El papel de la Iglesia Católica croata en los crímenes de guerra fascistas

Elías Puente

Cuatro días después de que el ejército alemán invadiera Yugoslavia, Croacia proclama el 10 de abril de 1941 su independencia. Ante Pavelic, dirigente del movimiento fascista ustachi, se convierte en jefe del Nuevo Estado. El 16 de abril de 1941 el arzobispo Alois Stepinac, vicario de la iglesia católica en Croacia, da su apoyo al dictador Pavelic. La iglesia católica, la Alemania nazi y la Italia fascista apoyaron al Estado croata, que adopta leyes racistas, llevando a cabo una política de purificación” que hace palidecer a la ejecutada por los alemanes nazis. Un tercio de la población serbia (de religión ortodoxa) fue deportada, un tercio obligada a convertirse por la fuerza al catolicismo y otro tercio exterminado.

Habiendo participado el clero católico en estos crímenes, las relaciones entre el Vaticano y el Estado yugoslavo tras la guerra quedaron profundamente afectadas. El arzobispo Alois Stepinac y otros criminales de guerra fueron juzgados y condenados en 1946. En 1952 Yugoslavia rompió relaciones con el Vaticano cuando el Papa fascista Pio XII se atreve a nombrar cardenal al citado arzobispo criminal. Alois Stepinac fue beatificado por Juan Pablo II el 3 de octubre de 1998.

Es revelador que el conflicto que destruyó Yugoslavia se viera agravado y se precipitara cuando Alemania y el Vaticano reconocieron, en 1991, la independencia de Croacia contra la opinión de otros países, como Estados Unidos y Francia.

Sobre los crímenes del Estado fascista ustachi, Jacques Merlino escribe en su libro “Las verdades yugoslavas que no se pueden nombrar”: “La iglesia católica, dirigida por Stepinac acompaña a ese movimiento, y a veces lo anima. Existen numerosos documentos y testimonios sobre las atrocidades y crueldades cometidas en esa época. Se llenarían libros y mas libros…”, añadiendo que “la complicidad de la iglesia católica en este genocidio está aceptada”. El alto clero de la iglesia católica croata había establecido una estrecha colaboración con las autoridades ustachis, con el arzobispo de Zagreb, el mencionado Alois Stepinac, a la cabeza. Este da la bienvenida al nuevo Estado y su bendición a Ante Pavelic. La mayoría de los obispos católicos (en Sarajevo, Split, Hvar, Krk, Senj, Djakovo, Banja Luka, Sibenik, etc.) trabajaron activamente con el régimen, portando un cierto número de sacerdotes y monjes el uniforme de los ustachis, y especialmente los franciscanos de Bosnia, que nunca disimularon su participación en los crímenes… “Existe un convencimiento basado en argumentos de que el Vaticano, tras la guerra, dirigió una organización de antiguos fascistas croatas que ayudó a la evasión de millares de criminales nazis”. “Esta organización fue la que permitió la huida del dictador Ante Pavelic (amigo de Alois Stepinac)”.

Tras la derrota del nazi-fascismo Ante Pavelic, presidente croata, se refugió en España. El régimen croata ustachi se distinguió por su crueldad, hasta el punto de que los alemanes lo consideraban como “excesivamente brutal”.

El régimen que surge tras la I Guerra Mundial agrupó a los eslavos del sur en el llamado Reino de Yugoslavia. En 1934, tras la subida de Hitler al poder, las potencias europeas establecen algunos contactos ante la amenaza que suponía y los incumplimientos del Tratado de Versalles.

Ese año el rey Alejandro de Yugoslavia visita Francia, dispuesto a firmar una alianza defensiva, pero en las calles de Marsella es asesinado junto con el ministro francés de Asuntos Exteriores, Louis Barthou. Las investigaciones ofrecían tal panorama de implicaciones que sólo una pequeña parte de la trama se hizo pública. La investigación del caso determinó que los autores del asesinato, miembros de la organización terrorista ustachi de Croacia, habían recibido dinero, armas y pasaportes falsos de las autoridades nazis en Munich, de Mussolini y de la Hungría de Horthy.

El 6 de abril de 1941 Hitler ataca el Reino de Yugoslavia. El ejército yugoslavo sólo consigue defenderse heroicamente durante apenas 11 días, pero su único enemigo no era el ejército alemán.

La quinta columna, organizada por el alto mando alemán llevó a cabo una serie de sabotajes y ataques en la retaguardia. Alemania e Italia lanzaron su ataque sorpresa sobre Yugoslavia el 6 de abril de 1941 y al mismo tiempo en muchos lugares de Croacia los ustachi formaban bandas armadas, que atacaban por la retaguardia a grupos aislados del ejército yugoslavo. Las bandas de los ustachi eran, en su propio país, las encargadas de colaborar con el ejército invasor del Eje en las tareas de destrucción de las líneas de comunicación y de sabotaje de los movimientos del ejército yugoslavo.

Entre esos comandos figuraban abundantes sacerdotes católicos, preludio de las matanzas que se iban a llevar a cabo durante los cuatro años de guerra. La puñalada por la espalda al ejército yugoslavo estaba muy probablemente preparada y diseñada desde los tiempos del asesinato del rey Alejandro.

La comisión de investigación que Yugoslavia crea tras la derrota del nazi-fascismo no tuvo que investigar demasiado para reunir las pruebas del protagonismo y de los culpables de un genocidio que sigue hoy día silenciado. Las pruebas estaban todas escritas. Centenares, miles de artículos en periódicos, boletines y publicaciones de la Iglesia Católica, durante el régimen ustachi, desvelaban cómo se llevaron a cabo los crímenes, y cuáles eran las orientaciones que se transmitían a la hora de eliminar a cientos de miles de personas en razón de su religión.

El genocidio, evidentemente, no sólo tuvo como diana al pueblo serbio, de religión ortodoxa, sino también a aquellos croatas que se enfrentaron al Nuevo Estado clerical fascista, a los musulmanes que no aceptaron la invasión, alemana, a socialistas, comunistas, gitanos, y naturalmente y muy especialmente, a los judíos, contra quienes se dirigieron especialmente los obispos católicos.

Pero ¿a qué se debió aquella confianza, aquella imprudencia que hizo que todas las pruebas del genocidio se pusieran por escrito? ¿Qué tipo de confianza llevaba a los frailes franciscanos a fotografiarse rodeados de sus víctimas decapitadas y mutiladas, algo que nunca jamás hicieron los nazis alemanes? De hecho, la abundancia en internet de testimonios gráficos es enorme…

Todo fue un inmenso error. Su convencimiento de que había comenzado el Imperio de los Mil Años preconizado por Hitler les hizo alardear de haber colaborado con los comandos terroristas ustachis, del uso de los monasterios para conspirar, de la organización de los jóvenes católicos en los llamados “Cruzados”, y en definitiva, de cómo se había llevado el complot por parte de la jerarquía en el Vaticano para que Alemania se apoderase de parte de Yugoslavia, implantando un siniestro y criminal régimen, el primer régimen teocrático en Europa, regido por la jerarquía católica croata.

No cabe duda de que parte del clero católico se había preparado a conciencia para el alzamiento. Su plan consistía en destruir Yugoslavia y toda posibilidad de unidad serbo-croata, creando una Croacia independiente en forma de estado fascista. Y lo habían puesto por escrito, por ejemplo, en “Hrvatski Narod” (25 de abril de 1941) donde se puede leer que jóvenes sacerdotes distribuían en Dubrovnik el programa nacionalista croata y reclamando la separación de Serbia ya en 1925. En “Nova Hrvatska” del 1 de junio de 1943 se lee que Ivan Mikan, canónigo de Ogulin, colaboraba muy de cerca con el futuro ministro Dr. Lovro Susic y que estaba preparando espiritualmente al pueblo para la proclamación de la independencia croata.

En el centro, el fraile franciscano Miroslav Filipovic-Majstorovic (Hermano Tomislav). Estuvo al frente del campo de exterminio de Jasenovac a partir de Abril de 1942. Se hizo notar por matar a niños prisioneros con sus propias manos. Fue condenado a muerte y ahorcado con el hábito que solía vestir en el campo. La orden franciscana tuvo un relevante papel en el genocidio, y, al final de la guerra, en la organización y socorro de los nazis, usando el Vaticano como lanzadera hacia América del sur.

El 11 de abril de 1941, un día después de la entrada del traidor Kvaternik y del ejército alemán en la capital croata, la emisora de radio de Zagreb instruía a la gente para dar la bienvenida al ejército alemán e indicaba que en las parroquias católicas se respondería a todas las preguntas y se darían instrucciones sobre las tareas por realizar. De este modo desde el primer día de ocupación nazi las parroquias católicas fueron utilizadas como centros de propaganda política al servicio de los invasores y de sus colaboradores ustachi. Cuando Ante Pavelic vuelve de Italia, en donde estaba refugiado, a su paso por la ciudad de Ogulin el canónigo Ivan Mikan anuncia su “programa de festejos”: “Tendremos una purga… los perros serbios serán conducidos a través del río Drina”. A los genocidas clerical-fascistas se les podrá acusar de sus crímenes, pero de nada más. Anunciaban sus planes con claridad meridiana, y se sentían orgullosos de su “claridad de ideas”.

Por ejemplo, en el boletín del arzobispo de Sarajevo, “Katolicki Tjednik” (número 35 del 31 de agosto de 1941) podemos leer un “vibrante articulo” del sacerdote Petar Pajic, en donde nos anuncia que “…hasta ahora Dios hablaba a través de encíclicas papales, numerosos sermones, catecismos, publicaciones cristianas, a través de los heroicos ejemplos de los santos, etc., y ¿cuál fue el resultado? No quisieron escuchar, estaban sordos. Ahora Dios ha decidido emplear otros métodos. Va a organizar las misiones ¡Las misiones de Europa! ¡Las misiones del mundo! Que serán defendidas no por sacerdotes sino por comandantes del ejército guiados por Hitler. Los sermones se escucharán con la ayuda de cañones, ametralladoras, tanques y bombarderos. El lenguaje de estos sermones será internacional. Nadie podrá decir que no entendió ya que todo pueblo conoce con certeza lo que son la muerte, las heridas, la enfermedad, el hambre, el miedo, la esclavitud y la pobreza”.

En las postrimerías de la última Guerra Mundial el partido croata fascista construyó una red paralela propia para su defensa, y poder escapar de los juicios de los tribunales por crímenes de guerra. Son esas redes de “huida” lo que en la bibliografía se conoce como “ratlines”, las vías de las ratas.

Estas vías ustachis tenían su sede en Roma, y fueron construidas con el necesario apoyo y protección del Vaticano. Es un episodio más del significante papel de la Iglesia católica en las estrategias globales de la guerra fría y la política estadounidense para Europa.

Estas “ratlines” fueron rápidamente detectadas e igualmente protegidas por el llamado Counter Intelligence Corp del Ejército norteamericano, que fue el precedente inmediato de la CIA. A partir de 1948, con el inicio de la guerra fría, se amplia el ámbito de las operaciones secretas cuya responsabilidad descansaba sobre antiguos fascistas, y empieza el flujo de millones de dólares hacia organizaciones, publicaciones y agentes fascistas croatas y albaneses. E, independientemente, de su proclamada lucha contra el “comunismo», había un objetivo: romper Yugoslavia. La supervivencia y continuidad del fascismo croata, que volvió al poder bajo la presidencia de Franco Tujdman en 1991, fue responsabilidad del gobierno norteamericano y de estas políticas. La pervivencia de estos fascismos y su responsabilidad en la guerra civil que asoló la antigua Yugoslavia en la década de los 90 está abundantemente recogida en la bibliografía.

¿Por qué juega Roma un papel esencial en la huida de los criminales de guerra? Se hace difícil contestar a esta pregunta, si pensamos que el fascismo fue derrotado en Italia. Pero si bien el gobierno fascista fue derrocado, su aliado más importante y poderoso, la Iglesia Católica, evitó cualquier castigo o represalia. La protección por parte de la Iglesia a nazis y fascistas se llevó a cabo sin ninguna molestia por parte de las potencia vencedoras en la guerra; y no es nada sorprendente que por parte del Vaticano jamás se ha renunciado a los contenidos de muchas declaraciones antijudías y pro-fascistas emitidas a lo largo de las décadas de los años 30 y 40. Pero, en particular, hay una organización, muy cercana al núcleo duro del Vaticano, que tiene una especial responsabilidad de organizar el escape a la mano de la justicia de los criminales fascistas.

Esta organización se denominaba Intermarium, que desarrolló estrechas relaciones con los partidos nazis y fascistas desde los primeros años 30, pero que continuó durante y después de la II Guerra Mundial. Entre sus miembros encontramos individuos con responsabilidades de gobierno en los países fascistas; además de los líderes ustachis, tenían miembros en Eslovenia, Eslovaquia, Hungría, Ucrania y Lituania. El favoritismo por parte del Papa Pio XII hacia el fascismo croata no era ningún secreto, y es a través de los canales vaticanos como Intermarium recoloca a los fascistas en América del Sur.

Y no sólo elementos individuales. En 1946 Intermarium obtiene la intervención de Pio XII para poner a buen recaudo una división completa de las Waffen SS, compuesta de ucranianos (11.000 personas) y sus familias. No creemos que haga falta recordar que esta división participó en algunos de los más salvajes crímenes de la historia, como fueron las eliminaciones masivas de judíos, rusos y comunistas en Ucrania y Polonia. En palabras vaticanas, simplemente eran “buenos soldados…” (Citado por John Keegan en Waffen SS: the Asphalt Soldiers, Purnell’s History of the Second World War, Londres, 1970).

En líneas anteriores se ha tratado la participación y la supervisión por parte de los clerical-fascistas de las deportaciones y ejecuciones en masa de judíos y comunistas, como en Latvia y Lituania, y del genocidio serbio en Croacia, en aras de un “Estado católico puro”. Algo que hay que mencionar es la participación que tuvieron las divisiones musulmanas en Bosnia, que entonces formaba parte del estado de Croacia.

Croacia constituyó dos divisiones pertenecientes a las SS formadas por musulmanes bosnios, la 13 División “Handjar” y la 23 División llamada “Kama”. Hubo una tercera división musulmana encuadrada en las SS, la División “Skanderberg”, formada por musulmanes albaneses y montenegrinos, pero la más importante fue la mencionada “Handjar”, orientada doctrinalmente por el Gran Mufti de Jerusalén en el racismo anti-judio y anti-serbio. Militarmente, fué derrotada por los partisanos que supuestamente iba a combatir, por lo que se dedicó principalmente a la menos peligrosa tarea de eliminar civiles serbios. Debieron efectuar bien ese trabajo, porque lo que era una mayoría de población serbia en Bosnia se convirtió en una minoría tras la guerra.

Los franciscanos fueron los más distinguidos en estos actos que hoy llamaríamos limpieza étnica y, entre ellos sin duda destaca Krunoslav Draganovic, por su trayectoria durante y después de la guerra. Secretario del arzobispo de Sarajevo, Draganovic se convirtió tras la independencia de Croacia en uno de los líderes ustachis, llegando a ser coronel y participando directamente en la organización y ejecución de matanzas de serbios. Además Draganovic trabajó en el Ministerio para la Colonización Interna, encargado del reasentamiento de católicos y musulmanes en las tierras de los serbios ejecutados o deportados, así como de la administración de los bienes robados a estos. En 1943, ante el cambio del curso de la guerra, Draganovic fue enviado a Roma como representante de la Cruz Roja Croata para ocupar el cargo de secretario del Instituto Croata del Colegio de San Girolamo degli Illirici, con muy buenas recomendaciones para el Papa Pío XII del arzobispo Alois Stepinac. En realidad, su misión en Roma era preparar lo que luego sería la principal vía de escape de los jerarcas ustachis, incluido Pavelic, vía Italia; el llamado “Pasillo Vaticano” en el que se hicieron célebres también otros clérigos como el austriaco Alois Hudal.

Hudal, rector del Colegio Pontificio de Santa Maria dell’Anima y representante de la Conferencia Episcopal Alemana ante el Papa, se hizo famoso ya antes de la guerra por su antisemitismo (afirmaba entre otras cosas que el estado liberal era el responsable de haber derribado los muros del gueto) que le llevó a dar su visto bueno a las leyes de Nuremberg, y por intentar conciliar el nazismo con la fe católica. Hudal, ferviente nacionalista alemán, veía el nacionalsocialismo como una continuación del Sacro Imperio Romano Germánico, que podía hacer frente al peligro del marxismo y el judaísmo.

Además, Draganovic aparece como personaje central en la desaparición de unos 350 millones de francos suizos que procedían del expolio de los serbios, judíos y gitanos deportados. Según varias fuentes, el dinero fue sacado de Yugoslavia vía Austria, previo pago a las autoridades británicas de 150 millones para que hicieran la vista gorda. Hay constancia del uso de ese dinero para compensar a empresas británicas que habían sido utilizadas en el esfuerzo bélico.

El resto fue depositado en el Vaticano, y sirvió para pagar la huída y posterior exilio de los fascistas croatas en España y Sudamérica. Por el Colegio de San Girolamo, convertido en otro de los centros de la organización Odessa, pasaron también criminales de guerra nazis como Klaus Barbie, el carnicero de Lyon o Josef Mengele. Además, se sabe que algunos de los fugitivos fueron escondidos en otras dependencias del Vaticano así como en Castelgandolfo, residencia de verano del Papa, lo que hace difícil creer que las altas esferas vaticanas no estaban al tanto de la trama, tal como aseguran.

En esa época Draganovic ya había establecido contacto con el mencionado más arriba servicio de contraespionaje americano (C.I.C.), que financiaba y daba el visto bueno a algunas de estas operaciones, con la excusa de que los fugitivos eran combatientes anticomunistas. Además, Draganovic aprovechó el tirón para hacerse con una pequeña fortuna puesto que, aún siendo por presuntos motivos caritativos, el hecho es que cobró 1.500 dólares a algunos de los fugitivos por los documentos falsos que les entregó, así como 650 por el transporte hasta Argentina.

En el año 2000 la firma americana de abogados Easton & Levy inició acciones legales contra el Vaticano y la orden franciscana, así como contra varios bancos de Argentina, Suiza, España, Austria, Italia, Portugal y Alemania, representando a los herederos de los serbios expoliados durante la guerra, en un intento de que se reconociese ese otro holocausto sucedido en ella, así como la participación de la Iglesia Católica.

Fuentes:

https://movimientopoliticoderesistencia.blogspot.com/2016/02/el-papel-de-la-iglesia-catolica-croata.html

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