Doménico Losurdo: “El concepto de hegemonía de Gramsci ha sido pervertido”

Eddy Sánchez Iglesias

Gramsci entiende la hegemonía como la reconstrucción de la autonomía ideológica y política de los sectores populares y ese es el objetivo que vio nacer al Partido Comunista Italiano (PCI) en 1921.

Del 19 al 21 de octubre Madrid contó con la presencia del filósofo italiano Doménico Losurdo en la apertura del curso académico realizada por la Fundación de Investigaciones Marxistas, a través de sendas conferencias dedicadas a Gramsci.

El que es sin duda uno de los pensadores más importantes en la Europa de hoy, llenó de forma consecutiva las emblemáticas aulas magnas de la UCM de San Bernardo y de la Facultad de Ciencias Políticas, lo que constituye una muestra más del interés que Antonio Gramsci despierta en nuestro país.

Mundo Obrero tuvo el honor de compartir los debates con uno de los máximos referentes intelectuales de la izquierda contemporánea en el marco de la presentación de la edición en castellano de su obra “Antonio Gramsci. Del liberalismo al comunismo crítico”, de Oriente y Mediterráneo ediciones.

Mundo Obrero: ¿En qué momento situaría la evolución del pensamiento de Antonio Gramsci desde su liberalismo inicial hacia el marxismo?
Domenico Losurdo:
Su progresiva aproximación al marxismo y a las ideas socialistas son consecuencia de una evolución política y personal muy influida por las tradiciones revolucionarias del Risorgimento italiano y por su condición social humilde y de alguien proveniente de la Italia más pobre. En dicha evolución hay un punto de inflexión que yo situaría en la I Guerra Mundial, ante la cual Gramsci reacciona a través de una pregunta, ¿cómo evitar algo como la guerra? La respuesta la encuentra en la Revolución Rusa, que para Gramsci es una Revolución contra la guerra, una revolución dirigida a evitar la guerra y que los obreros se maten entre ellos.

M.O.: ¿Qué significado tenía la I Guerra Mundial para Gramsci?
D.L.:
Aquí es donde se podría enmarcar uno de los primeros conceptos políticos clave de Gramsci, me refiero al de revolución pasiva. Para Antonio Gramsci la I Guerra Mundial y el fascismo significan la recuperación de la iniciativa política de la burguesía y la superación de la crisis política que el capitalismo sufría desde 1848. El ascenso del movimiento obrero y la atracción que las ideas socialistas tenían para una parte de los pueblos coloniales y de la propia intelectualidad europea se interrumpe con el auge de las ideologías nacionalistas y el colonialismo. El proyecto colonialista permite dividir a los obreros europeos y los pueblos coloniales y a los propios obreros europeos entre sí, mientras que con el nacionalismo la burguesía coopta a una parte importante de los intelectuales, la gran mayoría burgueses, que con la ideología nacionalista vuelven a integrarse en su clase social de origen y rompen su simpatía hacia el movimiento socialista y el pensamiento marxista. En el caso italiano el colonialismo y el nacionalismo permitieron unir a la burguesía en torno al fascismo, mientras que el racismo consiguió dividir al proletariado del norte con el campesinado del sur. El nacionalismo como ideología, el colonialismo como práctica política y la guerra como el marco privilegiado de relaciones internacionales devuelven la iniciativa a la burguesía por medio del ejercicio de la revolución pasiva, que tiene en el exsocialista Mussolini uno de sus máximos ejemplos.

M.O.: ¿Dónde podríamos situar la característica principal de esa revolución pasiva que describe Gramsci?
D.L.:
Al recuperar la iniciativa política en momentos de crisis, la burguesía utiliza la rebelión como forma reaccionaria. Es lo que Gramsci denomina rebelión como elemento de “subversivismo reaccionario”, término que en mi opinión explica perfectamente lo que significó Mussolini o Berlusconi después.

M.O.: Es en este punto donde su libro sitúa los conceptos gramscianos de sociedad civil y estado. En las conferencias impartidas en Madrid usted ha insistido mucho en la confusión que la izquierda actual tiene al respecto de dichos conceptos. ¿Dónde situaría esos problemas teóricos?
D.L.:
Hay una concepción errónea por parte de algunos sectores de la izquierda contemporánea, que ven a la sociedad civil como algo puro y al Estado como algo corrupto, esquema que por otro lado, es consustancial a la visión que desde el liberalismo se tiene de la sociedad civil. Para Gramsci esta separación no existe y pone varios ejemplos, el más significativo cuando analiza el caso de la Guerra Civil en EE.UU. en el siglo XIX. En ese conflicto existía una sociedad civil blanca propietaria profundamente racista que defendía la esclavitud y se opuso al Estado abolicionista apoyado mayoritariamente por parte de los Estados del norte. Podríamos observar fenómenos parecidos en la actualidad en Venezuela donde una parte de la sociedad civil es procapitalista y se moviliza contra el Estado bolivariano, o como una parte importante de la sociedad civil de los países centrales de Europa se opone al Estado social, casos en lo que se dan expresiones de rebeldía social que adquieren un contenido profundamente reaccionario.

M.O.: ¿Se podría decir que la dicotomía entre sociedad civil y estado en Gramsci es falsa?
D.L.:
No existe una definición de sociedad civil como algo separado del Estado, ambos planos operan dialécticamente y se influyen, es por tanto una dicotomía falsa. Tampoco existe en Gramsci una visión de la revolución por fases, una especie de orden cronológico que primero lleve a trasformar la sociedad civil para luego transformar el Estado. Lo verdaderamente revolucionario no es tanto “lanzar o conquistar” la sociedad civil contra el estado, sino articular un movimiento de oposición al estado liberal y a la parte de la sociedad que lo apoya y defiende, lo que lleva a Gramsci a formular un concepto superador de ambos como es el de sociedad política, la revolución como impulsora de un Ordine Nuovo, un orden social nuevo en torno a una sociedad política nueva de carácter no capitalista. La revolución como un nuevo Risorgimento.

M.O.: Este punto nos lleva al concepto de hegemonía y a las diferentes lecturas que del mismo se hacen en la actualidad.
D.L.:
El concepto de Gramsci de hegemonía ha sido pervertido. La lucha por la hegemonía no es solo la realización de propaganda o una cuestión de discurso. Para Gramsci se trataba de reconstruir la autonomía ideológica y política de los sectores populares y ese es el objetivo que vio nacer al Partido Comunista de Italia (PCI) en 1921. En esa reconstrucción política de la clase trabajadora frente al fascismo la hegemonía es el concepto clave, ya que es la expresión de un proyecto que permita unir a los obreros del norte de Italia con los campesinos del sur en la creación de un nuevo bloque histórico, que por un lado tenía una dimensión nacional al perseguir la reunificación definitiva de Italia al acabar con el atraso del sur -la cuestión meridional-, y por otro, defendía una dimensión popular de un proyecto de superación del dominio del bloque dominante por un nuevo orden social en torno a la clase trabajadora y los sectores populares de toda Italia. La hegemonía es la expresión de ese proyecto político histórico, que permitiría recuperar la iniciativa perdida al pueblo italiano frente al viejo bloque de poder a la ofensiva con el fascismo. De ahí la gran fuerza del PCI, que no sólo era el partido más sensible a los problemas del pueblo de Italia, sino que para muchos italianos era el único partido nacional.

M.O.: Concepto de hegemonía que nos permite llegar a otro de los temas importantes de los debates que sobre Gramsci tiene la izquierda europea actual. Me refiero al papel de los intelectuales y el papel del partido.
D.L.:
El pensamiento político de Gramsci es un pensamiento dirigido a resolver problemas prácticos que surgen de su militancia revolucionaria. La crisis del 29 no lleva a la revolución, sino que en el marco de lo que fue una de las grandes crisis del capitalismo, la burguesía logra conservar el poder haciendo uso de la guerra. La I Guerra Mundial acaba con la fuerza que tenía la consigna de “Proletarios del mundo uníos”, al evitar la unidad del proletariado el cual se fragmenta en su apoyo a las diferentes burguesías nacionales en el momento del inicio de la guerra. En ese momento se coopta algún elemento revolucionario (ya he hablado de Mussolini) y lo inserta en el sistema con lo que se intenta decapitar al movimiento revolucionario. Este proceso de cooptación afecta sobre todo a los intelectuales, que en momentos de crisis se radicalizan y se acercan a la izquierda, pero que en momentos de recuperación de la iniciativa política por parte de la burguesía a través del nacionalismo, vuelven a su clase de origen (aquí estaría el caso de Kautsky) y abandonan su vinculación con la clase trabajadora y el marxismo. De ahí la necesidad para Gramsci de un nuevo concepto de intelectual, un intelectual de nuevo tipo al servicio de ese nuevo bloque histórico que Antonio Gramsci llama intelectual colectivo y que ya no asocia a una persona individual, sino a un colectivo político organizado, el Partido Comunista.

M.O.: Usted habla de cierta “perversión” del pensamiento de Gramsci. ¿Dónde la situaría?
D.L.:
Gramsci sigue profundamente a Lenin. Hacer una lectura de Gramsci fuera de esta realidad pretende desprender de Gramsci de su contenido revolucionario. Se intenta construir un Gramsci desprovisto de su vinculación con el movimiento comunista, de la misma forma que Benedetto Croce hacía con Marx.

Fuentes:

http://www.mundoobrero.es/pl.php?id=5283

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