El mundo entra en la época del capitalismo

Julio Tuñón Osoro

Las masas populares de Rusia, lo mismo que las de otros países, lucharon durante siglos contra la opresión. Más de una vez se alzaron en armas, pero no se sacudieron las cadenas con que las tenían aherrojadas los explotadores porque no veían claro el objetivo de su lucha y no estaban organizadas. Solo con el surgimiento de la clase obrera, cuyas condiciones de vida enseñan a luchar con firmeza, espíritu de organización y unidad, el pueblo tuvo un dirigente seguro y adquirió fuerza. La clase obrera creó por primera vez una organización, un partido, que dirige conscientemente la lucha de las masas.

En octubre de 1917, los obreros y campesinos de Rusia derrocaron a los terratenientes y capitalistas e iniciaron la construcción de una nueva sociedad, libre de toda opresión y violencia. Transcurrieron poco más de cinco lustros, y una tercera parte de la humanidad emprendía ya la senda del socialismo, por la que los pueblos de Rusia marcharon los primeros. El siglo XX pasó a ser el siglo de la liberación de la humanidad de la explotación y de la opresión, el siglo de la lucha por la supresión de las guerras de rapiña y por la paz eterna.

Para comprender los asombrosos cambios producidos en el mundo y el papel desempeñado en ellos por la Unión Soviética hay que saber que época adivino  en los albores del siglo XX. A esta época se le conoce con el nombre de imperialismo, y acarreo a la humanidad nuevas calamidades. Pero fue ella precisamente la que creó las condiciones para emancipar verdaderamente de la explotación a los trabajadores.

El imperialismo es resultado del desarrollo de la sociedad capitalista, su etapa superior y última. Los capitalistas compiten todo el tiempo encarnizadamente. El ansia de enriquecerse inspira más y más todos los pensamientos y acciones de cada capitalista. Como arañas encerradas en un bote, los capitalistas más fuertes aniquilan a los débiles, los grandes arruinan a los débiles, los grandes arruinan a los pequeños y medianos. Poco a poco, la producción de mercancías se fue concentrando en manos de un pequeño grupo de grandes capitalistas. En busca del máximo beneficio se fueron uniendo asociaciones, en monopolios. Los dueños de los monopolios determinan la magnitud de la producción, establecen precios ventajosos para ellos y se reparten los mercados y las fuentes de materias primas.

Poco a poco fueron adueñándose de casi toda la producción de las mercancías más importantes y dominaron el mercado.

Representantes de los monopolios ocuparon los principales puestos del Estado. El dominio de los monopolios ha agravado la situación de los trabajadores de los países capitalistas. Crecen los precios de las mercancías, y la vida encarece. Van en aumento los impuestos que oprimen a los trabajadores. Poderosas asociaciones de capitalistas se lanzan contra los obreros, arrebatándoles lo conquistado en larga y empeñada lucha. El Estado invierte con creciente frecuencia en los conflictos entre obreros y explotadores, defendiendo los intereses de estos últimos.

Los pequeños propietarios se ven impotentes frente el embate de los monopolios, la suerte de los campesinos depende más y más de los omnipotentes bancos, que conceden créditos y dictan los precios. El gran capital estrangula despiadadamente a los artesanos y los pequeños comerciantes y, cuando no los arruina por completo, los supedita a sí plenamente. Los monopolios aumentan la dependencia, con respecto al capital de los intelectuales: los maestros, médicos, ingenieros, empleados, periodistas, escritores, artistas……, la vida del pueblo se hace cada vez más triste.

Los monopolios concentraron en sus manos riquezas enormes y comenzaron a sentirse estrechos en su marco nacional. En su afán de obtener altos beneficios, se lanzaron con gran ímpetu hacia otros países, sobre todo a los no desarrollados. Al comenzar el siglo XX, las mayores potencias capitalistas se habían repartido el mundo. La Gran Bretaña, el mayor Imperio colonial. Dominaba en una cuarta parte del mundo. Una tercera parte de África se hallaba en poder de  Francia. Alemania daba alcance a Inglaterra y a Francia en el saqueo de los pueblos africanos. Los EE.UU. se habían apoderado pérfidamente de Cuba y Filipinas y, cual un gigantesco pulpo, extendían  sus ansiosos tentáculos hacia las riquezas de América Latina.

Las pequeñas potencias no quedaban a la zaga: Bélgica, Holanda y Portugal, poseían territorios que superaban de setenta a ochenta veces su superficie. El imperialismo agravó las calamidades que sufrían los trabajadores de los países capitalistas y unció el yugo colonial a los pueblos no desarrollados. Pero todo eso era poco. El imperialismo sumió en la sima de guerras mundiales de exterminio a toda la humanidad. El desarrollo desigual del capitalismo provoca que los países más adelantados exijan una mayor parte del botín robado a los pueblos oprimidos; pero como el mundo ya se encuentra repartido, para la obtención de nuevos mercados y fuentes de materia prima no tienen otros medio que el empleo de la fuerza.

La causa de las guerras imperialistas es la lucha por un nuevo reparto del mundo. Y mientras el imperialismo era dueño del mundo, esas guerras eran inevitables. Los imperialistas sofocaban las revoluciones donde quiera que estallaran. El  capitalismo se hizo un obstáculo para el progreso, Lenin lo comparo con un ricachón ahíto que se pudría vivo y no dejaba vivir a lo joven. Por eso Rusia se vio en el centro de los acontecimientos mundiales de la historia contemporánea.

Teoria Marxista-Leninista del COMPENDIO DE HISTORIA DEL PARTIDO COMUNISTA DE LA UNIÓN SOVIÉTICA.

Fuentes:

El mundo entra en la época del capitalismo

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