El gran éxodo: el año que huyó de España medio millón de ciudadanos

Imanol Casado

A pesar del tiempo transcurrido, -que ya se va aproximando a un siglo-, desde el momento que se produjera la gran diáspora española después de la Guerra Civil, el tema del exilio español continúa generando una enorme cantidad de libros, análisis, estudios y debates.

Tras muchos años de silencio durante la dictadura, la conquista de libertades democráticas ha permitido recuperar esta parte segregada de la historia de este país. Y como ya advirtiera un conocido historiador, el exilio republicano ha sido y continúa siendo como una especie de inmenso mar que nunca se terminará de explorar del todo.

Un éxodo masivo hacia un incierto destino

La cuestión es que la macro diáspora española que se produjo después terminar la Guerra Civil, posee rasgos que la hacen única. En primer lugar, por la enorme cantidad de personas que se vieron forzadas a abandonar España. Se calcula que alrededor de 500.000 republicanos cruzaron la frontera hacia Francia en 1939 para escapar de las tropas de Franco. Pero no solo fue una diáspora masiva, sino que también incluyó a lo mejor de la intelectualidad y la cultura españolas que existía entonces.

En segundo lugar, salió un gobierno entero, con todas sus instituciones. El presidente de la República, Manuel Azaña, el presidente de las Cortes, Diego Martínez Barrio, y los máximos dirigentes del gobierno central y de los gobiernos autonómicos de Cataluña y el País Vasco, se exiliaron manteniendo la legalidad republicana. Este gobierno paralelo pervivió incluso después de la muerte de Franco, hasta 1977.

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HACIA LOS CAMPOS DE CONCENTRACION DEL SUR DE FRANCIA

Por último, la gran paradoja: los mismos españoles que huían de una Guerra civil en su país iban a terminar participando activamente en la Segunda Guerra Mundial, luchando en Europa por la democracia que les había sido arrebatada en España.

 

Los exiliados republicanos se dispersaron por Francia, América, norte de África e incluso Asia. Pero el grueso se concentró inicialmente en Francia, donde fueron acogidos con mucha reticencia y desconfianza. Se calcula que a finales de 1939 había en Francia alrededor de 440.000 refugiados españoles. La mayoría eran mujeres, niños, heridos y soldados desarmados.

Fueron confinados en campos de concentración en playas del sur de Francia, en condiciones extremadamente duras y rodeados de alambradas. Al principio debieron improvisar refugios con las pocas pertenencias que traían. El hambre, las enfermedades y la miseria se adueñaron de esos campos. Muchos exiliados españoles murieron en el curso de esos  primeros meses.

Poco a poco la situación mejoró ligeramente. Se construyeron barracones, enfermerías y cocinas. Se organizó un mercado negro donde se intercambiaban bienes por comida. Los republicanos también desarrollaron actividades culturales y editaron periódicos para mantener la moral alta.

Paulatinamente, los campos se fueron vaciando, bien por repatriaciones forzadas, por salidas hacia otros países americanos, o por la contratación de mano de obra cuando estalló la Segunda Guerra Mundial. Para finales de 1940 apenas quedaban 5.000 refugiados en los campos.

México fue el principal destino americano, gracias a la acogida del presidente Lázaro Cárdenas. Llegaron en torno a 5.500 republicanos, muchos intelectuales de renombre que dejaron una honda huella en la cultura mexicana. Chile, Santo Domingo, Colombia, Venezuela o Cuba recibieron contingentes menores.

Quienes corrieron peor suerte fueron los enviados a campos de trabajo forzado en el norte de África, donde padecieron condiciones infrahumanas y muchos fallecieron.

De una guerra a otra: la lucha antifascista

El estallido de la Segunda Guerra Mundial cambió el destino de muchos refugiados. Los hombres en edad de combatir engrosaron la Legión Extranjera o los regimientos de voluntarios que apoyaban a los aliados. Consideraban que luchar contra el nazismo en Europa era la mejor forma de traer la democracia de vuelta a España.

Los republicanos españoles estuvieron en todos los frentes: en la defensa de la línea Maginot, en la reconquista de Narvik, en el sitio de Moscú, Leningrado y Stalingrado. Defendieron el canal de Suez, participaron en la resistencia francesa y en la liberación de París. Sus tanques, con nombres de batallas españolas, desfilaron por los Campos Elíseos.

Lucharon en África, Italia, Provenza, Alsacia, Berlín... Incluso unos pocos llegaron al Pacífico. Las últimas estimaciones calculan que 60.000 combatieron como guerrilleros y alrededor de 25.000 perdieron la vida.

Tras la victoria aliada, estos héroes republicanos fueron inmediatamente  olvidados. Los que regresaron a España cayeron en manos de Franco. Otros languidecieron en campos de refugiados sin que nadie reclamara por ellos. Francia no les reconoció sus pensiones hasta 1954.

Los que se habían alistado en la Legión para evitar la deportación tuvieron luego que seguir combatiendo en Indochina hasta bien entrada la década de 1950, muriendo allí muchos de ellos. En España no recibieron ningún reconocimiento oficial hasta 1995, es decir, medio siglo más tarde.

Un gobierno errante que nunca renunció a sus ideales

Cabe destacar también una singularidad del exilio republicano: la salida al exilio de todo un gobierno legítimo, con sus instituciones y representantes. Los republicanos siempre mantuvieron que su gobierno, elegido democráticamente en 1936, seguía siendo el legítimo a pesar de la derrota militar. Representaba los valores y aspiraciones de la mayoría del pueblo español.

Por eso, sus instituciones siguieron funcionando en el exilio, negándose a reconocer a Franco y confiando en que el triunfo aliado traería de vuelta la democracia a España.

Sin embargo, tras la victoria aliada, el Régimen franquista no sólo no cayó, sino que terminó consolidándose gracias a su  política exterior adaptativa, pero, sobre todo, al inicio de la Guerra Fría y a la furibundia anticomunista que se apoderó de los gobiernos occidentales a finales de la década de los cuarenta y los cincuenta.  Este hecho hizo posible que las potencias occidentales aceptaran a Franco como un fiel aliado en su ofensiva anticomunista en contra de la URSS y los países socialistas del Este de Europa.

Los republicanos exiliados nunca renunciaron a sus ideales democráticos ni dejaron de reclamar el derecho al regreso y al restablecimiento de las libertades en España. Pero pronto pudieron constatar con amargura cómo el mundo occidental no solo se olvidaba de su causa, sino que ayudaban y fortalecían a la dictadura causante de su propio exilio.

En 1945, la ONU emitió una ya tibia declaración condenando a Franco, pero sin que esta contuviera ningún tipo de consecuencias prácticas. Incluso la propia Monarquía de la dinastía de los Borbones quiso adaptarse a los nuevos tiempos, distanciándose tenuemente del Dictador, pero dándole continuidad a su apoyo tácito al Régimen resultante de la Guerra Civil.

Los vencedores de la Segunda Guerra Mundial tenían otras prioridades y España quedó relegada a un segundo plano. La Guerra Fría centró los esfuerzos de EEUU y sus aliados en paralizar los avances de las organizaciones de la izquierda comunista en la Europa occidental. Esta situación dejó a los republicanos españoles en una suerte de limbo, viendo cómo el resto del mundo normalizaba relaciones con la dictadura franquista, guiados por el pragmatismo político pero, también, por la coincidencia ideológica con algunas de las formulaciones mantenidas por la dictadura de Franco.

Los republicanos exiliados en América Latina desarrollaron una intensa labor cultural y académica, formando a varias generaciones de intelectuales e investigadores en países como México, Venezuela o Argentina. Pero su influencia política real fue escasa.

Incluso Estados Unidos, que había dado asilo a numerosos profesores e intelectuales republicanos, sacrificó esa herencia común en aras de su alianza militar con Franco. La instalación de bases americanas en suelo español selló una especie de «pacto de silencio» sobre ese tema.

Los grandes partidos republicanos, como el socialista o Izquierda Republicana, subsistieron en el exterior más por inercia y nostalgia del pasado que como una opción política realista para derribar a Franco. Solo los comunistas se sumergieron en la lucha clandestina en el interior, llegando a conquistar una importante influencia política en sectores de la sociedad española

Para la mayoría de los partidos hegemónicos de la etapa republicana, su desconexión de la realidad española se hizo cada vez más evidente. Muchos de sus veteranos dirigentes fueron desapareciendo sin haber podido volver a pisar España. En cualquier caso tuvieron el consuelo de no claudicar en sus ideales hasta el final, manteniendo viva la llama de la legalidad republicana.

Fuentes:

https://canarias-semanal.org/art/34840/el-gran-exodo-el-ano-que-huyo-de-espana-medio-millon-de-ciudadanos

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