Benjamín Vega in memorian. El carpintero comunista que se resistió a los «cantos de sirena» de la socialdemocracia

Cristóbal García

«Recordando a Benjamín homenajeamos también a todos los militantes de base que realmente contruyen la historia»

El pasado domingo, 11 de diciembre, fallecía en el municipio de Ingenio, –Gran Canaria-  donde había nacido en 1952, Ramón Benjamín Vega Viera.

Benjamín fue uno de esos miles de trabajadores que, antes y después del 1 de abril de 1936, no dejaron de nutrir las filas de las organizaciones comunistas.

Miembro de una familia muy humilde, cuando ni siquiera había abandonado la niñez se vio obligado a trabajar para contribuir al sostén familiar.

Siendo todavía un adolescente comenzó a orientar sus primeras inquietudes hacia la realización de diferentes actividades culturales y deportivas en su pueblo.

En 1974,  cuando apenas había cumplido los veinte años, ya en los años postreros de la dictadura franquista, dio sus primeros pasos  en el compromiso político, comenzando a militar en la  clandestinidad comunista. A consecuencia de esta militancia fue detenido en tres ocasiones por la dictadura.

Desde aquellas fechas y hasta su muerte, ocurrida el pasado domingo, Benjamín se mantuvo fiel a este activismo y a sus principios ideológicos comunistas. Ni los peligros de la represión franquista, ni los cantos de sirena  entonados por quienes prometían convertir al PSOE en una suerte de «casa común» de las «izquierdas», ni los remozamientos eurocomunistas, ni las actuales modas postmodernas y populistas lograron hacer perder el Norte al «camarada Ramón».

Quienes hoy lo recuerdan destacan que, con la misma naturalidad con la que desempeñó durante décadas su oficio de carpintero, Benjamín desarrolló también su trabajo militante con un «derroche de generosidad, entrega y lealtad».

Sin esperar nada a cambio, sin aspirar a reconocimientos personales ni a figurar en listas electorales tal y como hoy parece estar tan de moda, para el carpintero Benjamín, un comunista de los pies a la cabeza, su única  expectativa vital fue siempre contribuir, modestamente, a preparar las bases para un cambio social, para la construcción de un mundo más justo y humano que sabía necesario, y por el que, por tanto, merecía la pena batallar sin importar que él mismo pudiera o no llegar a contemplar materialmente esos cambios.

La conducta de Benjamín no fue en absoluto excepcional. Fue una norma impresa en el perfil de generaciones enteras de comunistas españoles y canarios. Nunca esperaron nada a cambio de su compromiso político, ni siquiera llegado el momento reclamaron el justo reconocimiento histórico de haber sido protagonistas, durante  décadas, de la dura y sangrienta batalla para acabar con la Dictadura de Franco.

Según nos cuentan quienes vivieron aquella época, tras la muerte del dictador muchos de aquellos  heroicos combatientes dejaron de entender qué era lo que se estaba cociendo en las alturas, a espaldas del pueblo. Y, poco a poco, sin ni siquiera hacer ruido, cogieron sus bártulos y  dejaron de participar en la lucha política. No comprendían en qué consistía lo que estaba sucediendo en los años de la denominada «transición a la democracia». Se apercibieron, eso sí, de cómo el protagonismo político que habían tenido  durante decenios en la fábrica, en el sindicato clandestino, en el barrio o en la facultad, se lo estaban arrebatando, de manera casi imperceptible, elocuentes «piquitos de oro»  que jamás habían compartido con ellos los peligros en el tajo de la lucha clandestina y ahora se preparaban para integrarse en la nueva institucionalidad.

     Benjamín, sin embargo, se contó entre quienes, por la firmeza de sus principios, no se dejaron abatir ni por las traiciones de los dirigentes que acabaron buscando acomodo en el nuevo Régimen monárquico, ni por aquellos otros que,  años después,  pretendieron decretar el Fin de la Historia.   

Por ello, recordando a Benjamín también estamos poniendo en valor la lucha de tantos abnegados militantes de base cuya biografía fue alevosamente sepultada bajo los espurios compromisos políticos de la llamada «Transición». Por mera justicia histórica esas biografías anónimas deberían ser reconstruidas narrativamente, ladrillo a ladrillo, por pequeñas e irrelevantes que a algunos les puedan parecer.

Vistas desde la distancia, hoy más que nunca resultan evocadoras las estrofas  del poeta alemán  Bertolt Brecht, de su  poema “Preguntas de un obrero ante un libro”, donde se interrogaba sobre  la construcción de los grandes monumentos históricos  en los que  la versión falsificada de la Historia sólo mostraba interes por exagerar el papel desempeñado por los llamados «grandes hombres», tratando de obviar la decisiva participación de las masas anónimas sin cuya intervención nunca se habrían levantado:

    “La noche en que fue terminada la Muralla china,
¿adónde fueron los albañiles? Roma la Grande
está llena de arcos de triunfo. ¿Quién los erigió?”

Conscientes de esta realidad hoy rendimos homenaje a Benjamín, el compañero sencillo, generalmente circunspecto y silencioso que, sin darle importancia a las cosas que hacía, se mostró siempre dispuesto a ofrecer su trabajo y su tiempo a la causa en la que nunca dejó de creer. Y con él homenajeamos a todos aquellos auténticos «imprescindibles» sobre los que tan pocas líneas se han llegado escribir.

Fuentes:

https://canarias-semanal.org/art/33654/benjamin-vega-in-memorian-el-carpintero-comunista-que-se-resistio-a-los-cantos-de-sirena-de-la-socialdemocracia

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