Synners
Por Daniel Sentinelli
Synners es, sin lugar a dudas, una novela cyberpunk.
Tiene sexo, drogas, rock&roll y computadoras. También
virus, ambiente underground, grandes corporaciones, y
realidades virtuales.
La novela esta ambientada principalmente en California,
en un Los Angeles donde conviven los yuppies y trepadores
de las grandes compañías, los marginales de La Mimosa, el
suburbio under, y toda la fauna exótica infaltable en
este subgénero de la ciencia ficción: managers de rock
que traicionan sus ideales, hackers contratados por
ejecutivos para espionaje interno en sus propias
compañías, información valiosa codificada en el diseño de
un tatuaje, adolescentes rebeldes con computadoras
camufladas que toman corriente eléctrica de su propio
cuerpo gracias a agujas clavadas en la piel, y adictos de
toda clase.
Los virus y sus molestias son algo tan cotidiano como las
calles rotas para un habitante de Buenos Aires; en
especial el Dr. Fish, un virus medianamente inofensivo
pero altamente mutante, que puede infectar tanto los
paneles electrónicos de las cafeterías cambiando la lista
de precios por un mensaje sobre la dudosa calidad de la
mercadería en venta, como las terminales de los
automóviles conectadas a la red de control de trafico
provocando embotellamientos monstruosos.
La realidad virtual (VR) es un negocio floreciente, con
compañías que diseñan y venden aventuras tal como ocurre
hoy con los video games familiares. Pero la 'moral
occidental y cristiana' sigue vigente y un traje de VR
con cobertura corporal completa (genitales incluidos)
solo puede encontrarse en las tiendas mas ocultas en los
barrios bajos.
La tecnología de implantes cerebrales para curar
enfermedades como el mal de Parkinson o la epilepsia a
ido ampliando su mercado y así nos encontramos con Jones,
un depresivo crónico que calma sus impulsos suicidas
gracias a un implante que le permite morir de un paro
cardiaco, y resucitar al rato cuando un temporizador en
el implante genera una descarga de adrenalina de sus
glándulas suprarenales.
Y es el avance en esta tecnología de implantes la que
desencadena la crisis. Porque ahora se puede prescindir
de los trajes, cascos y guantes, y enchufarse al cerebro
un cable enlazado directamente a las computadoras.
'Change for the machines' es la nueva consigna, y la
campaña publicitaria se apoya en este juego de palabras
entre 'cambiar uno para adaptarse a las maquinas' y
'cambio (monedas) para usar las maquinas', minimizando la
supuesta deshumanización que esta adaptación implicaría.
Pero el verdadero problema es menos filosófico y mucho
mas concreto. Cadigan supone que ademas de las aventuras
en mundos y situaciones exóticas, el gran mercado estará
en el equivalente VR de los video-clips, y es por eso que
uno de los primeros en ser sometidos al cambio es Visual
Mark, una estrella de rock arquetípica. Ahora bien,
imaginen lo que ocurre si a la red de computadoras que ya
esta sobrecargada por millares de terminales y aparatos
domésticos, al borde del colapso por los virus que
infectan lo que encuentran; ademas le enchufamos los
cerebros no solo de ciudadanos comunes, grises, aburridos
y receptivos, sino también las mentes de músicos de rock
delirantes y destruidos por las drogas.
El potencial de todas estas ideas es enorme, y justamente
por eso, irrita que Cadigan se quede corta en su
desarrollo.
No es problema que el lector no entienda nada al
principio hasta que se adapta a la jerga que usan los
personajes. En realidad parte de la gracia de cualquier
novela cyberpunk es el ir descubriendo los
sobreentendidos del mundo que presenta. Si esta bien
escrita, a las 10 paginas ya nos suenan naturales; aunque
en este caso, hay detalles que resultarían mas fáciles de
aceptar si se aclararan antes de la mitad de la novela.
Tampoco resultan demasiado pesados los conflictos
personales de los protagonistas, desde el ejecutivo
perdedor que se evade con la VR y se va enamorando de los
personajes femeninos de las aventuras que el mismo va
creando, hasta la muchacha enamorada de la estrella de
rock que solo tiene tiempo para su arte, o la adolescente
resentida contra sus padres que no le dieron afecto.
Pero por momentos parece como si Cadigan tuviera la
necesidad de rellenar las 435 paginas que forman la
novela, y no supiera como hacerlo. Hay tramos en los que
se combina lo incomprensible y lo previsible, y la duda
que se le plantea al lector es dejar el libro o saltearse
algunas paginas a ver si mejora.
Lo que mas puede molestar al lector experimentado, es la
típica lucha-entre-el-bien-y-el-mal al estilo best-
seller, con el Godzila informático de turno encarnado (o
mejor dicho descarnado) en un ataque cerebral de alguien
conectado a la red que se propaga como un virus, y el
contrincante bondadoso representado en el infaltable
virus que se transforma en inteligente, al que por
supuesto nadie conoce a excepción de una niña que es su
amiga. O ciertos conejos sacados de la galera, como una
extraña técnica basada en "resonancias" para mantener la
comunicación aun cuando el virus-ataque cerebral acecha
en la red; que suenan demasiado a película clase B de
tarde de domingo.
Estas imperfecciones resultarían mas tolerables si la
obra fuera una de las primeras en su genero, pero fue
escrita en 1991, cuando ya existían novelas brillantes
como Neuromancer, escrita en 1984.
A pesar de sus defectos, Synners resulta un libro
interesante con algunas ideas sorprendentes y una
ambientación bastante creíble. Tanto para el conocedor
como para el novato, resulta un buen ejemplo del genero
cyberpunk aunque haya otras obras que la superen.
Daniel Sentinelli es un aficionado a la ciencia ficción
desde la mas temprana infancia, y es miembro del Circulo
Argentino de Ciencia Ficción y Fantasía. Dirige la
consultora DATAFRONTier especializada en comunicaciones,
redes y seguridad informática; y ha colaborado en
proyectos de inteligencia artificial. Puede ser
contactado por e-mail en Internet en
daniel@ubik.satlink.net, o en Fidonet en 4:900/131.
Synners
Título original: Synners
Autor: Pat Cadigan
Editorial: Bantam Spectra
435 páginas
Año de edición: 1991
Escrito en inglés, no hay versión en castellano.