Lenin sobre “Los Lacayos”

Lenin

Los camaradas han traído del Sur algunas publicaciones mencheviques, eseristas, etc., que nos permiten echar un vistazo a la “vida ideológica” del otro lado de las barricadas, del otro campo. El Misl(1) de Járkov, de Bazárov y Mártov, el Griaduschi Dien(2), de Miakotin y Peshejónov, Bunakov y Vishniak, Potrésov y Grossman; el Yúzhnoie Dielo(3) y Obtedinenie(4), de Balabánov y S.Ivanóvich, Miakotin y Peshejónov: estos son los nombres de las publicaciones y los de algunos de sus más conocidos colaboradores. A pesar de tratarse sólo de unos pocos números sueltos de las citadas publicaciones, despiden un aroma tan fuerte y penetrante que en seguida uno siente que está entre los lacayos. Intelectuales instruidos que se consideran y se llaman socialistas, impregnados hasta la médula de prejuicios burgueses y aduladores de la burguesía: eso es, en fin de cuentas, toda esa caterva de escritores. Hay muchos matices entre ellos, pero no tienen gran importancia desde el punto de vista político, pues sólo consisten en el grado de hipocresía o sinceridad, de torpeza o habilidad, de tosquedad o sutileza con que cumplen su deber de lacayos de la burguesía.

I
Los lacayos deben llevar libreta y guantes blancos, tener un aspecto civilizado y modales apropiados. Al lacayo le está permitido tener cierto amor por el pueblo: por una parte esto es inevitable, porque el medio que provee de lacayos debe ser menesteroso, y por otra parte incluso es ventajoso para el amo, ya que le da la posibilidad de “practicar” su filantropía, en primer lugar, naturalmente, entre los individuos “sumisos” de la población de los cuales se recluta criados, dependientes y obreros. Cuanto más inteligentes y cultas son las clases que tienen lacayos, más sistemática y premeditadamente llevan a cabo su política, utilizando a sus lacayos para espiar entre los trabajadores, para dividir a los trabajadores, haciendo concesiones a una parte de ellos, para fortalecer sus propias posiciones y para interesar a sus “fieles servidores” en el acrecentamiento de la fortuna del amo con la esperanza de recibir una tajada, etc., etc. Claro está que al lacayo le es permitido tener amor por el pueblo sólo en grado muy modesto, y sólo con la condición obligatoria de que manifieste sentimientos de humildad y obediencia además de su disposición de “consolar” a los trabajadores y explotados. Digamos, entre paréntesis, que Feuerbach dio una respuesta muy acertada a quienes defendían la religión corno fuente de “consuelo” para la gente; consolar al esclavo, decía, es beneficioso para el esclavista, mientras que el verdadero amigo de los esclavos les enseña a indignarse y a rebelarse, les enseña a sacudirse el yugo, y no los “consuela”. El lacayo embellece las flores artificiales que sirven para “consolar” a los esclavos encadenados por la esclavitud asalariada. Los defensores de la liberación de los hombres de la esclavitud asalariada arrancan de las cadenas las flores artificiales que las adornan, para que el esclavo aprenda a odiar sus cadenas con mayor conciencia y energía, a romperlas lo antes posible y a tender su mano hacia flores verdaderas. La necesidad de combinar una dosis muy moderada de amor por el pueblo con una fuerte dosis de obediencia y defensa de los intereses del amo, inherente a la situación del lacayo, engendra inevitablemente la hipocresía característica del lacayo como tipo social. Aquí se trata de un tipo social, y no de cualidades individuales. El lacayo puede ser el hombre más honesto del mundo, un miembro modelo de su familia y un ciudadano ejemplar, pero está fatalmente condenado a ser un hipócrita porque la característica principal de su oficio es combinar los intereses de su amo, a quien se ha “comprometido” a servir “con devoción y lealtad”, y los intereses del medio social en que se reclutan los criados. Por lo tanto, si se analiza el problema desde el punto de vista político, es decir, desde el punto de vista de millones de personas y de las relaciones entre millones de hombres, indefectiblemente se llega a la conclusión de que las características principales del lacayo, como tipo social, son la hipocresía y la cobardía. El oficio de lacayo inculca estas cualidades, y son las más esenciales desde el punto de vista de los esclavos asalariados y de la masa de trabajadores en cualquier sociedad capitalista.

II
Intelectuales cultos, que se dicen mencheviques, socialdemócratas, eseristas, etc., quieren enseñar política al pueblo. Por ello se han visto obligados a tocar el problema fundamental de la época en que vivimos: la transformación de la guerra imperialista en guerra civil. Veamos cómo argumentan acerca de este problema. En Obiedinenie, el señor P. Yushkévich dedica todo un artículo a “La revolución y la guerra civil”. A qué género de literatura (si puede llamarse literatura) pertenece este artículo, podrá juzgarse por los dos siguientes argumentos del autor:

“…Al proponerse como objetivo una revolución que se hace por los intereses de la mayoría y es realizada por esa mayoría, el socialismo no tiene ninguna razón (!!) para recurrir a los métodos (!!!) de la guerra civil a lo que fatalmente se ven condenadas las minorías que toman el poder… La clase más avanzada de la sociedad contemporánea, cuando ha alcanzado el grado de madurez necesario para comprender plenamente su misión emancipadora universal y las tareas que ésta lleva aparejadas, debe rechazarla (la guerra civil) junto con los otros restos de la barbarie histórica…”

¿Verdad que es una joya? Inmediatamente después de la revolución bolchevique, la burguesía rusa comenzó a buscar acuerdos y a concertar acuerdos con la burguesía extranjera contra los obreros y trabajadores de su propio país. Los mencheviques y eseristas apoyaron a la burguesía. Lo mismo ocurrió en Finlandia a comienzos de 1918. Lo mismo ocurrió en el Norte de Rusia y en el Sur, a principios de 1918, cuando los demócratas constitucionalistas, los mencheviques y los eseristas, en alianza con los alemanes, trataron de ahogar a los bolcheviques. Lo mismo volvió a ocurrir en Georgia. Los alemanes dieron a Krasnov dinero y armas. Más tarde, la burguesía de la Entente sobornó a los checoslovacos y a Denikin, y desembarcó sus tropas en Múrmansk, Arjánguelsk, Siberia, Bakú y
Ashjabad. La burguesía internacional, primero la alemana y luego la anglo-francesa (muchas veces las dos juntas), le hicieron la guerra al proletariado victorioso de Rusia. ¡Y se presenta un hombre que se dice socialista y que pasándose al campo de la burguesía aconseja a los obreros que “rechacen” los “métodos de la guerra civil”! ¿No es acaso un Judas Golovliov(5) del más moderno estilo capitalista? Se me dirá tal vez que Yushkévich no es más que un vulgar plumífero de la burguesía, que no es figura característica de ningún partido y que ningún partido responde por él. Pero eso sería falso. En primer lugar, todo el equipo de colaboradores y la tendencia de Obiedinenie demuestran que esta forma particular deservilismo es característica de toda la cofradía menchevique eserista. Y en segundo lugar, tenemos el ejemplo de L. Mártov. Este personaje es el menchevique más destacado (y quizá el más “de izquierda”) y, además, un miembro muy respetado de la Internacional de Berna, que está de acuerdo con su jefe ideológico, K. Kautsky. Echemos un vistazo a las reflexiones de Mártov. En el número de Misl de abril de 1919, Mártov escribe sobre el “bolchevismo mundial”. Conoce a fondo las publicaciones bolcheviques y sobre el bolchevismo. He aquí lo que escribe acerca de la guerra civil:

“…En las primeras semanas de la guerra tuve ocasión de escribir que la crisis que había provocado en el movimiento obrero era, ante todo, una “crisis moral”, una crisis de pérdida de la confianza mutua entre los diferentes sectores del proletariado, y de pérdida de la fe de las masas proletarias en los viejos valores morales y políticos. No podía imaginar entonces que esa pérdida de la confianza mutua, esa destrucción de los vínculos ideológicos que durante las últimas décadas unieron, no sólo a reformistas y revolucionarios, sino también, en ciertos momentos, a socialistas y anarquistas, y a unos y otros con los obreros liberales y cristianos; no podía imaginar que esa destrucción pudiera conducir a la guerra civil entre proletarios…”

La cursiva es del señor Mártov. El mismo subraya que hace aquí, específicamente, la apreciación de la guerra civil. Y puede ser incluso que subraye su total acuerdo con Kautsky, quien, en todo caso, razona de la misma manera sobre la guerra civil. En este razonamiento hay tanta infamia refinada, un cúmulo tal de mentiras, un engaño a los obreros, una vil traición a sus intereses, una actitud tan hipócrita y de apostasía hacia el socialismo que asombra comprobar cuánto servilismo han acumulado los Kautsky y los Mártov en decenas de años de “jugar” al oportunismo. En primer lugar, cuando Kautsky y Mártov derraman lágrimas hipócritas a propósito de la “guerra civil entre proletarios”, intentan ocultar su deserción al campo de la burguesía. Pues en realidad la guerra civil se libra entre el proletariado y la burguesía. Jamás ha habido en la historia, ni puede haber en una sociedad de clases, una guerra civil entre la masa explotada y la minoría explotadora, en la cual una parte de los explotados no se haya puesto del lado de los explotadores y luchado con ellos contra sus propios hermanos. Cualquiera que sepa leer y escribir reconocerá que el francés que en la época de la sublevación campesina en la Vendée(6), en favor de la monarquía y de los terratenientes, hubiese deplorado la “guerra civil entre campesinos”, habría sido un lacayo de la monarquía, repugnante por su hipocresía. Pues bien, los señores Kautsky y Mártov son otros tantos lacayos de los capitalistas.
La burguesía internacional, mundialmente poderosa, trata de estrangular a los obreros victoriosos de un país por haber derrocado el capital, y arrastra tras de sí a algunos de los obreros engañados, mal informados, embrutecidos, mientras que canallas como Kautsky y Mártov derraman lágrimas sobre la “guerra civil entre proletarios”. ¡Esos personajes han tenido que recurrir a tan repugnante hipocresía, ya que no pueden reconocer abiertamente que, en la guerra civil entre la burguesía y el proletariado, están del lado de la burguesía! En segundo lugar, Mártov, como Kautsky y toda la Internacional de Berna, saben perfectamente que gozaban de la simpatía de los obreros como socialistas porque predicaban la necesidad de la revolución del proletariado. En 1902, Kautsky escribía acerca de la posible vinculación entre la revolución y la guerra, y decía que la futura revolución proletaria probablemente coincidiría en mayor medida con la guerra civil que las revoluciones anteriores. Y en 1912, en el Manifiesto de Basilea, toda la II Internacional declaró solemnemente que la guerra inminente traería aparejada la inminente revolución proletaria. ¡Y cuando estalló esa guerra, los “revolucionarios” de la II Internacional se portaron como lacayos de la burguesía! En noviembre de 1914 los bolcheviques declararon que la guerra imperialista se transformaría en guerra civil. Y así fue. Esto es ahora un hecho en escala mundial. Hablando del “bolchevismo mundial”, Mártov se ve obligado a reconocer este hecho. Pero en vez de reconocer honestamente su total fracaso ideológico, el derrumbe de las ideas de todos aquellos que, con la mueca despectiva del pancista, rechazaban la idea de transformar la guerra imperialista en guerra civil, en vez de ello ¡¡Mártov “señala” hipócritamente a las “masas proletarias” afirmando que “han perdido la fe en los viejos valores morales y políticos”!! Los renegados achacan a las masas su propia traición. Las masas simpatizan con los bolcheviques y emprenden en todas partes el camino revolucionario. Y en esto consiste la culpa de las masas, según la “teoría” de quienes durante toda su vida juraron lealtad a la revolución y al estallar la revolución se encontraron en el campo de la burguesía contra el proletariado. En tercer lugar, antes de la guerra había dos teorías distintas en lo referente a la lucha dentro del socialismo. Kautsky y Mártov, como la mayoría de los oportunistas, consideraban que los reformistas y los revolucionarios constituían dos tendencias legítimas, alas necesarias del movimiento único de una sola clase. Se condenaba las divergencias entre estas dos tendencias. Y se reconocía como inevitable su acercamiento y fusión en todos los momentos importantes de la lucha proletaria de clase. Los partidarios de una división eran acusados de miopía. Los bolcheviques tenían un criterio diferente; consideraban a los reformistas como vehículos de la influencia burguesa entre el proletariado, admitían una alianza con ellos como un mal transitorio en situaciones que, evidentemente, no eran revolucionarias, y consideraban inevitable una ruptura con ellos y una escisión cada vez que la lucha adquiría un carácter serio, agudo” en especial al estallar una revolución. ¿Quién ha demostrado tener razón? Los bolcheviques. En todo el mundo la guerra provocó una división en el movimiento obrero cuando los social patriotas se pasaron al campo de la burguesía. Después de Rusia, esto se puso de manifiesto con mayor claridad en Alemania, país capitalista avanzado. Defender ahora los “vínculos ideológicos” de los reformistas con los revolucionarios equivale a apoyar a esos verdugos surgidos del movimiento obrero como Noske y Scheidemann, que ayudaron a la burguesía a asesinar a Rosa Luxemburgo y Carlos Liebknecht, y a matar a miles de obreros por su lucha revolucionaria contra la burguesía.

Notas:
1 “Mysl” (“Pensamiento”): revista menchevique, primero semanal y luego quincenal; se editó en Járkov de enero a julio de 1919. Aparecieron 15 números. El artículo de Mártov El bolchevismo mundial que menciona Lenin fue publicado en abril-julio, en los núms. 10, 12, 13 y 15 de la revista.
2 “Griaduschi Dien” (“El Mañana”): revista de tendencia menchevique; se editó en Odesa. Aparecieron dos números: núm. 1 en marzo y núm. 2 en abril de 1919.
3 “Yúzhnoe Dielo” (“La Causa del Sur”): recopilaciones periódicas mencheviques que se editaron en 1918 en Járkov y Kíev. Aparecieron sólo dos cuadernos.
4 “Obiedinenie” (“Unificación”): revista mensual de tendencia menchevique-eserista; se editó en Odesa desde setiembre de 1918 hasta 1920 bajo la redacción de N. Osipóvich y P. Yushkévich. Aparecieron cinco números. El artículo de Yushkévich La revolución y la guerra civil, que menciona Lenin, se publicó en el núm. 1-2 de la revista, correspondiente a enero-febrero de 1919.
5 Judas Golovliov: terrateniente feudal, personaje de la obra del escritor satírico ruso M. Saltykov- Schedrín Los señores Golovliov, apodado Judas por la santurronería, hipocresía y crueldad.
6 Vendée: departamento del Oeste de Francia donde, durante la revolución burguesa, en marzo de 1793, se produjo un levantamiento contrarrevolucionario. La inmensa mayoría de los insurgentes eran campesinos atrasados instigados y dirigidos por curas y nobles contrarrevolucionarios. La sedición fue sofocada en 1795, pero los intentos de reanudarla se sucedieron en 1799 y en años siguientes. Vendée pasó a ser sinónimo de movimientos reaccionarios y de focos de contrarrevolución.

Publicado por primera vez en 1925 en el núm. 23-
24 de la revista “Bolchevik”.
T. 39, págs. 139-145

Fuentes:

Lenin sobre “Los Lacayos”

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