza en esta zona. Uno de los últimos fue el tratado que da lugar a la creación del Estado de Israel, confirmado en la función de gendarme garante del orden capitalista en toda la región, por la guerra de 6 días en donde este Estado se anexa además el control de Cisjordania, Gaza, Jerusalén Este y el Golán.

Además, históricamente, contra las diferentes olas de expropiación por las cuales capas cada vez más amplias de la población fueron desposeídas de todo, deportadas, expulsadas, encerradas en campos bajo el control militar permanente, cuando no eran simplemente masacradas masivamente y dado la importante mezcla de proletarios de orígenes geográficos tan diversos esta franja territorial del Medio Oriente tuvo una tradición de intensas luchas proletarias que marcaron toda la historia de la primera mitad de nuestro siglo: 1921, 1925, 1929, 1933, 1936…

La burguesía mundial en todos los casos respondió, según el nivel de la lucha proletaria, sistemáticamente con la represión feroz. Así, por ejemplo, en 1936 después de seis meses de huelga general que paraliza los puertos y se extiende hasta la refinería de petróleo de Haifa, luego de tres años de lucha en la campaña contra los terratenientes palestinos, ingleses, sionistas… Los jefes del Estado de Arabia, Irak, Transjordania, comenzaron a preocuparse por el desarrollo casi insurreccional de la lucha y exhortan a la “gran nación árabe en Palestina para que encuentre la paz, y ponga fin a la huelga y a los disturbios”, discurso que se tradujo en el asesinato de más de 5.000 huelguistas, y la detención de otros 6.000, realizado por los ejércitos árabes, ingleses y sionistas.

En el 1948, concluida la guerra árabe-israelí, el ejército israelí ocupa Palestina: expulsión general, destrucción de ciudades enteras… para dar lugar al sionismo organizado a nivel del Estado. El Estado de Israel, desde su consagración con la masacre de Deir Yassin en el 1949 da el tono: para los proletarios con los que la burguesía no puede contar por no identificar a sus intereses y sacrificarse por la causa sionista, es el éxodo forzado. Se dislocan las familias y se las empuja hacia Cisjordania y Gaza, los que intentan resistir son brutalmente masacrados.

Las miras expansionistas del Estado de Israel no se limitaron a esto. En el 1967, más del 10% de la población en Israel (96.000/950.000) está en paro, capitales y capitalistas se retiran del país. Los Estados vecinos ven, con mucha ambición, el debilitamiento de su rival, pero la guerra de 6 días pone término estas codicias. El ejército israelita ocupa Gaza y Cisjordania. Otra vez, miles de proletarios se encontraron obligados al exilio y escapan hacia el Líbano y Jordania, pero en todos lados eran los indeseables, y fueron amontonados en campos militarmente vigilados.

Estas concentraciones proletarias, que revientan de miseria, superpobladas y sometidas a las peores brutalidades represivas… amontonadas en las fronteras, son, desde entonces, algo parecido a una granada lista a explotar que los diferentes Estados concernientes se lanzan. Pero hay una cosa en la que todos los Estados de la región han demostrado coincidir objetivamente que la única “solución” a este problema es el genocidio.

Por el momento esta fuerza de trabajo disponible y barata sirve de ejército de reserva contratado ocasionalmente para los peores trabajos y despedida sin gastos y sin problemas.

Pero estas condiciones de vida, sean bajo la “administración” egipcia, jordana de las fuerzas de la ONU, sirias, libaneses o israelitas, (en participación o no del Ejército Francés, Italiano, Norteamericano, etc.)… sólo han podido ser mantenidas por el estado de sitio cuasi permanente y las sucesivas masacres. Y esto porque la producción y reproducción de masa de proletarios, en estos campos, excede ampliamente a las necesidades industriales de reserva del capital y porque constituyen un potencial de lucha, por su enorme concentración, muy peligrosa para la burguesía.

Ese terrorismo de Estado contra el proletariado ha sido sistemáticamente dosificado por los diferentes Estados de la región (sosteniendo o completando la labor del ejército de Israel) liquidando militarmente toda tentativa de generalización y toda aspiración de unificación de ese odio de clase – del proletariado “palestino” y “no palestino” – contra el conjunto de las fuerzas burguesas en la región.

En 1970, mientras Israel concentra las tropas en la frontera del río Jordán para que nadie se escape, es el Estado de Jordania que realiza la impresionante masacre que se conoce con el nombre de Septiembre negro, en la cual solo en la ciudad de Aman se asesinó a 20.000 personas en base a un bombardeo sistemático, de escuelas, hospitales, mezquitas, edificios a los cuales acudía el proletariado para protegerse cuando sus casas habían sido arrasadas; mientras que en el mismo momento Arafat y otros representantes y organizaciones “representantes del pueblo palestino” viajaban por todo el mundo árabe para asegurarles que ellos eran totalmente inocentes (¡lo que era cierto!) con respecto a los enfrentamientos que habían precedido esa masacre.

En 1971 en nombre de una campaña “antiterrorista”, los reservistas que mantienen el orden en Gaza fueron remplazados por unidades de élite de paracaidistas. Gaza fue cortada en sectores y rastrillada, las plantaciones que obstaculizaban el rastrillaje de la ciudad fueron arrasadas, las casas que se encontraban en callejuelas estrechas fueron destruidas para permitir el acceso de los blindados a los campos de refugiados, obligándose así a miles de proletarios expropiados a amontonarse en otras partes de la ciudad. Los paracaidistas allanaron casa por casa, cada sótano, susceptible de albergar “terroristas”, fue sellado con hormigón.

En junio de 1976 estallan toda una serie de huelgas, manifestaciones, revueltas en los confines de los Estados libaneses, sirios, jordanos e israelitas. Después de las tentativas infructuosas de diversas formaciones de la OLP para desarmar el movimiento, estas se retiran para dejar la organización de la masacre de Tell-el-Zaatar a los ejércitos sirios y libaneses. Durante 52 días los proletarios de los campos resistieron a la ofensiva militar, resistencia que solo fue posible gracias a la ayuda de los proletarios de Jordania y del Líbano que organizaron acciones de solidaridad, de sabotaje, de aprovisionamiento de agua… Y el hijo de puta de Arafat, después de haber rendido homenaje a diferentes jefes de Estado, vuelve y les dice a los proletarios que se ocuparan de sus muertos, ¡¡¡que si el número de estos era enorme fue porqué no se siguieron sus consignas!!!

En 1982, cuando los ejércitos israelitas invadieron el Sur del Líbano, el objetivo era claro: destruir la nueva ola de manifestaciones que estallaron de manera concomitante en todos los principales campos de Cisjordania, Gaza y el Líbano. El Estado libanes, transformado en receptáculo de todas las tensiones del Medio Oriente se encontraba totalmente debilitado, desgarrado entre las diversas fracciones que, sin pretender rivalizar con Israel, intentaban obtener una mejor situación en la correlación general de fuerzas de la región, preparando así, las negociaciones que, inevitablemente, un nuevo período de estabilización impondría. Las demostraciones de fuerza entre estas fracciones rivales de la burguesía, compiten entre ellas para demostrar quién hace mejor el papel de sanguinario guardián del orden: Sabrá, Chatila, Bourj el Brajneh… “campos” que aún hoy día son constantemente bombardeados por uno u otro bando. ¡Guerra en la cual las milicias “chitas”, “cristianas”, “drusos” (unas principalmente apoyadas por el Estado de Siria, las otras por el Estado de Israel), diferentes componentes de la OLP… se disputan el honor de amontonar el número más grande de cadáveres de proletarias no únicamente “palestinos” sino de cualquier origen, “identidad”, etnia o religión! Los asesinos no dudan en hacer alarde de sus sangrientos crímenes, el general Rabin afirma en la Knesset respondiendo a las críticas de “derecha”, que: “Yo he expulsado tres veces más de palestinos que ustedes, el Likud” (diciembre del 87).

¡Hoy día, un número cada vez más importante de burgueses del mundo entero se dan cuenta que la cuestión de los campos resulta cada vez más insostenible, lo que no es el producto de un halo de humanidad que hubiese enternecido el corazón de aquellos que, desde siempre, solo responden al metálico y frío dinero, sino porque para todos ellos es claro que la situación puede transformarse en “incontrolable” incluso para las fuerzas de la OLP! Un militar israelita, miembro del Kibutz Beit Guvrin, declara: “La explosión es inevitable, esta situación vergonzante de pobreza es el ingrediente de una bomba de tiempo”.

Hoy día, desde los “territorios ocupados” (Cisjordania y Gaza) parten todos los días cerca de 120.000 obreros para trabajar en Israel. Todavía es de noche cuando los camiones vienen a buscarlos y será ya de noche cuando los despositan, con la prohibición formal de permanecer en Israel. El salario que se les da es la mitad que el que recibe un obrero de nacionalidad israelita, más del 40% de lo que ganan regresa al Estado de Israel bajo la forma de impuesto.

En Jebalya, campo de 45.000 refugiados en Gaza, el campo es un laberinto de callejuelas que en muchos casos solo tienen 80 cm. de largo. Las alcantarillas desbordan, la densidad de la población es una de las más elevadas del mundo, siempre hay gente en las calles, los niños corren con los pies desnudos en una alfombra de botellas y de pedazos de hierro oxidado. Los barcos pesqueros tienen obligatoriamente que ser pintados de color amarillo vivo para ser fácilmente identificados y se prohíbe a los pescadores alejarse más de 12 km. de la costa.

En Deishe (Cisjordania) y también en Napluse, todas las callejuelas del campo fueron obturadas con toneles de hormigón para obligar a la gente a entrar por la misma vía de acceso. Por la noche se alumbra el campo con proyectores y la ruta queda totalmente trancada con alambres de púas. Cotidianamente: prohibición de salir del campo, obligación de permanecer durante horas parados, bajo un sol insoportable y sin agua, allanamientos inesperados, registros corporales, interrogatorios en las noches… Represalias permanentes, en las que se destruye todo con bulldozer o se dinamitan habitaciones, hospitales, escuelas.

Y, cada vez más: son los colonos que se encargan de las expediciones punitivas, con fusiles 22 atacan a todo aquel que se atrevió a lanzar piedras o aquellos que merodean cerca de sus propiedades.

Hoy, es la primera vez en la historia de los enfrentamientos en los “territorios ocupados” que la participación en las manifestaciones es tan masiva, y que el desbordamiento de la OLP es tan general. Dicha fuerza es, a pesar de ello, la más potente en el control de las masas capacitada para transformar esta lucha contra las condiciones miserables de vida que tienen que soportar estos sectores del proletariado mundial, en una lucha de conquista de territorios, de defensa de un Estado, de liberación nacional con connotaciones antiimperialistas, es decir para hacer de esta lucha una guerra fratricida en la cual el proletariado “palestino” y los proletarios “israelitas” o “libaneses” o “sirios”, “jordanos”, “egipcios”, “iraquíes”… se matan en beneficio del capital.

Es también la primera vez, en esta época, que las manifestaciones de solidaridad con la lucha de los proletarios de Gaza y Cisjordania desbordan las fronteras y se extienden desde Jerusalén Este hasta el Cairo…

En el Líbano, donde la burguesía creía haber eliminado el peligro proletario a través de la liquidación sistemática de los proletarios amontonados en los campos, los motines del año pasado y las huelgas actuales, solidarizan a miles de proletarios de diferentes orígenes (nacionalidad o religión) lo que demuestra la realidad internacionalista de la lucha proletaria, y que no se trata del “problema palestino”.

El nivel de vida del proletariado es tan espantoso (bombardeos sistemáticos, hambre, salarios en extremo miserables…) que durante los motines del pasado verano los proletarios linchaban a los calificados como “dolarizados” y demolieron bancos, casas de cambio… en fin todo lo que simbolizaba el dinero, la riqueza cruelmente acumulada sobre sus espaldas y de la cual están privados.

Cuando en el Líbano, el proletariado lucha por sus intereses inmediatos defiende, al mismo tiempo, los intereses de la lucha de los proletarios en Cisjordania, Gaza y Jerusalén-Este; todos llevan adelante una misma lucha contra las condiciones drásticas de vida heredadas de tantos años de guerra, de la guerra perpetua que la burguesía lleva contra el proletariado contra su fuerza de clase; es decir contra el proletariado forjando su comunidad de lucha para terminar con su condición de clase explotada.

Si insistimos sobre la real existencia del internacionalismo proletario en estas luchas, no es para ocultar la gran debilidad de la lucha, que es justamente la de no reconocer esta identidad de intereses y, consecuentemente, la no centralización de sus fuerzas. No es la combatividad, ni la masividad que hacen falta, sino la determinación clara de contra quien se lucha, la definición neta del enemigo de clase. Enemigo que la burguesía, a través de su democracia y de sus diversos representantes: sindicatos, partidos, frentes de resistencia… trata de hacerlos cada vez más difusos.

Así, cada vez que el movimiento se radicaliza, la OLP se subdivide en todas las tendencias que se requieren: de izquierda como de derecha, pro-sirios o pro-iraquíes… islámicos o cristianos, cada cual más extremista que el otro. Todo este teatro es montado para que toda crítica, todo distanciamiento con respecto a su dirección, a sus objetivos de lucha, no salgan del marco de la defensa del Estado palestino. Y, si a pesar de todo este abanico de formaciones, digna de toda representación parlamentaria, se desdibujan tendencias clasistas en rompimiento con el nacionalismo, y que intentan organizarse fuera y contra de la OLP (que tiene su propio ejército, prisiones… como todo Estado que se respeta) esta responde con la tortura, con la prisión, con la persecución sistemática y con el asesinato.

Hoy día, en el interior de este marasmo democrático-nacionalista-de resistencia o de liberación… no pareciera perfilarse1, después de semanas de enfrentamiento, una ruptura que exprese explícitamente la tendencia real a la autonomía de clase. Los enfrentamientos son desordenados, sin objetivos precisos, sino el de atacar al enemigo inmediato y fácilmente designado: las fuerzas represivas del Estado de Israel. Pero esta falta de perspectiva corre el riesgo de agotar la combatividad proletaria; las consignas de la OLP de resistencia pasiva materializan, evidentemente, este objetivo que permitiría, a mediano plazo, otro “arreglo del conflicto” a través de una nueva masacre.

A pesar de todas estas debilidades de la lucha, todos los Estados temen la desestabilización del orden capitalista en esta región y que Jerusalén, después de Beirut, se transforme en otro punto de concentración de todos los conflictos en el Medio Oriente, perspectiva que sería nefasta para la burguesía mundial por la misma posición particular del Estado de Israel en la región. En efecto, la función de gendarme, atribuido (¡y muy bien asumida!) solo es posible si este mantiene una cohesión interna, una paz social relativamente bien establecida2.

Si el proletariado israelí, como consecuencia de la extensión del movimiento a Jerusalén-Este, comenzara a reconocer en la lucha de sus hermanos de clase en Jerusalén, Gaza, Cisjordania, Líbano… su propia lucha, esto sería el fin de la función específica del Estado de Israel. Ya los dos años de servicio militar obligatorio, que tiene que soportar la juventud en Israel, no son bien aceptados y con el desarrollo de los conflictos, el Estado comienza a temer que “el ciudadano se oponga al soldado”, “el civil al militar”, que al interior de su ejército (históricamente uno de los más fuertes del mundo, pero también muy sometido a prueba últimamente) se desarrolle la insumisión, ¡el rechazo de ir a combatir! El problema actual de la burguesía mundial es que ningún Estado está realmente capacitado a tomar el relevo.

Por su parte el Estado de Israel afirma sus propias calidades. Históricamente, por su “firmeza” por su capacidad de “agresión” y de represión feroz, lógicamente posible por una unidad nacional excepcional, verificada especialmente en la guerra de los seis días y las sucesivas olas de represión anti-obrera que fue no solo confirmada su función internacional específica sino extendida a toda la región; lo que al mismo tiempo implicó un nuevo y gran aflujo de capitales de la “diáspora” y del mundo entero.

Si hoy día existen discrepancias al interior del gobierno israelita entre “halcones” y “palomas” es porque la gestión de los territorios “ocupados” plantea cada vez mayores problemas al Estado. Se hicieron sugestiones secretas a Egipto para que tomase el control de Gaza (como antes del 67) pero dicho Estado no aceptó. Nadie quiere ocuparse de esta masa de proletarios de la cual más de la mitad (51,3%) nació durante la ocupación y fue educada en el odio hacia el Estado Israelita y que están dispuestas a reproducir este odio frente a cualquier otro ocupante. Y si hoy la ONU hace algunas declaraciones humanistas y críticas del Estado de Israel no es para condenar la represión de la lucha proletaria, pues el debate verdadero es ¿quién puede encargarse de aplastar de una vez por todas las posibilidades de explosión de lucha concentradas en estos campos, sin que dicha recrudescencia de la represión constituya un factor de endurecimiento y extensión de la lucha en toda la región?

Cuando más habla la burguesía de paz, más está preparando la guerra. Todos los planes de paz de la burguesía mundial, como sus cumbres de Hafez-el Assad a la de Ammán, de Damasco a Alger…, confirman el papel de gendarme del Estado Israelita en esta región. Evidentemente, su paz es la paz de los cementerios. Para la burguesía el aplastamiento de todos los bastiones proletarios de la región es la condición necesaria para la estabilización de la situación y para la reorganización del proceso de valorización de los capitales. Cuando la burguesía congela por un tiempo las relaciones de fuerza establecidas entre todas las fracciones burguesas, la paz capitalista, la paz social, le permite relanzar su búsqueda desenfrenada del beneficio a partir de una explotación cada vez más violenta de la fuerza de trabajo de los proletarios.

Cuando en los llamados territorios ocupados, sobre una población de más de un millón y medio, 60 mil colonos sionistas, alrededor de 4% de la población, poseen el 28% de las tierras (en las cuales trabajan como peones los proletarios expropiados) y gozan de subvenciones del Estado, cuando los otros ven partir, lo poco que reciben, al Estado bajo la forma de impuesto; cuando unos disponen de 27.000 m³ de agua por cabeza y por año, y los otros no pueden tener más que 200 y pagan cuatro veces más caro,… cuando los que gozan de estos privilegios son casi exclusivamente de nacionalidad israelita y los que revientan en la miseria son “refugiados”,… es decir, cuando la división en clases se entre mezcla con una separación voluntaria burguesa de las “identidades nacionales”, las condiciones existen para distorsionar el odio de clase en un odio a-clasista, es fácil distorsionar el odio de todos estos proletarios “refugiados”, “palestinos” y otros en un odio del Israelita, sin distinción de clase, sea este burgués o proletario.

Lo mismo sucede en el África del Sur donde los proletarios son mayoritariamente negros y los burgueses blancos, la burguesía mundial explota esta situación y nos habla de racismo del “apartheid” para ocultar el antagonismo de clase a través de una polarización racial. En el Medio Oriente, la burguesía y su vanguardia la OLP, intenta transformar el antagonismo de clase en una polarización nacionalista, en un conflicto entre israelitas y palestinos, en un problema de compatibilidad o no de coexistencia de dos “pueblos”.

Para la población de los “territorios ocupados”, en donde la proletarización más terrible corresponde al hecho de ser deportado, es también fácil de hacerle creer que la desgracia de su suerte es debida a la falta de nacionalidad.

Para esta población que tuvo que sufrir la represión sangrienta realizada por un ejército “extranjero”, es fácil hacerles pasar las fronteras de clases por fronteras territoriales y, consecuentemente, la lucha contra las condiciones de vida que se les impone por una lucha de “liberación nacional”.

En los campos, desde la más tierna infancia los niños gritan “Viva la OLP”, “Palestina vencerá”, etc. desde que perciben un soldado israelita. En Gaza un refugiado, respondiendo a un periodista, muestra su permiso de circular en el cual se ha puesto un sello “UNDEFINED” (indeterminada) en la rúbrica “nacionalidad”; para luego decir: “No soy nada, no existo”.

Pero lo que el proletariado “undefined” debería darse cuenta es que lo que está escrito en su pasaporte es: proletario no rentable – debe eliminársele. Efectivamente, para el capital no existen más. Y si hoy el capital se encuentra molesto es porque estos proletarios, cuya fuerza de trabajo no le interesa, luchan, porque expresan la existencia de la clase proletaria.

“Los proletarios no tienen patria, no se les puede quitar lo que no poseen.” (Marx)

A los proletarios del mundo entero: cualesquiera sean las identidades nacionales con los que nos aturden, el “Estado”, la “bandera”, no son otra cosa que el espacio de nuestra explotación: ¡¿Qué coño cambia que seamos explotados por burgueses auténticamente palestinos o israelitas?! Todos los Estados del mundo deportan, meten en sus prisiones y asesinan a los proletarios según las necesidades del desarrollo de sus capitales. El beneficio es quien manda. El Estado Palestino será, como todos los Estados del mundo, un Estado de la burguesía CONTRA el proletariado. Si mañana los “refugiados”, los “undefined” adquieren la nacionalidad, el derecho de voto, etc. dicho título de ciudadanía nada cambiará, sino que ocultará el hecho de que los proletarios tienen el derecho de callarse, producir, escupir valor para enriquecer un mundo del cual siempre serán excluidos.

Hoy día, la burguesía mundial tiene miedo y por eso reflexiona seriamente (lo que no excluye la posibilidad de otra masacre) sobre la posibilidad de darles un derecho de ciudadanía a los “refugiados” de Gaza y Cisjordania. Miedo de la extensión de la revuelta proletaria y del cuestionamiento de los Estados de la región, miedo que los proletarios de Israel, Palestina, Líbano, Siria y otros lugares vean en sus luchas una única y verdadera comunidad, la del enfrentamiento contra el Estado.

Hoy la burguesía reflexiona a propósito de la ciudadanía, pretendiendo con eso apaciguar por un tiempo los antagonismos de clases, dando la ilusión a los proletarios que obtener una mejoría en este mundo. Pero la única cosa que habrá cambiado es el color de las banderas bajo las cuales seguirán trabajando como mulas, bajo las cuales vivirán miserablemente, cada vez más desposeídos, bajo las cuales irán a las guerras por intereses que no son los suyos…

Cuando los proletarios gritan “Viva la OLP, Palestina vencerá” y aspiran a elegir sus propios verdugos; en realidad están elevando gritos que están en contradicción antagónica con sus propios intereses de clase y están, así, lanzando las consignas que entierran sus propias luchas.

La OLP y sus diversas formaciones constituyen una de las primeras fuerzas operantes de la burguesía. Cuando estos organizan los comités de lucha, de defensa de refugiados, cuando participan en los enfrentamientos… el objetivo que persiguen es el de controlar el movimiento para desviarlos, conducirlos al impasse, extenuarlo y PARA AISLAR A LOS PROLETARIOS MAS COMBATIVOS Y ENTREGARLOS A LA REPRESIÓN, israelita, ¡si es posible… para alimentar la polarización!

Solo es necesario constatar que hoy en día, la OLP, teniendo todos los medios militares para hacerlo, no arme la lucha, sino que juegue la siniestra carta de la masacre de un pueblo desarmado. Arafat y todos los demócratas del mundo ante la extensión del movimiento, saben que el mismo es inocultable y prefieren, claro está, hacer el espectáculo de la condenación de la represión, tomando el caso de tal o tal niño que torturaron hasta la muerte. Si directamente boicotearan la información, correrían, claro está, el peligro de que el movimiento terminase asumiendo y expresando su carácter proletario e internacionalista. Es precisamente contra ello que la burguesía ha dado su versión de los hechos.

De lo que se trata, para la burguesía, es de legitimizar la revuelta de un “pueblo” contra una flagrante “injusticia social” y por ello preservar la imagen mayoritaria y mártir de la lucha. Para ello, la imagen espectacular de la piedra lanzada contra un tanque es muy eficaz. Es decir, mientras el proletariado no tome la iniciativa de organizar y armar su lucha, no podrá ir más lejos que una simple explosión sin perspectivas, lo que permitirá a la burguesía continuar adulando las debilidades del movimiento, con la apología de todo lo que va en contra de la lucha, de todas las ilusiones democráticas, pacifistas nacionalistas. Cuanto más se mantenga esta imagen, cuanto más asegurado esté el monopolio estatal de armas (¡y la OLP es un Estado!), más se destruye la perspectiva proletaria y la burguesía dejará caer una pequeña lágrima a causa de la triste vida de estos proletarios.

Esta es la misma respuesta de la OLP. En primer lugar, la OLP no arma la lucha porque armarla puede ser verdaderamente peligroso para la burguesía, visto el nivel de combatividad proletaria, y segundo, porque Arafat obtiene de esta situación muchas ventajas políticas. Por un lado, corteja a todos los jefes de Estado, demostrándoles que él es capaz, como lo otros jefes de Estado, de tomar el control de las luchas, de dirigirlas según las necesidades del capital, dejando la puerta abierta a uno u otro colega para operar una masacre nocturna que finalice el aplastamiento: es decir asegurar la paz social a cambio de una mayor proporción en la repartición de la torta. Por otra parte, pone en la balanza de las negociaciones, la posibilidad de armar la lucha para hacerle comprender a sus competidores que no solo su palabra tiene que ser respetada, sino que también tiene las armas que hacen valer su palabra.

Frente a todas estas maniobras politiqueras, en donde cada solución propuesta es sinónimo de masacres de centenas o de miles de proletarios, se desarrolla el integrismo islámico que por sus perspectivas radicales, recluta grandes masas de jóvenes proletarios que jamás pudieron ver otro horizonte que el de sus “campos” alambrados y por ello se reconocen difícilmente en las perspectivas de “reencontrar sus tierras ancestrales”, y que desde el nacimiento se mezclaron con inmigrantes de todo el Oriente, lo que desacredita los discursos nacionalistas y los hace más permeables a la dimensión universal del islamismo.

Hoy día la burguesía trata de captar el interés de la opinión pública hacia los “pobres desheredados” de los “territorios ocupados”. La comisión de los derechos del hombre de la ONU… todo el mundo, se asocia para evitar que se trasluzca que la situación de los campos de refugiados de Gaza, Cisjordania… es la misma que los de Soweto en África del Sur o las mines en Bolivia y que… o gran mito de la historia que no se puede tocar… los campos de concentración de la guerra del 40-45, célebres en Alemania pero que también existieron en Francia, Inglaterra, Rusia y con los que los Estados de todo el mundo colaboraron.

Es la propia existencia del capital la que produce estos campos. Ninguna “nacionalidad” de proletarios ha podido escapar al privilegio del genocidio. Es la única salida burguesa que se le reserva a la masa de proletarios excedentarios… en relación a las necesidades del capital y de su ejército de reserva… sea cual sea su origen, “palestinos”, “judíos”, “argelinos”, “bolivianos”, “argentinos”…

Los proletarios apátridas de Cisjordania y de Gaza concentran toda la condición proletaria; toda la historia de expulsiones, migraciones, amontonamientos, desposesión, explotación, exterminación, del proletariado del mundo entero. Si la burguesía se esfuerza en otorgar una patria a estos proletarios es porque ellos, por su propia tradición de lucha, representan el futuro del movimiento proletario. Y es a esto que le tiene terror la burguesía; por ello larga una campaña mediatizadora; por ello la OLP no arma a al movimiento.

Si en este texto hemos trazado las condiciones de vida de los proletarios en los campos no es para llamar, como lo hace la burguesía, a la piedad para que se viertan algunas lágrimas… sino porque estas son la forma exacerbada de las que vivimos aquí y en todo el mundo.

Desde los comienzos del movimiento, la burguesía, a pesar de que tuvo que reconocer la espontaneidad, masividad y desbordamiento de las estructuras de encuadramiento de la OLP, acusó a esta última de fomentar la revuelta. Esto hacía de la OLP “los promotores” y los representantes de los mártires lo que permitía la identificación de la lucha con la causa de la OLP. La imagen, así recreada, es favorecida por el hecho de que la burguesía está realmente dividida en fracciones concurrentes y que Israel lleva adelante una guerra contra la OLP.

Pero a pesar de todo lo que busca potenciar la burguesía, el movimiento de lucha del proletariado representa el futuro del movimiento proletario por no ser “palestino” porque desborda el encuadramiento de la OLP, porque lleva en si la perspectiva del desbordamiento de las fronteras de los “territorios ocupados”, porque puede desarrollar su autonomía de clase situándose afuera y contra de todas las tendencia de la OLP y del Estado burgués mundial, porque es una expresión de la lucha del proletariado mundial CONTRA la burguesía mundial.

1 Puesto que la información que tenemos es la que la burguesía filtra.

2 Paz social, históricamente asegurada por el hecho de que el Estado de Israel fue constituido sobre la base del sionismo. Desde sus inicios fue un Estado de voluntarios, cada componente era minuciosamente seleccionado; todo esto implicó, como ya lo dijimos, la expulsión de poblaciones que por su misma historia no podían Identificarse con la causa sionista.

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