Marx frente a nosotros

Ernesto Estévez Rams

Es conocido que en el monumento que encabeza la tumba de Marx, en el pedestal debajo de su cabeza gigante se recoge aquella tesis que planteara que los filósofos solo habían interpretado el mundo de diversos modos; de lo que se trataba era de transformarlo.

Quien toma el primer tomo de El Capital y comienza a leer, se percata, casi de inmediato, de que su autor está sentando, sobre bases científicas, un cuerpo colosal de conocimientos económicos.

Y como todo esfuerzo monumental, comienza por definir la epistemología que guiará su empeño. Con ello se quiere decir que va estableciendo aquello que les llaman categorías, y que los científicos naturales hablan de variables que serán pertinentes a lo que se estudia.

Luego de las definiciones, vienen los teoremas. Y todo eso Marx lo hizo partiendo de que la realidad objetiva determinaba el resto de las cosas, y lo hacía, la realidad, en la dinámica siempre cambiante de su existencia.

A eso le llamamos materialismo dialéctico, y si somos consecuentes con ello, tendremos que entender que, en ciencia, la verdad se busca desde la realidad y se comprueba en ella, no en tertulias más o menos enjundiosas.

La ciencia no se hace como los antiguos griegos, cuando materialismo o idealismo, por igual, no rebasan el ámbito de lo especulativo, y la suerte del debate se determinaba por el carisma de los que allí diletaban, o por la preparación de los contrincantes. Lo cierto es que, fintas apartes, la filosofía no había rebasado mucho ese estado de cosas.

Cuentan sus allegados que Marx se sumergía día tras día, semana tras semana, mes tras mes, en la biblioteca británica, hurgando en libros de contabilidad de las empresas. Buscaba, como el científico que era, esa realidad objetiva que se había medido y reflejaban los libros para, del análisis de ella, llegar a certezas.

Y no era Marx persona que se retirara de las polémicas, pero ellas, en su justa función social, servían para contrastar las hipótesis que emergían y que en última instancia debían ser confrontadas otra vez con la data que reflejaba la realidad externa a la subjetividad de los individuos.

Un 14 de marzo declararon muerto a Marx. Desde entonces, el acto de matarlo ha ocurrido reiteradamente, demasiadas veces, demasiado pocas para sus ejecutores.

Pero la realidad es esa que, cuando dejamos de creer en ella, se mantiene frente a nosotros. El acto consecutivo de eliminarlo solo habla del fracaso sistémico de lograrlo.

Me atrevo a asegurar, contra la evidencia de la imagen, que la cabeza de Marx sobre el pedestal de Highgate, sonríe.

Fuentes:

ERNESTO ESTÉVEZ RAMS. Marx frente a nosotros

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