La URSS de los años 30 vista por la pluma y el pensamiento de los poetas César Vallejo y Miguel Hernández

Aday Quesada

A lo largo de la agitada década de 1930, dos poetas de envergadura –el peruano César Vallejo y el español Miguel Hernández – tuvieron la oportunidad de experimentar en carne propia el pulso de la Unión Soviética (URSS). Sus miradas, marcadas por la realidad del proletariado, así como los logros sociales y culturales que entendían se estaban produciendo en ese joven país, quedaron nítidamente reflejadas en sus obras literarias.

Vallejo, testigo presencial de este cambio revolucionario, centró su análisis en las vivencias de la clase obrera. Durante su estadía, llevó a cabo entrevistas a individuos de todas las clases sociales y profesiones. Desde 1928, tras un viaje desde su natal Perú y una estancia en Francia por motivos de salud, este observador incansable ya había manifestado su interés en el país soviético. Con el dinero destinado a su retorno al Perú, Vallejo decidió embarcarse en un viaje a la URSS.

EL VIAJE DE CESAR VALLEJO

Fue durante esta estancia cuando Vallejo destacó la falta de vigilancia policial en comparación con el control del pueblo sobre sí mismo, una realidad que Europa Occidental se negaba a reconocer. El escritor plasmó estas experiencias en «Reflexiones al Pie del Kremlin» (1931), libro que llegó a ser extraordinariamente popular en la República española.

Vallejo retornó a su país con una percepción renovada y pletórico de entusiasmo por los progresos sociales alcanzados por la Unión Soviética. Téngase en cuenta que en el espacio de un par de décadas, la Rusia paso de ser un país atrasado y feudal a convertirse en la segunda potencia mundial en múltiples aspectos tanto de su economía como en conquistas sociales.

 

    Gonzalo Santonja, profesor de la Universidad Complutense de Madrid, recuerda que esta visión contrastaba fuertemente con la realidad de su Perú natal, marcada por la miseria y una radical desigualdad social. Aquella experiencia también cambió su visión sobre el amor y el matrimonio, como quedó evidenciado en sus conversaciones con Ana Virof, una humilde trabajadora rusa. Tras este viaje, Vallejo se afiliaría al Partido Comunista.

MIGUEL HERNÁNDEZ, DEL PUEBLO Y EL ARADO, AL FUTURO

En el verano de 1937, Miguel Hernández, un poeta de la región alicantina española, todavía no muy conocido en el exterior, visitó la URSS para asistir al V Festival de Teatro Soviético.

    Aitor Larrabide, director de la Fundación Cultural Miguel Hernández, ha destacado que este viaje le permitió a Hernández conocer de cerca el régimen socialista que se había implantado en ese país.

Pese a su agenda frenética, Hernández mostró una profunda admiración por la sociedad soviética y su solidaridad. A su regreso a España, se comprometió a volver a las trincheras, manteniendo su firme adhesión a la causa antifascista. Esta experiencia también dejo una gran influencia en su obra, que quedó evidenciada en poemas como «La fábrica ciudad», en la que presenta su visión de la industria soviética.

Sobre su viaje a la URSS escribió artículos y poemas, en los que trató de dejar plasmadas cuáles había sido sus impresiones en relación con aquel gigantesco experimento social y político al que logró acercarse. En un artículo escrito para X , y titulado «La U.R.S.S. y España, fuerzas hermanas», expresamente dedicado a su viaje a la URSS, Miguel Hernández se expresó de esta manera:

 

     «Salir de España, donde vivir es vivir en carne viva, y hoy más que nunca; atravesar los Pirineos fue para mí arrancarme de un mundo cálido, desnudo, hirviente de pasión dentro de la paz y de la guerra, y hacerme pesar ante una humanidad de cartón, sentada en una comodidad de trenes de primera clase y un silencio de pobres fieras aisladas: hienas leyendo el periódico, sapos eructando chocolate, zorros y lobos mirándose de reojo y gruñendo de tener que rozarse. Cuerpos humanos aficionados a no serlo y propensos a ser larvas, moluscos, carne de pulpo y caracol viscosa, lenta.

    Esta mala impresión recibí al pasar por Europa camino de la U.R.S.S. Peor había de ser la que recibiera, a mi regreso de la U.R.S.S., atravesando la isla de Europa: Inglaterra, donde vi a los hombres más encerrados en un egoísmo de aguiluchos rapaces y en una elegancia monótona, uniforme, llena de bombines, cuellos duros y hoteles como cárceles de recreo: una elegancia de presidiarios capitalistas, que es elegancia, si lo es, por el traje, no por la anatomía, toda rigideces y composturas.

     En mi viaje a través de las naciones que hube de transitar para llegar a la patria espiritual de los trabajadores del mundo entero, no pude rectificar un gesto hostil que me salió en la boca y en la frente al enfrentarme con una humanidad automática, mecanizada, sorda por indiferencia egoísta al clamor de los pueblos atropellados; manca para darles ayuda por inhumanidad perezosa, por temor a tender los brazos y retirarlos manchados de sangre.

    Al pisar tierras de la URSS volví a sentir sobre mi rostro y mi alma el viento humano respirado por los hombres que no olvidan su ser de carne y hueso, su materia primera ennoblecida por el contacto diario con el trabajo y la vida de los demás.

     En los pueblos de la URSS, como en los de España, late un sentimiento familiar, fraternal de la vida, cegado en otros países, y en los del dominio fascista, sobre todo, por un resentimiento de castrados incapaces de convivir con sus semejantes y solo capaces de hacer arma mortífera de sus calamidades y defectos. Hitler y Mussolini son dos tipos representativos de esta casta de introvertidos que entienden que la vida es un sillón alto y aislado desde el cual se puede mirar con cejas de superioridad y dirigir despreciativamente el movimiento del mundo.

   En trenes poseídos de una pasión errante
por el carbón y el hierro que los provoca y mueve,
y en tensos aeroplanos de plumaje tajante
recorro la nación del trabajo y la nieve.

   De la extensión de Rusia, de sus tiernas ventanas,
sale una voz profunda de máquinas y manos
que indica entre mujeres: Aquí están tus hermanas,
y prorrumpe entre hombres: Estos son tus hermanos.

     Escribí estos versos y los que les suceden recorriendo las Repúblicas Soviéticas. En sus campos y sus ciudades se convive familiar, comunicativamente. El comunismo es convivencia, relación fraternal de los hombres en sus trabajos y en sus luchas. El fascismo dice al hombre: La vida eres tú solo: todo debe ser para ti. El comunismo, la experiencia de mi viaje por la URSS me hace afirmar esto firmemente, señala a cada persona: La vida no eres tú solo, que es además el resultado mejor de la unión de tus actividades materiales y espirituales con las mismas actividades de los demás.

     En los trenes, en las calles, en los caminos, donde menos se esperaba, el pueblo soviético venía hacia nosotros con los brazos tendidos de sus niños, sus mujeres, sus trabajadores. España y su tragedia tienen una resonancia profunda en el corazón popular de la URSS; y yo he traído de allá una emoción y una decisión de vencer, exasperada por el entusiasmo que vi reflejado en cada boca, en cada mirada, en cada puño de aquellos habitantes que aprendieron desde lejos, gritándola, nuestra dura consigna de no ser vencidos: ¡No pasarán!

    El interés en la URSS por nuestra suerte en la guerra alcanza febrilmente a las aldeas y los lugares más recónditos. Tienen una gran fe en nuestra victoria, y Madrid es para ellos la capital del heroísmo.

    Yo he cantado la obra gigantesca realizada por el pueblo soviético, que vive y trabaja con alegría y confianza en el porvenir del mundo.

   La juventud de Rusia se esgrime y se agiganta
como un arma afilada por los rinocerontes.
Suena la metalurgia dichosa de garganta
y vibran los martillos de pie sobre los montes.

   Con las inagotables vacas de oro yacente
que ordeñan los mineros de los montes Urales,
Rusia edifica un mundo feliz y transparente
para los hombres llenos de impulsos fraternales.»

Los caminos de Vallejo y Hernández se cruzaron en el vasto territorio de la hoy desaparecida Unión Soviética, quedando ambos profundamente marcados por los avances y las fuentes tensiones que se desarrollaban en aquellos momentos en aquel país. Desde las distintas perspectivas geográficas, estos dos grandes poetas, posiblemente los dos mejores en lengua castellana del siglo XX, nos dejaron retratos intensos y matizados sobre la Unión Soviética, con todas sus contradicciones y esperanzas.

Estos testimonios, llenos de fascinación e interrogantes, no solo reflejaron sus propias visiones y evoluciones personales, sino que también nos proporcionan una visión singular y valiosa de la URSS en la década de los 30 del siglo pasado, que de otro modo hubieran quedado ocultas en la penumbra.

A través de sus letras, Miguel Hernández y César Vallejo se prestaron a trazar  un puente literario entre la España de los años 30 y la Unión Soviética.

Y ese puente continúa siendo tan relevante hoy como lo fue entonces.

Fuentes:

https://canarias-semanal.org/art/34756/la-urss-de-los-anos-30-vista-por-la-pluma-y-el-pensamiento-de-los-poetas-cesar-vallejo-y-miguel-hernandez

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