Impunidad, el mal endémico de España

Tomás F. Ruiz

Gracias a la impunidad que preside toda nuestra historia, los asesinos de aquellos últimos cinco jóvenes antifascistas que cayeron bajo las balas de un cobarde pelotón de fusilamiento en la madrugada del 27 de septiembre de 1975 siguen sin pagar por su crimen.

Parece ser una maldición, ya no de la Humanidad en general, sino en particular de nuestra maltratada y humillada patria con destino en lo universal, que una y otra vez estemos condenados a repetir la historia, una y mil veces a tropezar con la misma piedra: la premeditada y empedernida impunidad.

Si hay algo que pueda resumir, concretar en una sola cuestión, cuál es el mal endémico de este país, no cabe duda de que la palabra que mejor lo definiría sería “impunidad”. Impunidad que jueces y magistrados garantizan para los políticos y delincuentes de guante blanco que torturan y asesinan desde los cuerpos represivos del Estado; impunidad que el mismo rey garantiza condecorando públicamente a los torturadores; impunidad para los bancos españoles, que han robado sus ahorros y dejado en la calle a cientos de miles de familias por no poder pagar la hipoteca de sus pisos; impunidad también para los jueces desalmados que firman las órdenes de desalojo de esas familias. Impunidad para los que falsifican curriculums, para los que corrompen las instituciones, para los que engañan y mienten en los juicios y son recompensados por su maldad por el Estado.

Impunidad para todos los políticos corruptos que envenenan la democracia, para todos los reyes que huyen de la justicia, para todos los torturadores que viven al amparo del Estado español y son reclamados por la justicia internacional… Impunidad para todos menos para los separatistas: no, esos nunca deben quedar impunes porque han atentado contra la unidad de la patria y ese delito quebranta la España que heredamos de Franco.

¿Y qué hay de los monarcas españoles que, como Isabel y Fernando, gozaron ya de impunidad para exterminar todas las civilizaciones amerindias que no se les sometían? Desde el comienzo de nuestra historia oficial, uno tras otro, todos los caciques, soberanos y emperadores del imperio donde nunca se ponía el sol, han gozado de impunidad para violar los derechos del pueblo. Como corresponde a su podrida estirpe de sangre azul, la impunidad protege también al último de los Borbones, Felipe VI, que desde su inmerecido trono sigue imponiendo, con la complicidad de jueces y políticos, su ilegítima y espuria realeza.

Felipe VI condecora a torturadores y genocidas

Uno de los presuntos genocidas más requeridos por la justicia internacional, Rodolfo Martín Villa, acumula ya en su haber los galardones de la “Gran Cruz de la Real y Muy Distinguida Orden de Carlos III” y la “Gran Cruz de la Orden de San Raimundo de Peñafor”. El pasado año, Martín Villa recibió emocionado de manos del rey una nueva condecoración por la ejemplar matanza de obreros que él mismo promovió en las calles de Vitoria el tres de marzo de 1976. La imagen del rey de España homenajeando a un individuo buscado por la justicia internacional por torturas y crímenes contra la Humanidad, ha abierto los ojos a medio mundo sobre la monarquía española como máxima responsable de las torturas sistemáticas que, al igual que en la dictadura de Franco, se siguen practicando con absoluta impunidad en la España monárquica del 2020.

Impunidad de la extrema derecha

La impunidad puede ser tan prolongada que llegue cambiar el rumbo de la historia de un pueblo, haciéndole creer que lo mejor es el olvido de los crímenes cometidos y permitir que la impunidad continúe protegiendo a todos los asesinos. Es el caso de España, donde la impunidad permite que existan grupos de neonazis atacando impunemente a ciudadanos por las calles, mientras partidos fascistas como Vox, con representación parlamentaria, los alienten y sufraguen.

Impunidad es lo que estimula a las hienas neonazis de Valencia, protegidas tanto por la policía como por los jueces, a apalear brutalmente a sus víctimas. Tienen la certeza de que ningún juez firmará ninguna orden de búsqueda y captura contra ellos; saben que sus amigos policías le darán palmaditas en la espalda y cerraran los ojos para que huyan, cada vez que los encuentren con las manos manchadas de sangre.

Grupos de extrema derecha que justifican la violencia, la traición y el crimen como formas legitimas para tomar el poder, no pueden tener cabida en la institución democrática que es un parlamento. En febrero de 1936, apenas el Frente Popular ganó las elecciones en España, una de sus actuaciones inmediatas fue ilegalizar y desmontar todas estas organizaciones de terroristas que, como Falange Española, amedrentaban y asesinaban obreros para sembrar el terror… ¿No ha llegado el momento de hacer lo mismo con todos los criminales que gozan de impunidad en la España del 2020?

La impunidad del terrorismo de Estado

La impunidad que le suponía ser presidente del gobierno, fue también la tabla de salvación para Felipe González, el misterioso mister X que daba el visto bueno para que sus pistoleros a sueldo del GAL mataran sin piedad (punto este recientemente confirmado por la prensa norteamericana). Pero aun así, ningún juez se ha atrevido a reconocer al ex presidente de gobierno como máximo responsable e inculparlo como, capo mafioso, de todos los crímenes que estos pistoleros cometieron.

La misma impunidad para librarlos de la responsabilidad de sus crímenes, se aplicó cuando se juzgó al general de la guardia civil Enrique Galindo, así como a los terroristas José Barrionuevo, Rafael Vera, Sancristobal, José Amedo y Michel Domínguez. A todos estos asesinos se les garantizaron indultos que les permitieron salir de la cárcel a los pocos años de entrar. Una repugnante impunidad que los dejo de nuevo “libres y sueltos”.

La impunidad del rey

La impunidad de que gozan los empresarios corruptos, los magnates y políticos que se ufanan de infringir la ley cuantas veces quieran, tiene siempre como referente la impunidad de que goza en España la Casa Real. Esta impunidad no es de ahora, sino que viene de medio siglo atrás, de cuando el hoy rey emérito Juan Carlos I comprobó que, tras haber matado de un certero tiro a su propio hermano pequeño, no tuvo que someterse a ningún interrogatorio ni responder ante ningún juez. Si Juan Carlos fue capaz de salir impune de un acto tan bárbaro como es un fratricidio, no es de extrañar que el futuro rey de España supusiera que no habría límites para cuanto en el futuro se le antojara. Sabía que podía cometer cuantas tropelías le vinieran en ganas sin ninguna responsabilidad… ¿Cómo no va a traspasar todas las leyes que le vengan en gana alguien que ha sido educado para gobernar bajo una impunidad tan abyecta?

Impunidad de los políticos

Impunidad es lo que lleva a los políticos a hacer promesas falsas, a estafar y engañar a sus electores sin ninguna responsabilidad. La política es así: el arte de engañar al ciudadano para conseguir sus votos. Dejándose embaucar por las promesas que les hacen, la población consiente y perpetúa la impunidad de la clase dirigente, ampara sus mentiras por muy controvertidas que éstas sean, consensua su privilegio a infringir la ley cuando se les antoje y refrenda su potestad de burlarse de la ingenuidad del pueblo.

Que no nos extrañe que si dejamos que la impunidad se extienda más aún de lo que ya está, si permitimos que reyes, políticos, jueces y policías hagan siempre su voluntad sabiendo que no responderán ante ningún tribunal, será inevitable que este país degenere hasta un punto donde no haya ya marcha atrás. Será inevitable que entonces surjan grupos armados, organizaciones que, catalogadas como “terroristas”, practicarán la venganza como única alternativa a una justicia inexistente, como castigo a un sistema corrupto y falaz que ha hecho de la impunidad su cáncer terminal, del crimen sin castigo su enfermedad congénita.

Fuentes:

https://canarias-semanal.org/art/28682/impunidad-el-mal-endemico-de-espana

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