El imperialismo nos conduce al abismo. La única salida es el socialismo, la unidad revolucionaria del proletariado

Sin duda alguna, el mundo desde febrero de 2022 es diferente. Y no porque la formación socioeconómica capitalista haya sido rebasada, que desgraciadamente no lo ha sido, sino porque la inviabilidad del régimen de explotación capitalista cada día que pasa es más patente y su base económica cada día está más descompuesta, en tanto se desarrolla la automatización de la producción que a cada paso que avanza arroja centenares de paladas de tierra sobre la sepultura de tan criminal sistema económico. Y esta inviabilidad, que es la consecuencia del enorme desarrollo de las fuerzas productivas cada vez colisiona más fuertemente con la propiedad privada sobre los medios de producción unido al parcheo para sostener a un sistema inviable durante décadas a costa de guerras de rapiña y políticas monetarias que se fundamentan en la estafa y en la depauperación de las condiciones de vida de la humanidad, hace que los choques entre las potencias imperialistas cada día sean más directas y frontales porque todos ellos no tienen más salida que la guerra, que la destrucción y la aniquilación de millones de seres humanos.

Y bajo el imperialismo, el reparto del mundo se efectúa en base a la fuerza, y la fuerza en el curso del desarrollo económico varía. Consecuentemente genera una doble contradicción que los erosiona, primero entre las potencias imperialistas ya que, se producen disputas entre las que dominan el mundo y aquéllas que emergen y que aspiran a arrebatar la hegemonía a las primeras y, segundo, hacen que los centros de gravedad de la producción mundial varíen y, con ello, también se desarrolle proletariado por todos los rincones del planeta, un proletariado que se desarrolla cada vez en unas condiciones más infrahumanas pero que agranda numéricamente la clase y que cada día que pasa constata cómo la represión se incrementa a la par que su miseria.

El cacique del planeta hasta el momento, EEUU, la potencia más criminal que ha parido la historia, se halla en la bancarrota más absoluta. Es el Estado más endeudado del mundo: en enero de 2023 su deuda alcanzaba los 31,4 billones de dólares. De esta deuda, China y Japón son tenedores de 2 billones de dólares. En EEUU el 65% de la población no tiene capacidad de ahorro alguna y están expuestos a quedarse en la calle ante cualquier imprevisto y 34 millones de norteamericanos, entre ellos 9 millones de niños, pasan hambre. La pobreza, unida al racismo y a la violencia del Estado convierte a EEUU en un polvorín en el que cada día, de media, se producen 2 tiroteos masivos y en los 6 primeros meses de 2023 han muerto por armas de fuego más de 6.000 personas. Y este conflicto social abierto en EEUU, esta guerra, se va a agudizar mucho más como consecuencia de las contradicciones económicas internas, ya que hemos visto que los norteamericanos malviven, no tienen capacidad de ahorro, sobreviven endeudándose más a la par que suben los tipos de interés, hecho que está haciendo que el consumo se vaya frenando y, con este freno unido a la política monetaria realizada por la Reserva Federal, la recesión de la economía norteamericana es un hecho, y consecuentemente el incremento del desempleo.

Y ante este escenario, de bancarrota económica y de enorme deterioro social interno, unido a la erosión como fuerza hegemónica, EEUU es el máximo interesado en la guerra mundial. Guerra, por otro lado, que no es más que la evolución lógica de la confrontación económica, comercial y política que llevan manteniendo las potencias imperialistas desde hace más de una década. Una situación a la que se arriba por la voracidad de los monopolios.

Una vez caída la URSS, en un mundo donde el imperialismo criminal norteamericano y sus aliados como la UE, Australia y Japón actuaban desde la mayor impunidad, las potencias imperialistas hegemónicas entonces – hoy en declive – modelaron el mundo a su imagen y semejanza. Mejor dicho, en base a los intereses económicos de los monopolios de esos estados, de tal modo que se engulleron a los estados socialistas, se apropiaron de todas las riquezas de estos y, sin freno alguno, dieron rienda suelta a la satisfacción de su infinita y criminal avidez y carroñerismo, dibujando un nuevo mapamundi, destruyendo estados, creando países nuevos, modelando el mundo a base de guerras de rapiña, asesinando a millones de seres humanos… En definitiva, engullendo un mundo donde confrontaban dos sistemas en el mundo a imagen y semejanza de los intereses económicos del imperialismo norteamericano, de sus monopolios, globalizando los procesos de manufacturación, multiplicando el desarrollo de las telecomunicaciones en el mundo y, al igual que con la industria, internacionalizar los mercados financieros en lo que algunos denominaron globalización o mundialización cuando su nombre es imperialismo, y como tal es salvaje e inhumano.

En esta dirección, se deslocalizó la producción industrial al objeto de abaratar los costes de producción y maximizar los beneficios económicos de los monopolios norteamericanos y europeos, fundamentalmente. La orgía de exportación de capitales, de transferencia de procesos productivos, de empleo desde las potencias imperialistas hegemónicas en los 90s, fundamentalmente los monopolios norteamericanos, europeos, japoneses y australianos se lanzaron a deslocalizar su producción industrial transfiriendo ingentes cantidades de capital hacia el continente asiático, fundamentalmente, China, Hong Kong, Taiwán, Corea del Sur, la India, Singapur y el sudeste asiático que se convirtieron en la fábrica del mundo. Todo ello con el apoyo de los Estados que no sólo establecieron leyes y crearon organismos para facilitar la exportación de capitales a los monopolios sino, también, para abaratarles los despidos en dichos países. Y en el Estado español los trabajadores de la Gillette, Mercedes Benz, Delphi, Alcatel, Philips, el sector textil y el sector del calzado, etcétera, pueden dar buena cuenta de aquél período, donde CCOO y UGT firmaban todos los EREs habidos y por haber, siendo una herramienta fundamental para desguarnecer a la clase obrera y garantizar que los monopolios conseguían sus objetivos de llevarse las producciones con el mínimo coste. Demostrando CCOO y UGT ser profundamente antiobreros, vendidos al capital y responsables de la situación de precariedad en la que se encuentra hoy la clase obrera.

Este proceso de internacionalización de la economía y de deslocalización de la producción hacia el continente asiático, hacia Latinoamérica (fundamentalmente Brasil y Argentina), hacia el continente africano (Nigeria y Sudáfrica) y hacia la Europa del Este, Turquía y Egipto, para los monopolios significaba minimizar los costes de producción tirando por tierra al máximo los salarios, incrementar sus mercados convirtiendo al mundo en su mercado, donde miraban hacia los obreros de los países hacia donde se dirigían las exportaciones de capitales y de producción no solo como mano de obra extremadamente barata sino también como potenciales consumidores.

Desde la caída de la URSS, los monopolios norteamericanos y aliados han mostrado con precisión la esencia inhumana del imperialismo. Sin embargo, esa exportación de capitales y de producción, esa manera de someter al mundo por la vía de una supuesta dependencia económica y de la guerra imperialista – Iraq en 1991 Somalia en 1992, Sudán y Afganistán en 1998, Yugoslavia en 1999, Afganistán en 2001, Iraq en 2003, Sudán, Siria, Libia, Yemen, República Centroafricana, Ucrania… Por no hablar de los golpes de Estado, revoluciones de colores, primaveras árabes y bloqueos infames donde los imperialistas han asesinado a millones de civiles inocentes con la más absoluta impunidad – diseñada por la Comisión Trilateral tenía también sus consecuencias nocivas para dichas potencias imperialistas, exacerbándose las contradicciones que el imperialismo genera y que hacen que sea la última fase del capitalismo.

El desarrollo natural del maoísmo, de una ideología fundamentada en el idealismo y en la negación de la lucha de clases, en tanto el maoísmo considera viable la colaboración entre clases absolutamente antagónicas como son el proletariado y la burguesía, es también la causa determinante de que China se haya convertido en lo que es hoy, una potencia imperialista que lucha por la hegemonía mundial. Una evolución ideológica consecuente del maoísmo fue la idea denominada “un país dos sistemas”, desarrollada por Deng Xiaoping. Esa era la formulación para la unificación de China – la integración en la República Popular de China de Macao, Hong Kong y Taiwán – de tal modo que en un mismo Estado podían cohabitar el “socialismo” y el imperialismo y que en realidad no era más que una fórmula para desarrollar plenamente el capitalismo en China, para conformar el capitalismo monopolista de estado chino como la historia nos ha demostrado que así ha resultado ser. Dicha política, no de la vía china para la construcción del socialismo sino de la vía china para la construcción de una potencia imperialista y mal llamada por Jiang Zemin como “transición hacia un socialismo de mercado”, iniciada a finales de los 70s, vio cómo en alianza con los imperialistas fue el destino predilecto del proceso de deslocalización de la producción durante la década de los 90s así como de ingentes cantidades de capital por parte de los monopolios. Una integración imperialista en las instituciones imperialistas supranacionales de China, tutelada y estimulada por la Comisión Trilateral (EEUU, UE y Japón). En 1994 la Comisión Trilateral en su informe “China. Una potencia emergente en un mundo de interdependencia” señalaba, en su página 33 lo siguiente “no hay duda de que los países de la Trilateral tienen una importante cantidad de intereses en juego con China. Hay que resaltar que la mayoría de estos intereses coinciden con el interés de los líderes chinos por desarrollar su país en un clima de tranquilidad. No obstante, y a pesar de esta coincidencia de intereses, los países de la Trilateral pretenden influir sobre el comportamiento chino en una serie de cuestiones que van más allá de las que pueden tener importancia a corto plazo. (…) Esta estrategia implica una aproximación a China desde posiciones de fuerza, conduciendo a China hacia la interdependencia económica, comprometiéndola en la economía mundial y en los acuerdos multilaterales de seguridad, manteniendo frecuentes y extensivas conversaciones de alto nivel con los líderes chinos, y reconociendo el importante papel que deben tener las organizaciones no gubernamentales (ONGs) y el sector privado a la hora de integrar a China en la comunidad internacional. Las posturas de fuerza incluyen un mayor despliegue de la presencia militar de Estados Unidos, enérgicas alianzas con Japón y Corea, la continuidad de la prosperidad y la estabilidad de Taiwán y los países de la ASEAN y su extensión a Vietnam, Laos, Camboya y Birmania, y el desarrollo de organizaciones y procesos regionales y subregionales con la participación de China”.

En el mismo informe, allá por el año 1994, señalaba en su página 62 “La integración del Área Económica China en la OMC es una de las prioridades de la Trilateral, y podría resultar especialmente útil para fomentar unas relaciones pacíficas y productivas entre las tres entidades chinas (…) los países de la Trilateral deben cuidarse mucho de no adoptar medidas políticas que puedan desestabilizar el equilibrio político entre las tres entidades chinas. Uno de los mayores problemas puede ser la exportación a Taiwán de armas claramente ofensivas.

Y China avanzó adecuadamente según los dueños del mundo, de EEUU y sus adláteres, cuyos monopolios se enriquecían mediante la deslocalización de la producción hacia China, la India y otros puntos del planeta, accediendo en 2001 China a la Organización Mundial del Comercio (OMC). Y a la par que los monopolios estadounidenses y europeos, fundamentalmente tirando por tierra las condiciones de trabajo y los salarios, comprobaban cómo sus cifras de negocio y sus beneficios se acrecentaban, la producción se desplazaba hacia oriente, al igual que los capitales se exportaban hacia dichas latitudes, empobreciéndose los países antaño centrales en términos productivos y financieros y fortalecían en términos productivos, tecnológicos y financieros a los países, por llamarlos así, beneficiarios de dicha globalización manufacturera y financiera que certificaba el dominio mundial de los monopolios norteamericanos y sus adláteres. Y a China la última década del siglo XX y el primer lustro del siglo XXI le sirvió para desarrollar sus monopolios, su capitalismo monopolista de Estado.

En 2006, Brasil, Rusia, India y China, ya por entonces potencias emergentes denominadas BRIC, adoptaron una serie de acuerdos.

China vio cómo la crisis de las subprime hizo que sus exportaciones a Europa y EEUU se vinieran abajo, pasando en 2007 de una tasa de crecimiento del PIB del 13% al 6,8% en el cuarto trimestre de 2008. Crecimiento económico chino, en términos de PIB, que no ha vuelto a registrar semejantes cifras de crecimiento desde 2007 hasta la actualidad, que cerró 2022 con un crecimiento del 3%.

Este comportamiento, análogo a otras potencias emergentes, las condujo a fortalecer su alianza y a cambiar su estrategia económica para minimizar su dependencia económica de EEUU y Europa, fundamentalmente.  Y es a partir de ahí cuando se estrecha la relación de los Estados BRIC celebrándose en junio de 2009 en Ekaterimburgo (Rusia), su primera cumbre.

Poco después aquel bloque pasó a ser BRICS al sumarse Sudáfrica, proliferando a partir de ahí la suscripción de acuerdos entre estas cinco potencias, que posteriormente se han ampliado, y creando organismos internacionales que cuestionan en la práctica la superestructura elevada por el imperialismo hegemónico norteamericano y labrando progresivamente unas instituciones y un sistema financiero alternativo al objeto de ir imponiendo progresivamente su dominio político, de ganar la hegemonía como potencias imperialistas a las potencias en decadencia (EEUU y sus socios).

En 2013, la China de Xi Jinping, la locomotora del bloque BRICS, a tenor de lo aquí mencionado, unido al incremento de los costes laborales que la lleva a deslocalizar sus propios monopolios hacia otros países del sureste asiático, y también para amortiguar sus problemas de sobreproducción y  sobrecapacidad productiva, lanza la iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda (One Belt One Road Initiative), un proyecto que según los dirigentes chinos sirve para garantizar un mundo multipolar, aunque realmente su implementación viene determinada por una situación de debilidad interna, donde se desarrollan las contradicciones inherentes al desarrollo del capitalismo monopolista de estado, y que realmente le reporta a China dar salida a sus capitales y a sus excedentes para optimizar y asegurar tanto sus aprovisionamientos como para hacer llegar sus mercancías, a la par que mediante la deuda labra su dependencia económica mediante la cual el Estado chino interfiere económica y políticamente sobre otros estados fortaleciendo su posición mundial para ir erigiéndose en el amo del orden mundial imperialista, en el centro neurálgico del mismo. El ascenso al poder chino de Xi Jinping y su propuesta de La Nueva Ruta de la Seda implicó el fortalecimiento de las relaciones bilaterales y la cooperación entre Rusia y China, que ha permitido a China acelerar su innovación tecnológica en el terreno económico, militar, aeroespacial, de desarrollo y perfeccionamiento de la energía atómica y las telecomunicaciones. Y sobre todo, para China esta estrecha relación con Rusia le sirve para diversificar sus fuentes de abastecimiento de gas y petróleo, ya que el proveniente de Rusia por vía terrestre ofrece a una alternativa al abastecimiento procedente por vía marítima de América Latina, África y los países del Golfo Pérsico, significando el petróleo ruso el 15% del petróleo que importa China. “Entre los muchos acuerdos firmados por ambos países, destaca el alcanzado en 2014 por valor de 400.000 millones de dólares para la entrega de 38.000 millones de metros cúbicos de gas anuales a partir de 2018, a través de gasoductos que ya están en construcción.” (Público. Choque de trenes China-EEUU. 29 de agosto de 2015)

Mientras China trataba de expandir su influencia económica y política como respuesta a la superación de sus contradicciones internas así como reducir la dependencia económica de EEUU y la UE, éstos no vacilaban en hacer golpes de Estado, “revoluciones” de colores, primaveras árabes y guerras de rapiña –Libia, Siria, Mali, …-  al objeto de saquear y de obtener hidrocarburos y otras materias primas necesarias para el desarrollo industrial y tecnológico y controlar puntos estratégicos tanto en el terreno militar como del transporte marítimo de mercancías como fórmula para superar la crisis.

Y, cómo no, el eje Pekín-Moscú y el proyecto de la Nueva Ruta de la Seda mediante el que China aspira a convertirse en la potencia imperialista hegemónica y central del orden mundial que pretende conformar, tiene el rechazo pleno de la potencia más criminal y sus adláteres europeos. A finales de 2013 en Ucrania se desencadenaron protestas instigadas por EEUU y la UE que culminó con el golpe de Estado del Maidán, desalojando del poder al prorruso Víktor Yanukóvich, e instalándose los fascistas defensores de la UE que, a la par, ilegalizaban al Partido Comunista de Ucrania, perseguían a comunistas, sindicalistas y ruso-ucranianos, que incendiaron la casa de los sindicatos en Odessa asesinando a 42sindicalistas con el aplauso de la UE y EEUU, desencadenándose una guerra civil entre el este de mayoría rusa y el estado fascista de Ucrania, a la par que Crimea volvió a formar parte de la Federación Rusa.

En 2014, tanto la UE como EEUU, Japón y Australia impusieron sanciones económicas a Rusia y a sus empresas, así como a funcionarios y dirigentes políticos de ese país como consecuencia de la “anexión ilegal” de Crimea.

En 2018, con la llegada de Trump al gobierno norteamericano, se declara –pues existir ya existía– una guerra comercial por parte de EEUU contra China. Trump ganó las elecciones abogando por reducir el déficit comercial norteamericano con China y por reindustrializar los EEUU. Así, desde 2018 en EEUU se inició un proceso de imposición de aranceles y de impuestos a la importación de mercancías chinas, castigando económicamente el intercambio comercial persiguiendo una reducción de las importaciones chinas y castigar así la economía del país asiático. Sin embargo, los efectos de esa medida arrojaron que “el superávit comercial de China con EEUU alcanzó un récord de 676.000 millones de dólares en 2021 (…) Las empresas chinas enviaron 3,36 billones de dólares en bienes el año pasado” (Bloomberg, 14 de enero de 2022). Y para combatir esto EEUU dice que va a practicar el nearshoring llevándose la producción a países próximos, por ejemplo, a México o República Dominicana, para disminuir el déficit comercial que EEUU mantiene con China. Para 2023, México espera 40.000 millones de dólares de EEUU en inversiones nearshoring y, según el Banco Interamericano de Desarrollo en comunicado de prensa de junio de 2022 el “nearshoring agregaría US$78.000 millones en exportaciones a América Latina y Caribe (…) se compone de US$64.000 millones en comercio de bienes y US$14.000 millones en comercio de servicios”. En el trasfondo de esta acción está tanto la disminución del déficit comercial con China, al objeto de castigar su economía fundamentada en las exportaciones como también restablecer cadenas globales de valor y, sobre todo de distribución donde hoy China ejerce el pleno dominio mundial.

En el terreno de la tecnología y las telecomunicaciones, otro campo donde se expresa la guerra interimperialista es el caso de Huawei y ZTE, un claro ejemplo de cómo China supera a los EEUU y de cómo EEUU actúa al objeto de frenar la ventaja china. Bajo la amenaza de la seguridad nacional y la ciberseguridad de los sistemas de información, EEUU alega que China podría realizar espionaje mediante los dispositivos Huawei y la infraestructura 5G cuando en realidad no es más que otra expresión de la guerra comercial entre los monopolios, y más concretamente cómo EEUU y sus aliados intervienen para defender a sus monopolios ante el mayor desarrollo de los monopolios chinos de telecomunicaciones.

Cuanto menos, curiosa acusación la de EEUU, un Estado que es experto en espiar a sus propios socios a través de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), en alianza con el Servicio de Inteligencia de Dinamarca, que espió a la canciller alemana Merkel y a otros altos cargos de estados como el alemán, el sueco, el noruego o el francés, mediante el operativo “Operación Dunhammer” la cual hizo a través de sus teléfonos móviles que, por supuesto, nada tenían que ver con China.

La realidad es que todas estas acciones de guerra comercial son reactivas y se acentúan tras la presentación por China de lo que se denomina Ruta de la Seda Digital en el año 2015. En el comercio electrónico, la batalla entre EEUU y China es la batalla de sus monopolios Amazon y Alibaba. La métrica GMV (Gross Merchandise Value), que mide el valor de los productos o servicios vendidos en una plataforma de internet dentro de un periodo determinado sin tener en cuenta tarifas, impuestos o descuentos aplicados, ubica a las empresas chinas TaoBao y Tmall, pertenecientes ambas al holding chino Alibaba, como las empresas más vendedoras por la vía del comercio electrónico, ubicándose el monopolio norteamericano Amazon en tercer lugar, situándose cuarto otro monopolio chino, JD.COM. Se prevé que el comercio electrónico a nivel mundial en 2023 mueva 6,3 billones de dólares, cifra que ascenderá a los 8 billones en 2028, lo que equivale al 20% del comercio minorista mundial. En cuanto a la venta de smartphones, dispositivos que posicionan a los monopolios de comercio electrónico y que también sirven como instrumentos de medios de pago en dicho comercio, Huawei era el monopolio que más ventas materializaba, hecho por el que el estado norteamericano tenía que salir en defensa de su monopolio Apple.

En lo relacionado a las infraestructuras de telecomunicaciones, eje cardinal para el desarrollo de las TICs, en tanto que son las conexiones internacionales, las redes troncales, la conectividad en las zonas rurales y las redes de acceso al usuario (por ejemplo, los servicios de televisión digital y todo tipo de transacción económica digital o telemática), y a pesar de todas las cortapisas y trabas norteamericanas, según el informe de la consultora británica BrandFinance, Huawei es la líder mundial en 2022, con un valor de 71.233 millones de dólares, ocupando el quinto lugar la  china ZTE con un valor de 3.675 millones de dólares. Por su parte, la norteamericana CISCO ocupa el segundo lugar con un valor de 26.599 millones de dólares y la también norteamericana Qualcomm ocupa la cuarta posición con un valor de 7.774 millones de dólares. Como se puede constatar el valor de los monopolios chinos es muy superior a los norteamericanos, y lo que combate EEUU es que Huawei – o lo que es lo mismo, China – opera en 170 países y más de 3.000 millones de personas en el mundo utilizan los productos y los servicios de Huawei, que no hace más que reflejar el dominio tecnológico de China en lo concerniente al 5G tal y como lo expresan las cifras y las estadísticas que arrojan la Organización Mundial de la Propiedad Industrial (WIPO) hasta septiembre de 2022 que señalaba que el 46,6% de las solicitudes mundiales de patentes relacionadas provenían de China, el 17,4% de EEUU y el 8,5% de Japón.

Nuestro Partido en su trabajo Covid-19 ¿Pandemia o exterminio calculado por los imperialistas?”  mostraba cómo, a tenor de lo citado por unas potencias imperialistas y otras, enfrentadas, la pandemia era una expresión más de la pugna interimperialista: “(…) Como puede comprobarse, a tenor de las diferentes informaciones de unos y otros y de lo hasta el momento verificado, no se conoce cuando surgió la COVID-19 y lo mismo pasa con el dónde, desconociéndose también el lugar geográfico donde se originó el virus SARS-CoV-2 que produce dicha enfermedad, así como si su origen es natural o, por el contrario, es una obra biológica del hombre.

Lo que sí se conoce es que el imperialismo en 2019, mucho antes de que la población conociera la existencia del virus SARS-CoV-2 que genera la enfermedad de la COVID-19, se hallaba ya en bancarrota económica consecuencia de la política monetaria realizada por los diferentes Bancos Centrales, los cuales llevan décadas generando ingentes cantidades de dinero ficticio que no se corresponde a la riqueza producida. Y es que las potencias capitalistas, en los últimos dos siglos han visto como su cuota de ganancia retrocede exponencialmente a la par que, de la misma manera, se acrecienta la cuota de explotación fundamentalmente por el desarrollo de la automatización de la producción.

De hecho, en el segundo semestre de 2019, las empresas europeas emitieron 73.050 millones en deudas de alto riesgo, o lo que es lo mismo, en el último semestre de 2019 una gran parte de la economía productiva europea tenía deudas que iban a resultar impagadas.

En octubre de 2019, el FMI puso cifras al riesgo de impagos en el mundo: la deuda empresarial en riesgo de impago aumentaría a 17 billones de euros, casi el 40% de la deuda corporativa de las principales economías.

Lo que está claro es que el virus SARS-CoV-2 y la enfermedad que genera, la COVID-19, es una expresión de la pugna interimperialista. Los propios capitalistas reconocen que el mundo existente hasta ahora se acaba y que se avanza hacia un mundo donde la producción se desplaza hacia Asia y China releva a EEUU como potencia económica hegemónica y la COVID-19 es una forma más en la que se expresa esa lucha enconada entre los imperialistas. (…) ¿A qué clase social beneficia la COVID-19? Sin duda, a los mismos que crearon la pandemia, a los mismos que utilizan la ingeniería genética a favor de sus intereses crematísticos y contra los intereses de la humanidad, a los mismos que ponen el conocimiento humano al servicio de los bolsillos de una minoría parasitaria y niegan el desarrollo del conjunto de la humanidad.

La pandemia, que sin duda golpeó con fuerza a China, sirvió para desarrollar otra pata de la Nueva Ruta de la Seda, la correspondiente a la sanidad, que también ha servido a dicho país en la consecución de sus objetivos de alcanzar la hegemonía, de incrementar sus relaciones comerciales y conquistar tanto mercados como alianzas tanto para el reconocimiento de sus objetivos políticos como para romper alianzas contra la propia China. “Durante la pandemia actual, ocasionada por el virus del SARS-COV-2, la política exterior de la RP China ha refrendado tanto sus compromisos multilaterales (por ejemplo, al adscribirse al mecanismo COVAX o apoyar la suspensión del Acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio, ADPIC, en el seno de la OMC), como en el suministro de tecnologías médicas a países en desarrollo por medio de una política exterior activa. Ello se diferencia de la posición sostenida por EEUU, en particular durante la administración de Donald Trump, quien incluso amagó con retirar a su país de la OMS. Si el BRI (Nueva Ruta de la Seda) incluye la “ruta digital” y hasta la “ruta espacial”, no es de sorprender la inclusión de la “ruta sanitaria”. Mientras que, en 2020, EEUU interrumpía las cadenas de suministros internacionales, la RP China abastecía a su mercado local y enviaba donaciones alrededor del mundo (por ejemplo, cubrebocas, jeringas, agujas, material quirúrgico, ventiladores, ambulancias o plantas de oxígeno). De marzo a mayo de 2020, la RP China exportó 70,6 mil millones de cubrebocas, 340 millones de trajes protectores, 115 millones de lentes protectores, 96.700 ventiladores, 225 millones de kits diagnósticos, y 40,29 millones de termómetros a 200 países. Adicionalmente, se enviaron 29 equipos médicos para ofrecer ayuda técnica a 27 países en distintos continentes y organismos internacionales. Esta política destinada a la cooperación busca contrarrestar la alta presión y críticas sobre la secrecía en las medidas locales adoptadas durante los últimos meses de 2019 en Wuhan, que llevó al brote mundial del virus del SARS-COV-2. (…) La RP China ha apoyado la diplomacia para la salud global mediante el despliegue de recursos para “ganar las mentes y los corazones” en Europa y en el resto de los continentes con el fin de proyectarse como un “poder responsable”” (La Ruta Sanitaria de la Seda y el poder suave de la República Popular China ante el SARS-CoV-2. Universidad Autónoma de México. María Cristina Rosas González. P. 109-110).

El flujo de bienes no es fortuito, sino más bien responde a los intereses de política exterior, con el objetivo de alcanzar los objetivos de política interna, como lo demuestra el caso de América Latina. Desde principios del milenio, en la relación entre la RP China y América Latina se ha argumentado que la ayuda de aquélla ha sido provista para asegurar los recursos naturales, abrir los mercados para los productos de la RP China, aislar a Taiwán o ganar apoyo en los organismos internacionales. Dicha ayuda ha estado enmarcada en un discurso oficial basado en la cooperación sur-sur, por medio del cual se promueve el desarrollo (…) Durante la pandemia, esta aproximación enarbolada por el Ministerio de Relaciones Exteriores de la RP China hacia América Latina no ha sido la excepción. (…) La producción y la distribución de vacunas es uno de los principales recursos de la diplomacia para la salud global (…) De las 15 vacunas aprobadas bajo uso limitado, al menos cinco se producen en la RP China. En mayo de 2020, el presidente Xi Jinping anunció que la vacuna sería considerada como un bien público global y añadió que estaría a disposición por “un precio razonable y justo”. Hasta marzo de 2021, la RP China era el principal productor de vacunas para el virus SARS-CoV-2, con 141 millones de dosis, seguida por EEUU. A diferencia de las vacunas producidas en otras latitudes con plataformas más novedosas, como el ARN, las chinas se han elaborado con base en la plataforma tradicional del virus atenuado (o eliminado) y el vector viral (…) En América Latina, estas vacunas se han suministrado en condiciones favorables, incluyendo donaciones en casos excepcionales, así como en ensayos clínicos y alianzas para la manufactura local. (…) Cabe notar que parte esencial del despliegue de estos recursos corresponde a las alianzas para la manufactura local y la realización de la fase 3 de los ensayos clínicos. (…) En cuanto a los ensayos clínicos debido a la contención del virus SARS-CoV-2 en la RP China, la fase 3 se ha llevado a cabo en otros países. La participación en ensayos clínicos ha asegurado obtener preferencia en la adquisición de estas tecnologías. (…) La política exterior de la RP China se ha desarrollado a partir del ejercicio de innumerables recursos e instrumentos de poder suave. La diplomacia del panda y la diplomacia para la salud global forman parte del hilo institucional con el que puede analizarse la capacidad de atracción y movilización política, con la cual Beijing ha deconstruido su imagen internacional y ha forjado estructuras de poder que le ayuden a consolidarse como potencia global en proceso de reordenamiento global. Ya sea hacia potencias o socios estratégicos u otros países relevantes a ojos de Beijing, el poder suave ha sido desplegado para influir en decisiones, modificar percepciones y construir redes de poder que legitimen su presencia, su acción, al mismo tiempo que limiten los incentivos para crear alianzas en su contra (…) debe recalcarse que el ejercicio de poder suave se ha guiado por objetivos muy específicos de su política exterior, como el del reconocimiento de una sola e indivisible República Popular China. En los ejemplos sobre la diplomacia de salud global en América Latina, se observa que Nicaragua fue excluida de la recepción de donaciones médicas e incluso de contratos de compra-venta de vacunas. Esto fue debido a que Nicaragua reconocía a Taiwán, lo cual ocurrió hasta diciembre de 2021, cuando la RP China y Nicaragua firmaron el restablecimiento de relaciones diplomáticas. Dicho acuerdo asentó específicamente que Nicaragua reconocía la existencia de una sola China en la RP China” (La Ruta Sanitaria de la Seda y el poder suave de la República Popular China ante el SARS-CoV-2. Universidad Autónoma de México. María Cristina Rosas González. P. 111-121)

Tras dicho restablecimiento de relaciones, y el consecuente cambio de Nicaragua con respecto al reconocimiento de la existencia de una sola China, la RP China, y su cambio de posición con respecto de Taiwán, China procedió a donar 200.000 vacunas Sinopharm contra el COVID-19 en el mismo mes de diciembre de 2021, como anticipo a la donación que efectuó de 1 millón de dosis. En octubre de 2022 ya China había donado 3 millones de vacunas contra la COVID-19 al país centroamericano. Como puede constatarse, es imperialismo en estado puro, las vacunas contra la COVID-19 como instrumento para determinar las decisiones políticas de un país.

Es incuestionable que la guerra interimperialista en el terreno diplomático y comercial, por el momento, la van ganando las potencias emergentes y, fundamentalmente, China que es la potencia que está peleándole la hegemonía a la potencia criminal norteamericana. Sin duda, el proyecto de la Nueva Ruta de la Seda chino está haciendo camino y avanzando a pesar de la guerra abierta norteamericana:

Hasta enero de 2020, la iniciativa de la Franja y la Ruta había sido participada por 138 países, pero con un grado de compromiso muy diverso que varía desde un memorándum de entendimiento hasta la firma de un tratado de cooperación. La iniciativa ha logrado un importante grado de penetración en el sudeste asiático, Asía Central, Oriente Medio, Centroeuropa y algunos países de América Latina. En cambio, entre los 57 países que no participan de la Iniciativa destacan las principales potencias económicas mundiales, como Estados Unidos, Canadá, Francia, Alemania, Reino Unido, España, la India, Brasil, Japón o Australia. Las únicas excepciones destacables son Italia, Rusia, Corea del Sur y Nueva Zelanda” (Cuadernos de Estrategia nº 212, Ministerio de Defensa del Estado español, Pág. 107).

En enero de 2022,  un mes antes de que Argentina se adhiriera a la Nueva Ruta de la Seda, el periódico argentino Página12 señalaba “China seduce a casi todo el mundo con La Nueva Ruta de la Seda (…) Contempla acuerdos de financiamiento para la construcción de vías ferroviarias, carreteras, puertos, aeropuertos, desarrollo de energías alternativas (…) hoy 144 países ya han firmado el Memorándum de Entendimiento para adherirse a la iniciativa, es decir, casi tres cuartas partes de los 193 países reconocidos por la ONU (…) la iniciativa de la Franja y la Ruta está compuesta por 44 países de África (81% del continente), 42 de Asia (93%), 29 de Europa (61%), 19 de América Latina y el Caribe (57%) y 10 de Oceanía (62%). En todos estos países, China ha firmado acuerdos de cooperación en materia económica, sanitaria, cultural, digital, medioambiental, entre otras áreas.

Estos dos extractos, el primero de ellos con una fuente tan tremendamente lacayuna al imperialismo norteamericano como es el Estado español, atestiguan sin duda el éxito de la iniciativa china de la Nueva Ruta de la Seda. Al igual que el hecho de que 25 países –Argelia, Arabia Saudita, Argentina, Afganistán, Bangladesh, Bahréin, Bielorrusia, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Irán, Indonesia, Kazajistán, México, Nicaragua, Nigeria, Pakistán, Senegal, Siria, Sudán, Tailandia, Túnez, Turquía, Uruguay, Venezuela y Zimbabue– quieran integrarse en el grupo BRICS acredita cómo China no solo avanza en términos económicos, no solo de producción sino de cada vez mayor influencia económica y política con respecto de EEUU y sus adláteres, los cuales cada día se hallan más, por decirlo así, aislados.

Hasta 2022, y según los estudios publicados por la Universidad de Fudan, la iniciativa BRI [Nueva Ruta de la Seda] ha supuesto unos compromisos de 932.000 millones de dólares, de los que 561.000 millones corresponden a contratos de construcción, y 371.000, a inversiones” (CIDOB, La nueva ruta de la seda: de corredor euroasiático a una iniciativa global de la política exterior china. Monografías p. 39).

En septiembre de 2021 se anuncia el nacimiento de la alianza estratégica militar entre Australia, Reino Unido y EEUU (AUKUS) para hacer frente de manera conjunta a las amenazas que se ciernen en la región del Indo-Pacífico, o lo que es lo mismo, para confrontarse a China y, por tanto, beneficiar a su industria armamentística firmando suculentos contratos en la carrera militar a la que los imperialistas arrojan al mundo.

La guerra es una mera continuación de la política por otros medios (…) no constituye simplemente un acto político, sino un verdadero instrumento político, una continuación de la actividad política, una realización de ésta por otros medios (…) el propósito político es el objetivo, mientras que la guerra constituye el medio” (De la guerra. Karl Von Clausewitz. P. 20-21)

Esta pugna política y económica descrita a lo largo del presente documento es consecuencia del desenvolvimiento del imperialismo, del mundo diseñado e implementado por el imperialismo norteamericano tras el colapso y la desaparición de la URSS.  Las contradicciones que ha ido engendrando a lo largo de estas 3 décadas, donde la guerra de rapiña siempre ha estado presente, han llevado ya al choque abierto entre las potencias imperialistas ante la quiebra y la inviabilidad del imperialismo. Y así se llega a la guerra ruso-ucraniana, que no es más que una expresión de una guerra interimperialista que hasta ahora en el aspecto militar se desarrollaba de una manera más soterrada, la guerra entre unas potencias que pretenden sustituir la superestructura del imperialismo decadente norteamericano, en absoluta bancarrota, por una superestructura donde las instituciones que han ido labrando a lo largo de este tiempo se impongan y certifiquen en el terreno político la hegemonía política que ya se da en el terreno económico y productivo. Y la guerra es el medio para liquidar esa superestructura, para liquidar el dólar totalmente devaluado por la política monetaria realizada por la Reserva Federal norteamericana a lo largo de estos últimos 15 años.

Desde febrero de 2022, ya de una manera más abierta, se exacerba el proceso de decantación de los estados hacia un bando imperialista (EEUU y adláteres) u otro (China y Rusia y sus aliados). Y en ese proceso de decantación de los estados capitalistas en un bando u otro, ya de manera abierta al igual que la guerra ya es abierta, se tiene que ubicar la decisión de Finlandia y Suecia – siempre lacayas del imperialismo europeo – de entrar en la OTAN, la decisión de los reaccionarios estados bálticos letón, lituano y estonio, hace un par de meses, de desconectarse de la red eléctrica de Rusia para pasar a unirse a la red eléctrica de la UE a través de Polonia en 2025. O el levantamiento contra el títere del imperialismo europeo en Níger, Mohammed Bazoum, cuando justo se desarrollaba la Cumbre Rusia- África celebrada en San Petersburgo, asumiendo el poder en dicho país centroafricano una junta militar encabezada por el general Omar Tchiani. Cumbre Ruso-africana que se cerró con la firma de un acuerdo de colaboración técnico-militar de Rusia con más de 40 países de África a los que suministrará una amplia serie de armamento y de otros equipos militares, entregas de armamento que una parte será en forma de donación rusa al objeto de fortalecer la seguridad y soberanía de dichos estados africanos. Al igual que EEUU adopta todo tipo de medida para desestabilizar y debilitar a Rusia y China, por ejemplo, tanto en los antiguos países soviéticos y del campo del socialismo o en el sureste asiático, éstos actúan de manera recíproca en América Latina o África. Así pues, la respuesta dada por Rusia a la desconexión de la red eléctrica rusa de los estados bálticos es el acercamiento del continente africano a Rusia, por no hablar de la ingente labor y control y la influencia que ya China ejerce sobre una gran parte de dicho continente en términos políticos y económicos, apoyando el levantamiento militar  de Níger, o lo que es lo mismo, asestando un golpe a la generación de energía eléctrica en Europa, pues Níger era el principal proveedor de uranio a la UE aportándole el 24,3% de este elemento químico metálico esencial para la generación de energía.

En enero de 2024, esto es, en poco más de cuatro meses, se celebrarán las elecciones presidenciales en Taiwán. En las elecciones municipales de 2022, el Kuomintang (KMT), el actual partido en la oposición, venció cómodamente ganando la alcaldía de cuatro de las seis grandes ciudades de la isla taiwanesa. El actual partido gobernante, Partido Democrático Progresista (PDP), es un títere absoluto de los EEUU y enemigo declarado de la unificación con la República Popular de China.

Tras las elecciones municipales de noviembre de 2022, y la victoria electoral del KMT, la actividad militar se ha intensificado en la región Asia-Pacífico por parte tanto de EEUU como de China. En 2023 el presupuesto militar chino se ha incrementado en un 7,2%, ascendiendo hasta los 224.000 millones de dólares. Por otro lado, EEUU aprobó su ley de defensa en diciembre de 2022, fijando el gasto militar estadounidense en los 858.000 millones de dólares, autorizándose una partida presupuestaria de hasta 10.000 millones de dólares en ayuda a la seguridad y la adquisición acelerada de armamento para Taiwán, aparte de abrir una oficina de enlace de la OTAN en Japón.

A esto se une que en EEUU también habrá elecciones en 2024 y, como es habitual en las pantomimas electorales yanquis, la bravuconería, la provocación, el chovinismo y la beligerancia contra China y contra Rusia serán argumentos mollares para conseguir votos.

La realidad es que el imperialismo conduce a la humanidad a la muerte y a la guerra, siendo los capitalistas un auténtico peligro para la vida humana en el planeta. “El gasto militar mundial total aumentó un 3,7% en términos reales en 2022, hasta alcanzar un nuevo máximo de 2,24 billones de dólares. El gasto militar en Europa experimentó su mayor incremento interanual en al menos 30 años. Los tres países que más gastaron en 2022 – EEUU, China y Rusia – representarán el 56% del total mundial, según los datos sobre el gasto militar mundial publicados hoy por Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI)”, nota emitida por dicha organización el pasado 24 de abril de 2023.

La caracterización de la guerra imperialista y la posición de los comunistas.

Nuevamente, el imperialismo conduce al mundo a la guerra. El mundo de hoy es el producto del mundo que nace de la derrota de lo que se denominó socialismo real, de la derrota de la URSS y con ella de todo el proletariado. Es el mundo que brota de las entrañas de la avidez y de la deshumanización del imperialismo norteamericano y sus lacayos socios de la Unión Europea y Japón.

Es indiscutible que el proletariado de los estados pertenecientes a la antigua URSS añora y desearía, en una grandísima parte, el restablecimiento del Socialismo, de la URSS, donde los obreros ayer hermanados hoy constatan cómo los imperialistas los confrontan con pueblo hasta hace unos años hermanos. También es indiscutible que la oligarquía rusa, al igual que los reaccionarios capitalistas se repartieron el resultado del expolio al pueblo soviético en los diferentes estados ex-soviéticos hoy, son aquellos que, en alianza con el imperialismo norteamericano y europeo actuaron durante décadas desde dentro de la propia URSS y del PCUS al objeto de dinamitar tanto el país de los soviets como el Partido de Lenin y Stalin.

Como hemos visto a lo largo del desarrollo histórico durante estas últimas cuatro décadas, la gran potencia emergente en este periodo imperialista es China.

La Comisión Trilateral, en 1994, decía lo siguiente “(…) el impacto del alto ritmo de crecimiento chino en la escena internacional ofrece sobre todo a los países de la Trilateral las inmensas oportunidades que brinda un ejercicio de reestructuración global en un país de tan enormes dimensiones como China. Este ejercicio de reestructuración global se debe entender como el proceso que integra en el ámbito económico de las naciones industriales avanzadas occidentales a las poblaciones y economías de nuevos Estados emergentes que viran hacia el sistema de mercado. Este es el reto al que China se debe enfrentar, al igual que hoy lo hacen también los países surgidos de la post-Guerra Fría, y en especial la Federación Rusa (…) A diferencia de la ex-URSS y los países de la Europa Central y Oriental, China comienza su proceso de reestructuración global a partir del final de la década de los 70. La llamada política de reforma económica y apertura exterior de Deng Xiaoping(…) consiste en ir introduciendo paulatinamente mecanismos de mercado de corte capitalista en un sistema planificación central de cariz comunista que va progresivamente siendo abandonado. Se avanza así de manera desigual en el tiempo hacia la paulatina liberalización, apertura y privatización de la economía china” (Comisión Trilateral, “China. Una potencia emergente en un mundo de interdependencia”, p. 17-18, año 1994)

Los propios imperialistas ya tenían claro en 1994 que China abrazaba el capitalismo desde la década de los 70s y prueba de ello que los países de la Comisión Trilateral – EEUU, UE, Japón – apoyaban la política capitalista de Deng Xiaoping  y contribuían económicamente para ir conformando el capitalismo monopolista de Estado Chino, “(…) los grandes logros de Deng siguieron vigentes: sistema de responsabilidad familiar en la agricultura, que desmantela las comunas maoístas y de hecho privatiza el campo; sistema de responsabilidad en la gestión de los directivos de empresas estatales; sistema de autonomía financiera para las provincias y municipios; sector privado creciente en las cooperativas, empresas rurales y, sobre todo, empresas “joint venture” con capital extranjero; “zonas económicas especiales” en las regiones costeras prácticamente capitalistas; apertura al exterior al comercio y a la inversión directa; etc (…) A todo este enorme entramado de cambios respondió entusiásticamente la inversión extranjera convirtiéndose hoy China en la nación que más inversiones extranjeras recibe (básicamente de las naciones de la Trilateral). En 1992 China recibió un cuarto del total invertido en los países en vías de desarrollo y ya en 1993 se invirtieron en China más de 20.000 millones de dólares, convirtiéndose así en el primer país beneficiario de inversiones extranjeras” (Comisión Trilateral, “China. Una potencia emergente en un mundo de interdependencia”, p. 20, año 1994).

Los propios imperialistas norteamericanos, europeos y japoneses reconocen que China es una de las suyas. A lo largo de este documento hemos mostrado cómo durante desde final de la década de los 70s hasta la crisis de las subprime el desarrollo chino fue tutelado por los monopolios de la Trilateral que se forraron a costa de la explotación inmisericorde del proletariado chino. Las potencias imperialistas de la Trilateral son los coautores de la construcción de la potencia imperialista china junto con el PCCh, que para bochorno de los auténticos comunistas todavía mantiene la palabra Comunista en su nombre.

Decía la Comisión Trilateral en 1994, “Mientras el resto del mundo pretende incorporar a China al orden global emergente, no hay que olvidar que sus líderes querrán configurar dicho orden de tal forma que sirva a sus propios intereses y les permita gobernar su país de acuerdo con sus propias ideas (…)” (Comisión Trilateral, “China. Una potencia emergente en un mundo de interdependencia”, p. 32, año 1994). Con lo que lo que hoy acontece demuestra que es algo que los propios imperialistas norteamericanos, europeos y japoneses contemplaban como como posibilidad.

Así pues, las potencias imperialistas que hoy conducen a la guerra imperialista son las potencias imperialistas decadentes encabezadas por EEUU –en absoluta bancarrota económica y política– y las imperialistas emergentes –creaciones de las potencias imperialistas decadentes en la construcción del mundo a imagen y semejanza de los monopolios de la Trilateral tras la desaparición de la URSS– encabezadas por China. Y a tenor de los hechos históricos acaecidos en estas 4 décadas que hemos relatado en el presente documento, debemos fijar el punto de inflexión en la crisis de las subprime, el momento donde cae la demanda norteamericana y europea sobre las mercancías exportadas por China y donde esta potencia imperialista, para salvaguardar los intereses de sus monopolios, para dar salida a su producción, a sus capitales y a su capacidad productiva, inicia su proyección para erigirse como potencia imperialista emergente, construyendo un sistema financiero alternativo al existente como instrumento para romper la hegemonía política y económica del imperialismo norteamericano. Y el instrumento para implementar ese plan es la Nueva Ruta de la Seda por la que da salida a la sobreproducción china y le sirve para tejer la hegemonía política, ajustando las infraestructuras a los intereses de exportación de mercancías mediante la vía terrestre y marítima de la Nueva Ruta de la Seda, garantizando un corredor seguro y estable para la percepción de las materias primas, el gas y el petróleo. China, a través de sus empresas, controla, por ejemplo, en Europa, el Puerto de El Pireo en Grecia, el de Génova en Italia, el de Marsxlokk en Malta, los de Marsella, Nantes, Le Havre y Dunkerque en Francia, el Puerto de Valencia y el 40% del Puerto de Bilbao en el Estado español, los de Brujas y Amberes en Bélgica. Además, tiene participación en otros puertos europeos, aunque no mayoritaria, como por ejemplo Estambul o Rotterdam. Por último, en el continente africano controla Puerto Said de Egipto al norte del Canal de Suez, así como los puertos de Casablanca y Tánger en Marruecos.

Según reconocía el medio de comunicación chino CGTN el pasado 5 de mayo de 2023 “China se ha convertido en el mayor prestamista bilateral oficial del mundo”.

El capital financiero ha creado la época de los monopolios. Y los monopolios llevan siempre consigo los principios monopolistas: la utilización de las “relaciones” para las transacciones provechosas reemplaza a la competencia en el mercado abierto. Es muy corriente que entre las cláusulas del empréstito se imponga la inversión de una parte del mismo en la compra de productos al país acreedor, particularmente de armamentos, barcos, etcétera (…) La exportación de capitales pasa a ser un medio para estimular la exportación de mercancías (…) Así pues, el capital financiero tiende sus redes, en el sentido textual de la palabra, en todos los países del mundo. (…) Los países exportadores de capital se han repartido el mundo entre sí en el sentido figurado de la palabra. Pero el capital financiero ha realizado también el reparto directo del mundo.” (V.I. Lenin, Obras Completas, tomo 27, p. 381-382. Ed. Progreso) ¿Acaso no se asemeja esto, es más, no es idéntico a la política imperialista norteamericana desarrollada a través de sus instrumentos como son el BM o el FMI o la Nueva Ruta de la Seda y las instituciones financieras que conforman el sistema financiero alternativo como el Banco Asiático de Inversión e Infraestructuras (AIIB)?

El viraje de la democracia a la reacción política constituye la superestructura política de la nueva economía, del capitalismo monopolista (el imperialismo es el capitalismo monopolista). La democracia corresponde a la libre competencia. La reacción política corresponde al monopolio (…) La idea de separar la “política exterior” de la política en general o incluso de oponer la política exterior a la interior es profundamente equivocada, no marxista, no científica. Tanto en la política exterior como en la interior, el imperialismo tiende por igual a conculcar la democracia, tiende a la reacción. En este sentido resulta indiscutible que el imperialismo es la “negación” de la democracia en general, de toda la democracia, y no sólo, en modo alguno, de una de las reivindicaciones de la democracia, a saber: la autodeterminación de las naciones.” (V.I. Lenin, Obras Completas, tomo 30, p. 98. Ed. Progreso)

Se da el nombre de autodeterminación de las naciones a su independencia política. El imperialismo trata de vulnerarla – exactamente igual que trata de reemplazar la democracia en general con la oligarquía-, pues con la anexión política, la económica es frecuentemente más cómoda, más barata (es fácil sobornar a los funcionarios, obtener concesiones, hacer aprobar leyes ventajosas, etc.) más factible y más tranquila” (V.I. Lenin, Obras Completas, tomo 30, p. 100. Ed. Progreso)

El marxismo-leninismo es inexorable. Defender a una potencia imperialista u otra es defender el imperialismo y, consecuentemente, es defender la reacción política, la negación de la democracia, la opresión inmisericorde de la clase obrera y de las naciones. Por consiguiente, defender a una potencia imperialista es abrazar la reacción. Hoy, gentes que se dicen comunistas de verba, que se autodenominan antifascistas, se lanzan a apoyar a Putin –el representante de la oligarquía rusa, concretamente de los monopolios armamentísticos rusos– en la guerra contra la OTAN, que apoya a fascistas para que manden por la fuerza a obreros ucranianos a morir a una guerra donde se dirimen intereses imperialistas, pero nada hace por la emancipación del proletariado ni por avanzar en la dirección de la democracia hacía la mayoría proletaria de Ucrania y Rusia. Otras gentes que se dicen también comunistas aplauden a rabiar ante el levantamiento militar producido en Níger, calificándolo como un golpe al imperialismo, en este caso al francés, y que este golpe al imperialismo –francés y, consecuentemente, también norteamericano pues Francia a día de hoy es una potencia subalterna a EEUU, como toda Europa– es un auténtico acto de liberación nacional. Sin embargo, los minerales y las riquezas del país seguirán nutriendo los bolsillos de los monopolios de otras potencias, debilitando las posiciones de una banda de imperialistas para fortalecer a la otra banda, mientras que el pueblo continuará sumido en la pobreza más absoluta a la que lo ha conducido el imperialismo francés, pero de la que no le sacará el imperialismo sino únicamente el desarrollo del socialismo a nivel planetario.

Esas gentes que se dicen “comunistas”, profundamente antiyanquis, aplauden a rabiar a Putin, gestor de la oligarquía que contribuyó a destruir la URSS, o apelan a la “China socialista” cuando en China el socialismo no existe ni por aproximación, como bien ha quedado acreditado en este documento donde se muestra su carácter imperialista.

Esas gentes que se dicen antiimperialistas –del imperialismo norteamericano y sus esbirros– alaban a potencias abiertamente imperialistas y, en la práctica, enemigas de los pueblos y del proletariado, como China y Rusia. Esas gentes que, cuando desde las filas del marxismo-leninismo consecuente se actúa de manera honrada y se muestra a la clase obrera la situación mundial de pugna imperialista y la necesidad de organizarnos como clase para combatir a la burguesía y derrocarla con su Estado, construyendo el socialismo e imponiendo nuestra democracia –la dictadura del proletariado- como contribución para derrocar al imperialismo y, consecuentemente, a la reacción, se lanzan a degüello en la defensa del imperialismo chino, o su aliado ruso, acusando de “trotskista” o de limpiabotas de la OTAN a los defensores del marxismo-leninismo, revelándose como lo que realmente son, una nueva expresión de la reacción, una expresión absolutamente revisionista y, consecuentemente antimarxistas y antiobreros. Demuestran ser antiimperialistas yanquis, pero comulgan con el imperialismo de otra latitud convirtiéndose, por tanto, en limpiabotas del imperialismo y en enemigos de la clase obrera en la que no solo no confían, sino que han desistido por completo de organizarla para que esta tome el poder y se zafe de la opresión imperialista.

Contemplamos a partidos que se denominan comunistas rendir pleitesía al imperialismo chino, cerrar filas con sus burguesías nacionales en las guerras de rapiña u oponerse al derecho a la autodeterminación de las naciones oprimidas o, lo que es lo mismo, apuntalando el imperialismo.

El Partido Comunista Obrero Español rechaza tanto el imperialismo norteamericano como el chino, que son los dos cabecillas de las organizaciones imperialistas que hoy conducen al mundo a la barbarie de la guerra imperialista y que condenan a la clase obrera a la miseria, a la muerte y a la negación de todo tipo de libertad y derecho al igual que a los pueblos y naciones oprimidos. Aquellos que generan las guerras imperialistas para alcanzar los objetivos de sus monopolios, no solo perpetuarán la opresión contra la clase obrera y contras las naciones sino que jamás podrán otorgar ni paz, ni dignidad ni derecho alguno a los oprimidos, a los explotados, al proletariado pues su esencia es la avaricia, la acumulación máxima y su supervivencia pasa por la cada vez mayor explotación y opresión de la clase obrera, que únicamente podrá emanciparse por la vía de la revolución socialista, de romper las cadenas de la explotación y del oprobio imperialistas aniquilando a la burguesía como clase social y a toda su formación socioeconómica sustituyéndola por la socialista. Y para ello es necesario que se produzca una depuración en el Movimiento Comunista Internacional donde desde la confrontación y la lucha ideológica se alumbre un nuevo Movimiento Comunista Internacional que dote a la clase obrera de una organización y dirección revolucionaria que le lleve a la toma del poder político y a la abolición del imperialismo.

Para no embellecer la guerra imperialista y no ayudar a la burguesía a hacerla pasar falsamente por una guerra nacional, por una guerra de liberación de los pueblos, para no deslizarse a la posición del reformismo burgués, hay que hablar no con el lenguaje de Kautsky y Turati, sino con el lenguaje de Karl Liebknecht: decir a la burguesía propia que es hipócrita cuando habla de liberación nacional, que esta guerra no puede terminar en una paz democrática, a no ser que el proletariado “vuelva sus armas” contra su propios gobiernos. (…) Esta es la única posición posible de un verdadero marxista, de un socialista y no de un reformista burgués. No trabajan realmente en beneficio de una paz democrática los que repiten los bondadosos y generales deseos del pacifismo, que nada dicen y a nada obligan. Sólo trabaja para esa paz quien desenmascara el carácter imperialista de la guerra actual (…) y llama a los pueblos a una revolución contra los gobiernos criminales” (V.I. Lenin, Obras Completas, tomo 30, p. 259. Ed. Progreso)

Sin duda hoy las condiciones objetivas del proletariado para derrocar al imperialismo son mucho mejores que hace un siglo, en tanto que el desarrollo de las fuerzas productivas es superior tras estos cien años, en tanto que el desarrollo tecnológico hoy hace que en la base económica el imperialismo se niegue, en tanto que la composición orgánica del capital se desequilibra completamente maximizándose la parte de capital variable y minimizándose la parte de capital constante que es la que genera plusvalía. Y porque hoy es menor el desarrollo desigual de las naciones. “El socialismo será realizado por la acción unida de los proletarios, pero no de todos los países, sino de una minoría de ellos que han llegado al grado de desarrollo del capitalismo avanzado” (V.I. Lenin, Obras Completas, tomo 30, p. 117. Ed. Progreso). Una de las contradicciones del desarrollo del imperialismo es que ese capitalismo avanzado ha alcanzado a una masa proletaria, a un número de países, superior al del momento vital de Lenin. Y no solo es hoy un proletariado numéricamente mayor sino cualitativamente superior en términos de cultura y de instrucción, con lo que el socialismo que hoy se construya será de una calidad superior al de hace un siglo.

El imperialismo nos ha instalado en la reacción, en la proliferación del fascismo, en el enfrentamiento entre proletarios, tratando de inocular su veneno ideológico como es el nacionalismo, el revisionismo, el chovinismo, el racismo, en definitiva el fascismo como forma de romper la unidad de clase, de negar el internacionalismo proletario que es es esencial para tejer la unidad de clase que es condición necesaria para romper con el moribundo mundo imperialista y, por supuesto, para combatir a la clase obrera consciente, combativa y revolucionaria, a los comunistas y su partido que somos el alma y el corazón del proletariado.

¡POR EL INTERNACIONALISMO PROLETARIO!
¡CONTRA EL IMPERIALISMO ORGANICEMOS LA REVOLUCIÓN SOCIALISTA, FORTALEZCAMOS EL PARTIDO!
¡POR LA CONSTRUCCIÓN DE UN NUEVO MOVIMIENTO COMUNISTA INTERNACIONAL FIEL AL MARXISMO-LENINISMO!

Madrid, 16 de agosto de 2023

COMITÉ EJECUTIVO DEL PARTIDO COMUNISTA OBRERO ESPAÑOL (P.C.O.E.)

Fuentes:

El imperialismo nos conduce al abismo. La única salida es el socialismo, la unidad revolucionaria del proletariado

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