¡Contra el feminismo burgués, feminismo proletario!

Es 8 de marzo, fecha de vindicación universal de los derechos de las mujeres trabajadoras, cuyo origen data de la conferencia internacional de mujeres socialistas que tuvo lugar en Copenhague en 1910. El objeto de instaurar una fecha que diferenciara a las mujeres trabajadoras del resto del colectivo trabajador, se debía a la necesidad que muchas comunistas y socialistas veían, de luchar por alcanzar conquistas sociales, que los hombres, por una cuestión de sexo ya tenían. Aún así estas dirigentes socialistas avanzaron mucho más de lo que lo hicieran pasadas teóricas del feminismo como Olympia de Gouges, o Mary Wollstonecraft, ya que las primeras, entre las que se destacan Clara Zetkin, Alejandra Kollontai o Rosa Luxemburgo vieron que el feminismo, no era una lucha aislada, si no que era una cuestión de clase, y que las relaciones de poder que se establecían entre los sexos descendían de los Modos de producción Capitalista y las relaciones de poder que se daban entre las clases, por ello veían que el fin de la opresión de la mujer dependía exclusivamente de la emancipación de la clase trabajadora.

No hay que obviar que los motivos que originan la desigualdad entre sexos, tienen su génesis en el origen de la propiedad privada, de la familia como gestora de esa propiedad, y del estado como transmisor coyuntural de los valores del núcleo familiar. En un estado burgués la familia queda configurada como una unidad de producción, en la que el hombre sostiene el rol de centinela de la propiedad, y la mujer bajo su dominación, relegada al ámbito privado, tiene que asegurarle una transmisión legitima de su legado a través de la descendencia. A raíz de esta realidad se han ido estableciendo los roles que diferenciarían a los hombres y a las mujeres y se ha ido profundizando, a su vez, la brecha que los separaría como clase. Pero a través de luchas históricas encabezadas desde la revolución francesa por intelectuales burguesas que arrastraban los valores progresistas de la ilustración, o las sufragistas americanas, cuyo discurso harían suyo mujeres de todos los países, se han ido conquistando derechos sociales.

Estos derechos sociales han tenido expresiones diferentes a lo largo de la historia, las democracias burguesas, con ánimo de dividir a la clase trabajadora han convertido el feminismo en un movimiento endogámico y a las mujeres en un colectivo independiente, el género como indicador psicososcial del carácter sexual, ha puesto a la mujer en el papel de víctima oprimida y al hombre en el de verdugo opresor, consiguiendo obviar que la desigualdad tiene un carácter de clase, y que el hombre también esta sujeto a unos roles impuestos por la expresión cultural del capitalismo. Aunque estos roles de género se manifiestan también en los estamentos burgueses, las consecuencias se dan en las mujeres de la clase trabajadora, por eso la lucha se tiene que justificar mediante LA CLASE, y no, como actualmente se hace, mediante EL SEXO. De no ser así, nos encontraríamos en situaciones tan esperpénticas, como la identificación de las mujeres trabajadoras con los problemas que por cuestión de sexo atormentan a las mujeres burguesas. Como la subyugación del proletariado a la burguesía no entiende de sexos ni géneros, la lucha de la clase trabajadora por su emancipación tampoco debe de hacerlo.

Aún así tenemos ejemplos que demuestran como la lucha de clases repercute positivamente en las demandas específicas de las mujeres, no hay que olvidar que los hombres y mujeres somos biológicamente diferentes y que debido a nuestra configuración, cada uno tendrá unas necesidades concretas en diferentes ámbitos, en el caso de las mujeres la maternidad y la lactancia son las más características, por eso la revolución Bolchevique de 1917 marcó un precedente difícilmente practicable en las democracias burguesas. Para conseguir poner las bases para igualdad real entre hombre y mujeres, gracias a la Revolución se liberalizaron las relaciones familiares y sexuales. Se aprobó el divorcio y el derecho al aborto, otorgando a las mujeres beneficios sociales en forma de salarios de maternidad, guarderías y hogares para los niños. Así mismo se desarrollaron campañas de información para dar a conocer a las mujeres sus nuevos derechos. La Revolución veía en las mujeres, a un colectivo trabajador con unas necesidades concretas que había que satisfacer para conseguir una completa emancipación del proletariado.

La coyuntura actual de las mujeres trabajadoras dista mucho de parecerse a la de los primeros años de la Revolución Bolchevique, es cierto que ciertas reformas adoptadas por el gobierno socialdemócrata del PSOE, han convertido determinadas problemáticas de las mujeres, en problemas públicos a los que se da cobertura mediática importante, la violencia de género, el acceso a determinados puestos de responsabilidad o la conciliación laboral son ejemplos de situaciones de las que hoy en día se hace más eco la sociedad. Pero no tenemos que ver en estos logros, el camino a la igualdad, si no una muestra mas de oportunismo burgués, del cual las clases dirigentes hacen uso, para en este caso, desorientar a las mujeres de sus responsabilidades de clase, y desvincular, a su vez, a los hombres en la lucha por la igualdad. De la forma en la que actualmente se configuran estas luchas, no es raro encontrarse manifestaciones lideradas por mujeres integrantes de los sectores de la oligarquía, ante esta situación solo hay que preguntarse ¿Acaso se puede dar la igualdad entre sexos, mientras haya una dominación clara de una clase sobre otra? NO, porque bien sea como mujer o como trabajadora la explotación será siempre efectiva.

Para concluir, matizar que el feminismo como el resto de movimientos sociales son vistos por la oligarquía, no como amenazas a la legitimidad de su sistema, si no como la herramienta definitiva para la disgregación de la clase obrera. Por eso el feminismo, como otras cuestiones, jamás y bajo ningún argumento deberá estar desvinculado de la lucha de clases y del combate diario por la emancipación de los trabajadores. Por eso las trabajadoras tenemos que preguntarnos, IGUALDAD Y LIBERTAD ¿Para quién? Y ¿para qué? Porque a las mujeres el yugo no nos lo puso el hombre, nos lo puso la burguesía en nombre del Capitalismo, por eso jamás pediremos igualdad y libertad para una clase explotadora.

Este 8 de marzo, con más fuerza, tenemos que vaciar de las reivindicaciones discursos que nos dividan como clase y que nos entronen como víctimas, hay que reivindicar el 8 de Marzo, pero como una festividad que refleja el esfuerzo de las mujeres revolucionarias, que junto a los trabajadores protagonizaron, protagonizan y protagonizaran los constantes episodios a los que nos enfrenta la Lucha contra el Capitalismo. Hay que reivindicar un Feminismo Proletario que vaya de la mano de la Lucha de Clases.

Fuentes:

http://www.nodo50.org/gazkom/spip/spip.php?article168

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