De lo público a lo privado. Una Historia de Corrupción en Roma

En ocasiones la Historia nos nos da lecciones. Nos enseña cómo no hay que hacer las cosas o nos permite analizar las situaciones actuales con una perspectiva mayor ayudándonos así a entender muchas cuestiones de nuestra vida cotidiana. Pero, ¿se repite la historia?, ¿son ciclos?, ¿es lineal?, ¿existe la Historia de verdad? Y si existe, ¿aprendemos de ella?. Hoy no voy a entrar en todas esas (complejas) consideraciones sino que te voy a contar una historia (en minúscula) de la Historia (en mayúsculas). Una historia que sucedió hace más de 2000 años. Una historia que era una práctica común y generalizada en el imperio romano.

Una historia (no sólo) de romanos

La base fundamental de la fortaleza romana estaba en su ejército. El brazo militar estaba profesionalizado y se encontraba en todos los puntos de las provincias romanas. Era la herramienta fundamental del foro para conquistar nuevos territorios, nuevas materias primas, nuevos productos, y mantener la supremacía romana en todo el Mediterráneo. Habían otras formas para introducir a otras culturas y otros pueblos bajo el imperio pero no cabe la menor duda que la guerra, era la más ventajosa para algunos.

La guerra era todo un negocio alrededor del cual unos pocos hacían inmensas fortunas. En cada conquista, se adquiría un botín que pertenecía al Estado, a Roma. Esto en teoría. En la práctica los bienes confiscados en batalla se repartían entre los altos funcionarios del ejército, y del “tesoro” inicial apenas llegaba una parte a las arcas del Estado. Luego se aumentaban los ingresos con los prisioneros de guerra exigiendo grandes sumas de dinero para el rescate, o convirtiendo a los prisioneros en esclavos.

Otra forma de conseguir pingües beneficios era con el suministro de productos al ejército. Los precios se solían inflar sabiendo que el Estado los pagaría. El ejército consumía muchos recursos y en grandes cantidades. Imagínate que tuviéramos a un amigo en el cuerpo militar que nos proporcionara un contrato de suministro de cereal, de ropas, de herramientas para una guerra. Sería todo un pelotazo, ¿verdad? Además, muchas veces los bienes destinados a sufragar los gastos del ejército – del costoso ejército romano –  se desviaban a manos privadas.

El viejo truco de la doble factura

Otra manera de hacer negocio con la guerra eran las guerras civiles. Los vencedores en estos conflictos bélicos confiscaban las tierras y los negocios de los derrotados y sus seguidores para posteriormente venderlos y quedarse con los beneficios. Pero estas ventas, cuyos beneficios supuestamente iban a parar al erario público, se preparaban para favorecer a las personas del entorno del vencedor. En época de Sila, esta práctica se hizo habitual. Se elaboraron listas de amigos y enemigos del poder de la que dependían muchas fortunas y el destino de muchas familias.

Un tal Roscio de Ameria, que se encontraba dentro de la lista de enemigos, tenía una hacienda que fue subastada por un precio de risa. Lo más chocante es que fue comprada por un liberto del propio Sila porque nadie en la subasta se atrevió a pujar contra el liberto del gobernador. Se realizaban grandes transacciones con cifras irrisorias para así evitar que el gran montante fuera a parar a las arcas del Estado. Digamos que en cierta manera, se hacían facturas falsas de estas operaciones de compra – venta para beneficiar a los amigos del poder.

Los equites. Cuanto más cerca del poder, mayores tus beneficios

Formar parte de esta clase social aportaba grandes ventajas. Los equites controlaban las transacciones comerciales y los negocios. No solían trabajar sino que dejaban que el dinero trabajara para ellos (porque no les gustaba “tener el dinero ocioso”). Los equites, desde tiempos de la Repúblcia (509 a.C. – 27 a.C.) fueron acercándose al poder en busca de beneficios para sus negocios. Así, conseguían licitaciones de grandes obras públicas  e intentaban que el legislador hiciera la vista gorda en sus negocios.

Los equites, principalmente se dedicaban a financiar empresas, batallas y conseguir negocios en las provincias del Imperio. Si el Estado necesitaba aportar cierta cantidad de dinero para una batalla, ahí estaban los equites para dejarles ese dinero con la promesa de monopolizar algún servicio posteriormente o de conseguir un beneficio concreto en esa provincia; esclavos, la explotación de las minas, hacerse con toda la producción de vid de la Citerior el cultivo de cereal de Sicilia etc. En época de sequía se dedicaban a comprar toda la producción de grano de alguna provincia y luego la vendían a precios desorbitados, en ocasiones , con el consentimiento de las autoridades. Esto provocó más de una revuelta social durante el Imperio.

Como ves, en el Imperio romano se movían muchos intereses. Y la guerra era el principal motor de desarrollo. Amiguismos, corrupción política, injusticias. Estas cosas me hacen preguntarme muchas veces la utilidad de las lecciones que nos da la Historia. Nada nuevo bajo el sol.  Eso sí, cualquier parecido de este relato histórico con la realidad es puramente un producto de tu imaginación. ¿realmente el ser humano sólo tropieza dos veces con la misma piedra?

Fuentes:

http://arqueoblog.com/corrupcion-en-roma/

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