Felipe González, representante del Partido Socialista Obrero Español, desde su llegada al gobierno, en 1982 (extendido hasta 1996) dio muestras de su desapego por uno de los principios básicos consagrados en el Estado de Derecho: la libertad de expresión y el respeto a la libre prensa.
El incisivo estilo del diario español El Mundo dio con algunos datos acerca de la actuación flagrante de González en el caso de los Grupos Antiterroristas de Liberación.
Cuando esa información vio luz se acentuó la fractura entre la línea de su Gobierno y los hechos; por ello acosó a la prensa –no sólo a El Mundo–, para acallar realidades y pretender que nada pasaba.
No obstante, en la pugna –que costó cargos, libertades y otras condiciones propias de quienes defienden la verdad– se impuso la veracidad y la mala imagen de González, a pesar de sus esfuerzos y presiones, fue quedando al descubierto.
Enfrentó nuevamente al mencionado diario que lo acusó de prevaricación (dictar una resolución de manera arbitraria) pero el medio resistió.
Durante su gobierno hubo periodistas presos y otros investigados por tratar temas referentes a corrupción y tráfico de influencia por parte de su gobierno.
Incluso, luego de ser asediado el director de la agencia oficial de noticias de España, Efe, Miguel Aguiar, fue despedido por permitir una crítica contra el vicepresidente del Gobierno, Alfonso Guerra.
González llevó a promover la promulgación de una ley para controlar los medios y hurgar en los aspectos de su financiamiento, para aumentar la presión.
Llegó a culpar a la prensa por “la mala imagen” de aquella España gobernada a su antojo y manipuló a la Corporación RTVE para adjudicarse privilegios monárquicos.
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