Entrevista a Greg Gödels: ¿es Rusia, según Lenin, un país imperialista»?

Greg Gödels

«Separar el imperialismo de sus raíces capitalistas condena al antiimperialismo a la ineficacia y al reformismo pequeñoburgués»

«Los rasgos con los que Lenin describe el imperialismo no se refieren a países individuales, sino al sistema capitalista-imperialista en su conjunto»

La guerra de Ucrania, que es también una guerra de la OTAN y EE.UU. contra Rusia, ha generado una controversia en la izquierda internacional que, hasta el momento, permanecía oculta bajo aparentes consensos. ¿Cuál es el carácter de este conflicto? ¿Se trata de una guerra entre el dominante imperialismo estadounidense y otro país que representa al «antiimperialismo»? ¿Es el imperialismo una forma de dominación que puede atribuirse exclusivamente al Occidente capitalista o, por el contrario, se trata de una etapa del capitalismo en la que, por tanto, se ven concernidos, de diferentes formas, todos los países capitalistas? En este artículo, el marxista y militante Fred Gödels ofrece un lúcido análisis sobre este tema, fundamental para ubicarse en el mundo actual, desde una perspectiva leninista, polemizando con otras interpretaciones (…).

El folleto de V. I. Lenin, Imperialismo fase superior del capitalismo, , sigue siendo la principal elaboración del concepto de imperialismo para los marxistas. Es el punto de partida para cualquier discusión sobre la dinámica global del capitalismo desde finales del siglo XIX hasta hoy.

Si bien el capitalismo ha tomado giros, vueltas e incluso desvíos desde la época de Lenin, su esencia sigue siendo la mismo: la explotación del trabajo en busca de beneficios, donde sea que se encuentren los trabajadores y los recursos. La evolución, concentración, crecimiento y desarrollo desigual del capitalismo son las condiciones necesarias para el imperialismo. El imperialismo no respeta fronteras sociales o políticas.

El follero Imperialismo captura las características del capitalismo moderno de monopolio. Sin embargo, muchos parecen fallar en leer el subtítulo de Lenin: La etapa superior del capitalismo (Editorial Internacional, 2004). No logran comprender que Lenin está escribiendo sobre, elaborando y explicando una etapa particular del capitalismo, no características de estados individuales. Está describiendo un período históricamente vinculado, un período en el que el capital en su forma madura y financieramente organizada, en su forma de monopolio, llega a dominar todo el mundo a través de las conquistas de las «grandes potencias». En palabras de Lenin:

«…debemos decir que la característica distintiva de este período [el imperialismo] es la división final del globo, no en el sentido de que una nueva división sea imposible, al contrario, nuevas divisiones son posibles e inevitables, sino en el sentido de que la política colonial de los países capitalistas ha completado la ocupación de los territorios no ocupados de nuestro planeta… en el futuro solo es posible la redivisión… (p. 76)»

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Como exige el método de Marx, Lenin está abordando procesos, tendencias; en este caso, la tendencia del capital a no solo dominar a las naciones-estado, incluso a regiones, sino al mundo entero. Es la completación o redivisión lo que define al imperialismo como una era histórica, un proceso que, a través de la competencia, crea alianzas y bloques en constante cambio. En última instancia, es la intensa competencia llevada más allá de las fronteras nacionales la que puede resolverse con armas, a través de guerras.

Estos procesos que Lenin asocia con el imperialismo ocurren de manera desigual y en diferentes formas. Después de la revolución bolchevique, la dominación del capitalismo de monopolio en todo el mundo se vio interrumpida por la existencia de la Unión Soviética. Se desató una cruzada anticomunista por parte de las grandes potencias capitalistas, pero el proceso subyacente siguió siendo el mismo: entregar a cada trabajador y campesino en manos del capital monopolista y financiero.

Una vez más, después de la Segunda Guerra Mundial, el creciente poder e influencia de una comunidad socialista resultó decisivo en la liberación de casi todas las antiguas colonias de las grandes potencias. Surgieron nuevos países «independientes» en Asia y África. Pero la tendencia subyacente identificada por Lenin se expresó nuevamente a través de una nueva forma de imperialismo: el neo-colonialismo.

El neo-colonialismo mantuvo las antiguas ventajas económicas para las grandes potencias dominantes, pero sin la carga de la ocupación y la administración. «Esferas de influencia», un término más benigno acuñado en el siglo XIX, capturó la tendencia del capital a penetrar en todos los rincones del mundo, al tiempo que ocultaba la subyugación implícita de las «colonias». Así nació una «independencia» dependiente, cimentada más por la necesidad económica que por la coerción descarnada.

Con la caída de la Unión Soviética, el andamiaje económico más viable para el desarrollo independiente fuera del sistema imperialista fue eliminado. Los comentaristas occidentales celebraron vigorosamente la perspectiva de la penetración capitalista sin trabas en todos los países sin excepción. Grandes mercados laborales ingresaron al sistema capitalista desde Europa del Este y Asia, reduciendo drásticamente los costos de bienes, servicios y, lo más importante, la mano de obra.

El capitalismo obtuvo un segundo impulso, disfrutando de tasas de crecimiento y ganancias más altas y estables.

Los capitalistas se apresuraron a abrir nuevos mercados, eliminar obstáculos al comercio, acelerar las inversiones extranjeras, asegurar la reciprocidad de una manera no vista desde las primeras décadas del imperialismo moderno. De hecho, las décadas posteriores del siglo XX se asemejaron a ese período anterior de imperialismo clásico para muchos marxistas.

Irónicamente, el triunfalismo capitalista sirvió para subrayar la atemporalidad de la teoría del imperialismo de Lenin. Una vez más, la economía global estaba dominada por la movilización de las grandes potencias, buscando ventajas económicas (explotación) y esferas de influencia.

Con Estados Unidos, al igual que Gran Bretaña en su gloria del siglo XIX, reclamando el derecho de determinar los términos de la actividad económica y el comercio mundial, se preveía un período de cooperación y paz. Según esta visión, los vínculos económicos y la dependencia mutua capitalista servirían para afianzar las relaciones sociales y políticas y asegurar la estabilidad en las relaciones internacionales. Un nuevo orden mundial sería bienvenido por todos y garantizado por Estados Unidos.

Aquellos pocos en Occidente familiarizados con el revisionismo marxista de principios del siglo XX notaron que esta ficción era notablemente similar a la teoría del «ultra-imperialismo» de Karl Kautsky, una teoría según la cual las grandes potencias dividirían el mundo y resolverían el asunto entre ellas sin fricciones ni conflictos.

Lenin, mucho antes, se burló de esta idea. Cuando escribió Imperialismo en 1916, vio la catástrofe de la Primera Guerra Mundial como la refutación decisiva de la idea de un imperialismo estable o un equilibrio imperialista.

La mayoría de la izquierda occidental no comunista, alienada del leninismo y ciega a los paralelismos históricos, se apresuró a dar sentido a la «nueva» era posterior a la era soviética, sin lograr vincularla con el imperialismo clásico descrito por Lenin y sus seguidores. Perdidos en busca de una teoría, acuñaron de manera críptica el término vacío de «globalización» para describir el auge del capital monopolista.

   Teorías posmarxistas, postfordistas y posmodernistas abundaron. Algunos «marxistas» académicos pensaron que los finales del siglo XX marcaban una era de debilitamiento del Estado-nación. Otros creyeron que estábamos presenciando el surgimiento de un supraestado, un Imperio, una entidad totalizadora surgida en el mundo como un invasor extraterrestre.

La celebración del triunfalismo capitalista pronto llegó a un abrupto final con el regreso de guerras constantes y casi interminables, y frecuentes crisis políticas y económicas. Junto con la salida del imperialismo «benigno», las fantasías teóricas de izquierda se desvanecieron.

El comercio global se contrajo tras la crisis de 2007-2009 y las tensiones entre los países capitalistas aumentaron sobre quién obtendría beneficios y quién soportaría la carga de una economía global lenta o estancada. Fuerzas centrífugas en la UE dividieron a la UE de norte a sur.

Alemania domina las políticas de la UE, imponiendo medidas de austeridad que se aplican de manera uniforme a estados diversos y desigualmente desarrollados.

La impresionante entrada de la República Popular China (RPC) en la economía capitalista global y su posterior crecimiento notable amenazan la hegemonía de Estados Unidos, generando una competencia y tensiones intensificadas.

   Estados Unidos ha buscado sofocar el desarrollo independiente fuera de las jerarquías globales, utilizando intermediarios, la guerra por otros medios: sanciones, boicots y aranceles. Y con una resistencia obstinada, Estados Unidos utiliza su maquinaria de fomento de golpes de Estado o desata su poder militar para guiar a aquellos que se atreven a escapar del corral imperialista construido por Estados Unidos.

Nuevas «grandes potencias» reemplazaron o cambiaron de lugar a las alineaciones activas en la época de Lenin. La UE, a pesar de las diferencias entre sus miembros, reunió una agenda imperialista bajo el liderazgo estadounidense de la OTAN, como se evidencia en su participación en la desmantelación de Yugoslavia y sus guerras en Afganistán, Iraq, Libia y Siria.

Arabia Saudita, impregnada de petrodólares, busca imponer su influencia sobre sus vecinos, como lo demuestra su sangrienta guerra en Yemen.

Incluso el diminuto Israel participa en la lucha imperialista anexando territorio de sus vecinos y del pueblo palestino.

Donde haya capitalismo, existe un impulso por el territorio, los recursos, el trabajo o la influencia.

Como en la época de Lenin, los países se ajustan a este caldero caótico e inestable de diferentes maneras, a veces como potencias mayores, a veces como potencias menores o víctimas. La competencia, la promoción o protección de intereses económicos, agitan este caldero.

En el libro Imperialismo, Lenin no identifica a los países como «imperialistas» sin calificación alguna. Esto violaría su firme reconocimiento del desarrollo desigual. En el capítulo VI, La División del Mundo entre las Grandes Potencias, simplemente identifica aquellos países (¡las seis grandes!) que han sido más activos entre 1876 y 1914 en la adquisición de colonias.

Se le puede considerar como estableciendo una jerarquía imperialista, pero esto también puede ser engañoso. Lenin, siempre atento a la contingencia histórica y a las fuerzas sociales cambiantes, se esfuerza por describir la variedad dentro de las «grandes potencias»:

«…aún existen grandes diferencias; y entre las seis potencias, vemos en primer lugar a países capitalistas jóvenes (América, Alemania, Japón) que progresaron muy rápidamente; en segundo lugar, países con un desarrollo capitalista antiguo (Francia y Gran Bretaña)… y, en tercer lugar, un país (Rusia) que es económicamente el más rezagado, en el cual el imperialismo capitalista moderno está enredado, por así decirlo, en una red especialmente estrecha de relaciones precapitalistas. (p. 81) [énfasis mío]»

 
  Lenin no deja lugar a dudas de que un país (la Rusia zarista) puede ser un jugador importante en la lucha imperialista por colonias (o esferas de influencia) mientras sigue siendo un país capitalista menos sólido con restos o premoniciones de otras formaciones o características económicas (no capitalistas). En otras palabras, su lugar en el sistema imperialista no está estrictamente determinado por su posición en la jerarquía capitalista, puede ser una brillante estrella capitalista emergente o una estrella decadente y antigua que se aferra a un pasado brillante, mientras desempeña un papel decisivo en los juegos del imperio.

Sería erróneo, como algunos han argumentado, tomar mecánicamente las «cinco características esenciales» de Lenin que se encuentran en el Capítulo VII como un criterio para ingresar a algún tipo de club imperialista. No podría ser más claro que el Imperialismo como Etapa Especial del Capitalismo no se trata del estatus de países individuales en el sistema imperialista, sino del imperialismo en su conjunto.

La concentración de capital, la fusión del capital financiero con el capital industrial, la exportación de capital, los monopolios internacionales y la división territorial del mundo (esferas de interés) son características de la etapa imperialista del capitalismo, y no necesariamente de ningún país individual en el proyecto imperial.

Los países, pequeños o grandes, desarrollados o atrasados, dotados o empobrecidos, desempeñan diferentes roles en diferentes momentos en la marcha del imperialismo.

Ya sea la Rusia zarista (una mezcla de relaciones capitalistas emergentes en áreas urbanas y relaciones feudales débilmente superadas en áreas rurales) o la Rusia de Putin (una economía capitalista industrial subdesarrollada, pero con enormes recursos esenciales), la capacidad para participar en la actividad de las grandes potencias, ampliar o proteger esferas de interés, enfrentarse a otras grandes potencias es una realidad incuestionable. Ocultar esta realidad, esta participación activa en el conflicto con otros países capitalistas, detrás de la fachada de que Rusia no cumple con las «cinco características esenciales» que caracterizan la era imperialista, es pura sofistería.

  Lenin es claro. Además de las «grandes potencias», hay una serie de países cuya «participación» en el sistema imperialista es compleja. La dialéctica del desarrollo desigual no produce tipos ideales.

   Lenin habla de jugadores más pequeños en el sistema imperialista que tienen relaciones diversas con el imperialismo. Algunos tienen sus propias colonias, pero «mantienen sus colonias solo debido a los intereses en conflicto, las fricciones, etc., entre las grandes potencias…». Arriesgan perder sus colonias en una nueva «repartición» colonial a favor de las grandes potencias (página 81).

También reconoce las «semicolonias» como Persia, China y Turquía, que en su época eran nominalmente independientes, pero eran profundamente explotadas por las grandes potencias. Se refiere a ellas como «ejemplos de formas de transición que se encuentran en todas las esferas de la naturaleza y la sociedad»; están en «una etapa intermedia» (página 81). Hoy en día, los tres han pasado a ser actores más importantes en el firmamento capitalista.

En su discusión sobre Argentina y Portugal, Lenin anticipa el concepto marxista de neocolonialismo del siglo XX, hablando de cómo los países independientes pueden estar vinculados al nexo imperialista como dependientes financieramente o como protectorados (página 85-86).

Así, Lenin muestra, con gran sutileza, que el imperialismo es un sistema global dinámico, constantemente en movimiento, y que los países participan en el sistema de muchas formas. Los imperativos del capital monopolista obligan a todos los países capitalistas a buscar ventajas en la competencia por recursos, mercados y mano de obra. En esta lucha, hay aquellos que se convierten en las grandes potencias y dominan a otros mediante el ejercicio de su poder. Las potencias menores pierden ante las más poderosas, pero pueden aspirar a desafiarlas o ejercer su poder sobre las menos poderosas. El sistema tiende a involucrar a todas las economías en relaciones de dominio y dependencia. La competencia engendra agresión y guerra.

Lenin señala con desprecio la tendencia reformista de la pequeña burguesía de separar el imperialismo del capitalismo, de negar «el vínculo indisoluble entre el imperialismo y los trusts, y por lo tanto, entre el imperialismo y los mismos fundamentos del capitalismo…». Sin reconocer el capitalismo como la fuente del imperialismo y la guerra, el antiimperialismo sigue siendo un «deseo piadoso» (página 111).

Sería útil resumir esta discusión mostrando cómo una lectura más cercana de Imperialismo podría arrojar luz sobre el imperialismo del siglo XXI.

El imperialismo del siglo XXI comparte más características con el imperialismo de la época de Lenin que diferencias.

El imperialismo constituye un sistema de competencia global por recursos, mercados y fuerza laboral que enfrenta a los países capitalistas entre sí para establecer esferas de interés y un mejor campo de operación para sus monopolios. La lucha instigada por Estados Unidos por la dominación de Ucrania involucra a monopolios en el sector energético y la industria armamentista, así como un intento de asegurar y expandir esferas de interés existentes. Si bien Estados Unidos es la gran potencia más poderosa y el instigador, Rusia es una gran potencia aspirante que se ve arrastrada a invadir un país «de transición» como Ucrania. Con sucesivos gobiernos corruptos, Ucrania, desde su independencia, ha anhelado ser un protectorado de una gran potencia, quien ofrezca el mejor trato. En juego están los intereses de las diversas clases dominantes.

La discusión popular entre los izquierdistas occidentales sobre si Rusia es un país imperialista o un país antiimperialista que se opone al imperialismo estadounidense y de la UE es un debate estéril y escolástico. Desde una perspectiva leninista, la Rusia actual, al igual que la Rusia zarista, es un país capitalista incipiente que lucha por ocupar una posición como fuerza líder en la lucha por los mercados y las esferas de interés. Las acciones de Rusia en desafío al imperialismo estadounidense, como en Siria, Cuba, Venezuela, etc., son simplemente eso: desafío a un rival. Es notable que poderosos rivales estén amenazando agresivamente las ambiciones de Rusia, pero eso tiene poca relevancia para los intereses de la clase trabajadora rusa, ucraniana, estadounidense o de la UE.

De hecho, el «progreso» de la guerra en Ucrania ha afectado de manera dramática y negativa el destino de los trabajadores en todo el mundo, como una perspectiva leninista predeciría. Millones de vidas se han visto interrumpidas, dañadas o terminadas.

El colapso de la Unión Soviética ha liberado la mano del imperialismo, produciendo un mundo sustancialmente congruente con el imperialismo de principios del siglo XX. Algunos actores han cambiado o asumido roles diferentes, pero la lógica del imperialismo de las grandes potencias está intacta. Aquellos de nosotros que defendemos el papel histórico de la Unión Soviética debemos deshacernos de cualquier apego romántico que quede hacia la Rusia actual. Participa en el sistema global del imperialismo como una gran potencia.

Como advierte Lenin, el intento de separar el imperialismo de sus raíces capitalistas condena al antiimperialismo a la ineficacia, el «reformismo pequeñoburgués». El antiimperialismo moralista, lo que Lenin llama «el último de los mohicanos de la democracia burguesa», se desmorona en el pacifismo, una postura buena para el alma pero impotente ante los planes de las grandes potencias. La celebración actual de la izquierda de un mundo capitalista «multipolar» proyectado es otro intento de separar las rivalidades de las grandes potencias de sus raíces en los intereses capitalistas, específicamente los intereses de monopolio. La multipolaridad fue una característica del imperialismo en el preludio de la Primera Guerra Mundial. De hecho, el intento de imponer la multipolaridad a un mundo dominado por el Imperio Británico fue un factor crítico que condujo a la Primera Guerra Mundial.

El retroceso del leninismo esencialmente es un retroceso del socialismo. La fe desesperada y infundada en

(a) la eficacia de la multipolaridad,

en (b) la esperanza de encontrar un punto de referencia antiimperialista fundamentado alrededor de un estado socialista desgarrado y devastado, ahora propiedad de mega-multimillonarios,

en (c) la transformación milagrosa de los partidos burgueses occidentales existentes impulsados por el dinero y dirigidos por élites, y

en (d) la creencia de que la izquierda fragmentada, ensimismada y de múltiples intereses e identidades puede unirse mágicamente en una fuerza de cambio radical, son todos productos de una pérdida de confianza en el proyecto socialista.

Las lecciones de la historia y los maestros más brillantes de la historia son los mejores guías para el futuro que queremos. Plus ça change, plus c’est la même chose.

Fuentes:

https://canarias-semanal.org/art/34372/greg-goedels-pero-es-rusia-un-pais-imperialista

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